Capítulo III
Alerta de peligroEl olor a café recién hecho y tierra mojada hizo que se me erizara la piel de los brazos. Nada había cambiado, a excepción de nosotros. Con cada visita los niños eran más grandes, desinteresados y ajenos a la naturaleza que rodeaba la casa; los padres más distantes entre sí y menos conversadores. Sin embargo, a pesar de lo desagradables que llegásemos a ser con esos dos ancianos, ellos nos recibían con los brazos abiertos y una sonrisa en sus rostros cada verano.
—Como has crecido, florecilla, ¿ya tienes novia? —Me saludó cariñosamente mi abuela cuando bajé del auto. Su distintivo aroma a rosas y miel inundó mis sentidos.
—Soy un perdedor, las chicas no se interesan en mí.
—¿Según quien? ¿Los chicos de tu clase? Estoy seguro de que ninguno ha tenido una. —El abuelo se invitó a entrar a si mismo en nuestra pequeña conversación, como siempre hacía. Su voz grave y olor a tabaco casi tan penetrante como su presencia y mirada.
—¡Papá, mamá! —Mi madre dejó las maletas en el suelo para correr hacia los brazos de sus ancianos padres, pareciendo una niña pequeña que acababa de ver un insecto en su cuarto. Me pareció correcto llevar las maletas adentro mientras ella se ponía al día con ellos y descargaba un poco sus penas, que era normalmente lo que le seguía a la conversación.
Mi padre no había dicho una palabra en el viaje completo, tampoco se había atrevido a mirarme o darme una excusa. No es como si estuviese esperando un "discúlpame hijo, dejaré a esa mujer enseguida". Quizás no era capaz de estar al nivel de mi madre y por eso había buscado algo que estuviese al suyo.
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full moon
Short StoryLas almas se conectan mucho antes de que los cuerpos se conozcan.