Capítulo 9

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Pauleen 's POV

Bajo del auto, me despido de mi papá y veo a Sienna que levanta la mano y la agita en forma de saludo, sonrío de emoción porque llevo una semana sin verla y tengo mucho por contarle, cuando estoy cerca la abrazo.

—Ya estuve mirando y hay miles de modelos, uno más lindo que el otro.—dice.

Me abraza por los hombros mientras entramos al local de ropa.

En unos días es mi fiesta de egresados, oficialmente termino la secundaria y sinceramente no veo la hora de que pase, quiero mi independencia y vivir experiencias nuevas. Es por esta fiesta que estoy buscando un vestido. Por suerte las noches en Mar Del Plata son calurosas y es perfecto para lucir cualquier vestido sin la necesidad de llevar abrigo.

—¿Qué te parece?—dice Sienna.

—¡Te queda hermoso!—digo.

—No lo sé, me parece muy provocativo, no es mi estilo.—dice.

Se mira en el espejo del vestidor.

—Quédate ahí que yo te busco otro.—le digo.

Camino a los percheros, comienzo por los vestidos largos y en colores rosado, sé que le van a quedar lindos, no es su color favorito pero es el que le favorece según las revistas. Conozco a Sienna desde el jardín de infantes, más bien desde los 4 años, hicimos toda la primaria y secundaria juntas, me duele separarme de ella por la universidad pero cuando se trata de mi futuro ella lo apoya, o eso creo porque nunca me lo dijo. Es una chica bastante reservada, si de expresar lo que siente se trata, muy pocas son las veces en las que ella se abre sentimentalmente conmigo pero nunca la obligo a que lo haga, simplemente sucede y si no quiere decírmelo, la respeto. 

Yo también tengo mis secretos. Doy todo por que nuestra amistad dure más, pero últimamente ella está siendo distante y, a pesar de estos momentos, ya ni nos juntamos, tampoco me animo a preguntarle qué es lo que pasa, tengo miedo de terminar peor de lo que ya estoy. Si las cosas pasan de esta manera, por algo debe ser.

—¡Me gusta este vestido! ¿Como hiciste?—dice sorprendida.

—Te conozco, Sienna, sé que el color no es tu favorito pero me gusta para vos.—digo.

Ella me sonríe.

—Ahora es tu turno.—dice.

Cierra la cortina se cambia la ropa y sale del vestidor, me meto yo con mi vestido, me lo pruebo y me miro en el espejo. Me muerdo el labio e inevitablemente imagino la cara de Justin al verme con este vestido, lo extraño mucho. 

Pasaron tres semanas desde aquella noche, el tour aún continúa, no viajé con él, porque se me dificultaba económicamente, además tenía y tengo proyectos que realizar, entre ellos asistir a esta fiesta, aún así seguimos en contacto cuando él tiene algún tiempo libre, vía Skype.

—¿Ese tampoco? ¡Voy a seguir buscando!—dice Sienna.

Este es el cuarto vestido que me pruebo, soy indecisa, sobre todo porque generalmente no me quedan como lo imagino. 

La cara de Sienna apareció entre las cortinas y me pasó otro vestido, no me parece el más lindo de todos y mi cara me delata, Sienna insiste en que me lo pruebe.

 Es precioso en cada mínimo detalle, es largo, es rojo, es precioso. Definitivamente este es el que quiero. Sienna y yo caminamos con los vestidos en la mano, ella paga el suyo y luego es mi turno, la vendedora lo envuelve y lo guarda en una caja, lo mete en una bolsa, lo deja en el mostrador, luego dice:

—Son ocho mil pesos.

Si había una forma de matar la ilusión que sentía, esta es la peor, nerviosa le digo que me disculpe pero no puedo pagarlo, salimos del local, Sienna se despide de mí, luego camino hasta la parada de colectivo para volver a mi casa.

El Domingo por la mañana me agarra limpiando la casa con mamá, mientras paso la aspiradora por las escaleras, suena Despacito Remix y no paro de bailar, mientras canto a los gritos cada frase.

—¡Pauleen, golpean a la puerta!—dice mamá.

Apago la aspiradora y bajo lo que queda de escalones, hasta la puerta principal, la abro y veo a un chico joven con uniforme y un paquete en la mano, me lo entrega y me hace firmar un papel, luego se despide de mí subiéndose a su moto, sin antes desearme un buen día y guiñarme un ojo. ¿Y a este que le pasa? Mamá aparece de la cocina.

—¿Y ese paquete?—dice.

—No lo sé, me lo enviaron.—digo.

Me siento en el sillón y le saco toda la cinta adhesiva, con la ayuda de una tijera rompo el cartón, veo un papel blanco, lo desenredo y se asoma una tela roja, abro los ojos y se me aceleran las pulsaciones del corazón, el vestido estaba ahí, lo saco sorprendida. Una carta aparece dentro de la caja, la leo y me doy cuenta de que el remitente es una T.

—¿Tomas te mandó eso?—dice mamá.

—¡No! Digo, no lo sé, puede ser, pero hace años que no nos vemos, ¿Por qué lo haría?—digo.

—Bueno anda a tu habitación y colgalo antes de que se arrugue.—dice.

Abro la ventana de la habitación que da a la avenida y más lejos a la playa, me quedo mirando como unos barcos se iluminan en el fondo del mar, las estrellas brillan en todo su esplendor y la brisa fresca, hace un ambiente agradable. 

Se parece mucho a la noche en que Justin y yo estuvimos juntos, lo extraño tanto, no quise enamorarme pero él mismo me lo dijo antes de separarnos, nadie puede controlar tus sentimientos, ni siquiera vos misma y tiene razón, pero además estoy confundida, no sé si me enamoré de él o son los sentimientos lo que me atrae. Llega una notificación a la computadora, la imagen de Justin aparece.

—Hola preciosa, ¿Como estás?—dice.

—¡A vos te parece!—digo.

—¿Qué pasa?—dice.

La sonrisa que tenía se va, me río por lo preocupado que está.

—¡No podes estar sin camisa! ¡No me hace bien! ¡No te puedo tocar!—digo.

 Él ríe a carcajadas.

—Yo también tengo ganas de tocarte, Pauleen.—responde.

Él aclara su garganta.

—Mierda, Justin.—digo.

Apoyo mi cabeza a en una mano y sonrío, él me mira y me guiña el ojo. 

—¡Ay, no sabes! ¡Mira!

Me levanto de la silla y busco el vestido colgado, sé lo muestro por encima de mi cuerpo, él sonríe.

—¡No, no! ¡Ponetelo!—dice.

Me río y salgo de la cámara para desvestirme, una vez que lo tengo puesto, me acerco a la cámara, él me ve, chifla y luego se muerde el labio.

—Estas hermosa, aún qué querría desquitartelo.—dice.

—¡Justin, por favor!—digo.

—Me dejaste con ganas de disfrutarte, es tu culpa.—bromea y me siento para verlo de cerca.—¿Y tenes una fiesta?

—Ajam, es mi fiesta de egresados o de promoción, como le dicen ustedes.—digo.

—¡Para! ¿Qué? ¿Cuantos años tenes?—dice.

What you mean to meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora