El sueño

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Dedicada 

Suena el último timbrazo y me dispongo a abrir la puerta de la casa.

Apenas me he levantado de la cama, abandonando mis cobijas y tratando de olvidar el sueño tan extraño que me tomó cautiva una noche entera. 

Una tarjeta navideña, muy acorde a estas fechas,que llevaba un mensaje perturbador para terminar despertando bañada en sudor y con un sobresalto que me encogió el corazón, menos mal que ha terminado. 

Deslizo mis pies descalzos a lo largo de la gélida madera que compone el suelo de mi casa y me acerco cada vez más a la puerta.

Estando al frente de ella sujeto el picaporte y le doy vuelta. La entrada queda libre pero está totalmente vacía. Ni un alma transita por la calle y nadie, absolutamente nadie se observa a los alrededores. Miro a los costados y suelto un suspiro lento, de desgano.

 Entro a la casa de nuevo con el único objetivo de volver a mi habitación y enredarme entre el calor de mis colchas, pero, por alguna extraña razón, mi mirada se desvía al felpudo que da la bienvenida a mi hogar. Encima de este hay una tarjeta roja con letras doradas que dicen «abrir aquí». 

Me deja helada y siento los músculos retraídos. Echo un vistazo rápido a los costados de la calle y aun esta vacía. Viernes a las ocho de la mañana, en vacaciones navideñas. No debería sorprenderme la falta de tránsito por el vecindario. 

Tomo la tarjeta de un manotazo rápido y me encierro dentro de la casa. Con la llave activo el seguro de la puerta y corro escaleras arriba. Cierro también la puerta de mi alcoba, con todos los seguros que he puesto por mi seguridad durante la noche. 

Camino rumbo a mi cama y me siento al filo del colchón. La tarjeta sigue entre mis manos y al abrirla no puedo evitar soltar un grito y mi corazón acelera su ritmo. 

En letras de oro brillante, muy grandes dice lo que me temía: «Trata de disfrutar tu última navidad».





La Navidad de mi Vida | Destacada | Diciembre 2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora