Tengo el abdomen comprimido y unas inmensas ganas de llorar. Las lágrimas se unen al borde de mis ojos y comienzan su recorrido.
Me arden las ataduras de las manos, la sangre sale a borbotones y puedo sentir la calurosa humedad envolviéndome los brazos. No puedo abrir los ojos, los tengo herméticamente cerrados y, mientras más lucho contra esa fuerza desconocida, mayor es el dolor que siento. Llevo amarrados los pies, la cinta se ha pegado directamente sobre mi piel y sé que algunas partes de pellejo se han caído.
Me acomodo lo mejor que puedo en posición fetal, respiro apresuradamente y el sudor me empapa la frente y las axilas. Mi cuerpo se congela, no puedo parar de temblar pero, por alguna razón sé que nada es real.
–Despierta, Sophia –me digo. Forcejeo conmigo misma, tratando de cualquier manera, abandonar la pesadilla.
Me muevo de un lado a otro pero es inútil. El ardor en mis muñecas, mis pies helados, la sangre salpicándolo todo y mis parpados desgarrados por la fuerza, todo incrementa. Se vuelve insoportable.
Se supondría que tal cantidad de sufrimiento me ayudarían a despertar.
Lucho un poco más y suelto un grito.
Abro los ojos.
–No, querida. No estabas soñando.
Maison se burla de mí, riéndose cual psicópata. Me sujeta del cabello y alza mi cabeza.
–Nunca rompo mis promesas, Sophia –me asegura y toma un enorme cuchillo que escondía detrás de su espalda. La punta del filoso artefacto me acaricia la mejilla y Maison hace un pequeño corte cerca de mi nariz.
Me quejo un poco, tomo aire y me armo del poco valor que me queda.
– ¿Don...?, ¿dónde está Andrew? –pregunto. Él me toma, obligándome a levantarme. Ya de pie, me sujeta de nuevo el cabello y su otra mano me apretuja la cintura.
–Está muerto –señala la cama. Todas las cobijas están manchadas de su viscosa sangre. Su cuerpo no está, sólo unos pocos pedazos de piel y cabello. Quiero llorar pero logro reprimir el llanto. No permitiré que me vea soltar más lágrimas.
– ¡Oh, deja de hacerte la fuerte, puta! –ordena y tira más fuerte de mi coleta. Él me ha amarrado el cabello en una coleta muy mal hecha, está tiesa y la cabeza comienza a dolerme. Comienzo a pensar que me golpeó con algo afilado y me desgarró la piel, mi cabello debe estar rociado con mi propia sangre. –Sabes, él fue muy fácil de matar, sólo tuve que cortarle el cuello. Ni chilló, ni se quejó. Un buen cliente, me siento satisfecho –aplaude y me lanza una mirada de puro odio.
– ¿Quieres matarme y ya?, terminemos con esto –por momentos pierdo el miedo y puedo sentir algo de valor por dentro. Me suelta del cabello. Cuando frunce los labios, vuelvo a temer.
– ¿Quieres callarte, zorra de mierda? Esperé tanto para esto, ya me deshice del inútil de David y su madre... Dios, como chillaba la vieja. Debo disfrutar el momento, Sophia –.Me tira una patada en el estómago y caigo hacia atrás, mi nuca golpea el suelo y siento entumecido el cuerpo. Permanezco tirada, mi boca emana sangre y las manos me duelen con demasiada fuerza. Quizá me he roto un hueso.
Se acerca a mi cuerpo, justo por mi espalda. Con una navaja pequeña, corta las ataduras de mis manos pero me deja imposibilitada de los pies. Siguen amarrados, incluso agrega más cinta.
– ¡Levántate! –exige con un grito. Recargo ambas manos en el piso, mi sangre lo pinta de rojo, escurre y me moja las mangas completas. Apenas puedo levantarme y con mayor esfuerzo me mantengo de pie.
Se pasa la lengua por los labios y arruga la nariz. Vuelve a tomar el cuchillo, acaricia el mango y juega con el artefacto. Lo pasa entre sus dedos, de una mano a otra.
–Sería interesante asesinar a cada miembro de tu familia, uno por uno... digo, faltan horas para navidad. Puedo esperar un poco –intenta acobardarme, pienso en mi madre y padre, Tate y sus hijos. Debo ser fuerte, y, si no puedo, hacerme la fuerte. Me encojo de hombros, su ira se desata.
–No lo sé, me da lo mismo –digo en un hilo de voz, casi inaudible. Logra escucharme.
–Eso es bueno porque ya terminé con la mitad –suelta una risa. Se divierte, lo veo con odio y resentimiento –. Sólo me falta Tate, pero ese imbécil no merece la pena.
Hijo de perra. Quiero llorar, de verdad deseo tirarme en la cama y llorar. Giro la cabeza para así evitar verlo, no soportaría un minuto más con sus estúpidos chistes y alardeos.
– ¿No quieres verme?, ¿tan feo estoy? –bromea. Camina cerca de mí y me toma de la barbilla, busca mi mirada. Cierro los ojos con fuerza. – ¿No piensas mirarme?, bueno –me planta un beso. Un asqueroso beso en los labios, me resisto. Intenta profundizarlo pero se lo impido con el mayor recelo. Se separa de mí para acariciarme el cabello.
–Besas horrible –dice y me tira en la cama, de un solo empujón. Él, por gracia de Dios, se queda de pie. Sólo me analiza. Acaricia la empuñadura del cuchillo, me ve sediento de venganza. Ni siquiera parece respirar, luce tranquilo. Ensimismado en sus pensamientos. Entreabre un poco la boca y deja salir aire.
Se sube en el colchón. La tela huele a fierro y vómito. Se sienta sobre mí, a horcajadas, toma mis manos con una de las suyas y las pone sobre mi cabeza. Guía la navaja a través de mis mejillas, por mi frente, hasta mis labios. Baja un poco y roza mi cuello, a un costado del mismo comienza a hacer presión.
Arde.
Salpican unas pocas gotas de sangre, que colorean la punta de sus dedos.
–Te veré en el infierno –me dice, con la mirada perdida en algún sitio dentro de mis propios ojos.
–Vete a la mierda.
Hace mayor presión. En un movimiento rápido pasa el arma por todo mi cuello.
Sophia cierra los ojos, oscuridad. Ha muerto.
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La Navidad de mi Vida | Destacada | Diciembre 2017
Mystère / ThrillerFaltan sólo dos días para celebrar Navidad. En dos días ella podría estar muerta. Sophia tendrá que encontrar al responsable de la nota que halló debajo de su puerta esa misma mañana. La nota que decía: "Trata de disfrutar tu última navidad". Todos...