Solo cierra tus ojos

La mañana estaba lluviosa, lo notó al despertar sin siquiera abrir los ojos. ¿Para qué abrirlos si su recamara tenía las ventanas cegadas por maderos? La luz no entraba siquiera por el resquicio de la puerta así que no valía la pena subir los párpados. Todo eran penumbras; lo recordaba de cuando creía que mantener la mirada alerta ayudaría en algo. Ahora sólo sentía. La suciedad parecía una segunda piel en su cuerpo de niña, el hedor inundaba sus sentidos, el vacío lo llenaba todo. Ese espacio era solo una celda; los apolillados muebles eran sus carceleros. Suspiró. Antes de entrar en la oscuridad su mundo estaba lleno de luz. Allí había escuchado que los ojos eran las ventanas del alma... ¿por qué nunca observó bien aquella mirada de ojos azul intenso? ¿Quién habría pensado en ello de todas formas? ¿Quién hubiera esperado que la fueran a alejar de la claridad? Por eso había optado por cerrar los parpados para siempre. No iba a dejar que la poca luz restante en su ser fuera arrancada; le tenía demasiado miedo a la oscuridad. El miedo erizaba sus vellos de solo pensar en él. La mañana, el ritual, podía escuchar las pisadas del hombre al acercarse a la puerta y abrir los seguros. En esos momentos juntó con aún más fuerza los parpados sobre sus ojos color azul intenso.