Cruzar el umbral de la puerta fue como dar mis primeros pasos. Pasos que dejaban una estela de sangre en su caminar. Pasos seguros de quién se sabe vindicada. Pero el silencio definitivo que sobrevino comenzó a llenarse de nuevas voces. Mis pecados empezaron a tener voz propia. Mis demonios empezaron a pedir más sangre. Mi suciedad empezó a calar más hondo que nunca. El olor putrefacto que salía de mí era insoportable.
Mis manos se posaron en las paredes intentando recordar cuándo fue la última vez que estuve en esas habitaciones. Un largo pasillo servía de antesala a mi cárcel. Bajo mis pies se escuchó el crujir de la madera, sonido igual al que durante tanto tiempo escuché bajo el peso de él. Al final del pasillo comenzó de manera abrupta un vacío, probablemente una escalera. Tentativamente bajé los escalones, los sentí pequeños. Entonces comprendí que me encontraba en el ático de mi casa, entonces noté que yo había crecido. Recuerdo que la última vez que pasé por allí esos escalones eran más grandes y mi padre me llevaba al ático para una sorpresa de cumpleaños de la cual apenas escapé. Continué alejándome de aquel lugar, alejándome de mis demonios.
El olor comenzaba a ser insoportable. Los murmullos no me dejaban escuchar. Intenté encontrar el camino hacia el área de aseo para eliminar el olor de él que me hacía tanto daño, pero no fue posible encontrarlo. Repentinamente tropecé con un mueble de metal frío al tacto. Al posar mis manos sobre él noté las llaves giratorias que al mover trajeron a mí un nuevo olor: gas. El olor inundó mis sentidos y calmó las voces. Comencé a buscar algo con qué encender el fuego. Recuerdo vagamente que al morir las llamas consumen nuestra alma para limpiar nuestros pecados. Según las voces de seguro eso me ayudaría a ir al cielo.
Finalmente lo conseguí. El pequeño encendedor que salvaría los restos de mi alma. Me alejé de la estufa buscando dónde sentarme para recibir el fin. Las voces me instaban a terminar con mi martirio. Mas justo al encontrar la mesa el hedor latente se calmó y los murmullos callaron. A lo lejos pude escuchar lo que parecía el llanto de un bebé. Caminé apresuradamente dando tropezones hacia el sonido. Cada vez se escuchaba más alto, más cerca, más presente hasta que de momento pude distinguir de dónde procedía. Al parecer entré en su campo de visión porque de momento sus gemidos dejaron de escucharse. Con pasos cautelosos me moví rodeando lo que parecía un mueble y extendí mi mano cautelosamente.
Una pequeña manita recibió la mía con temblores y sollozos. Al instante supe que era mi sangre. El niño, porque era un niño, me preguntó muy bajito por qué estaba desnuda, por qué estaba cubierta en sangre, por qué no tenía ojos, quién era, dónde estaban sus papás. Que su mamá le dijo que no se moviera del sillón, que él no puede desobedecer porque le pegarán, pero que sus amigos le dicen que puede confiar en mí. ¿Qué amigos? Le pregunté. Imaginarios dice mi mamá, me contestó. Pero que son reales, que son los únicos que tiene, que juegan con él cuando sus padres lo olvidan por días. Amigos que le ayudan a cocinar algo cuando tiene mucha hambre, y me pregunta finalmente por qué huele a gas.
Le digo que me lleve de regreso a la cocina para ver qué le ocurre al gas. Su manita me dirige con paso seguro por el camino que acabo de cruzar a tropezones. Al llegar me dirijo a la mesa donde recuerdo dejé el encendedor. "Acércate." Le digo tanteando la mesa y sintiendo en mis dedos el pequeño artefacto. "Toma asiento aquí al lado mío." Seguidamente escucho el moviento de la silla. "Solo cierra tus ojos un momento." le digo mientras aún sostiene una de mis manos...
A la vez que presiono el encendedor con la otra.
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Solo cierra tus ojos
RandomUna historia pesada, oscura, torcida cargada de sentimientos y emociones sofocantes. Era un cuento super corto (micro relato, gracias @adularias por la clasificación) que dejaba muchas puertas abiertas, un teaser. El primero que subí porque estaba...