Capítulo 5

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La inspectora Jauregui seguía pegada a la pared de la casa, y parecía que iba a quedarse allí hasta que «la caballería», como ella había dicho, llegara.

—¿No vamos a ir tras él? —preguntó Camila, frustrada, dándole un golpecito en el hombro para animarla. Tenía que saber quién le había disparado y si la misión se había visto comprometida desde el principio. ¿Era por esto que McElroy había fracasado y Houseman había muerto?

—Debo de haberme dejado el sombrero blanco en casa —respondió Lauren, sin mirarla.

—Bueno, no lleva sombrero —dijo, muy furiosa porque ahora esa mujer se había puesto a decir cosas sin sentido en lugar de hacer algo—. No llueve.

Ella la miró, con una expresión de incredulidad y perplejidad en la cara.

—Quiero decir que no me he puesto el sombrero de heroína. Ya sabe, el bueno o buena siempre lleva el sombrero blanco. El vaquero bueno, ¿le suena?

—Oh. —«Vaya». Debería haberlo entendido, sobre todo porque no hacía demasiado que había estado pensando en el vocabulario típico de los vaqueros. Hizo una mueca para sus adentros por el inusual error  y empezó a sonrojarse—. En tal caso, puede quedarse aquí. Yo iré tras él.

Empezó a moverse y ella estiró el brazo, volviéndola a pegar contra la pared.

—Ni hablar. No he visto ningún movimiento o el humo del disparo, así que no podemos localizarlo. Ahí fuera, hay miles de escondites para un francotirador y mucho campo abierto donde sería un blanco muy fácil. Se queda aquí.

—Soy una agente federal... —empezó a decir, dispuesta a hacer valer su rango. Se sirvió de las dos manos para apartar el brazo que tenía pegado a las clavículas, demasiado cerca de la garganta. Sin embargo, el esfuerzo fue inútil; no podía con ella, a menos que quisiera recurrir a un método mucho más violento.

—Lo sé, pero no pienso pasarme horas rellenando formularios y explicando cómo acabó con una bala en el cuerpo. El papeleo del condado ya es suficientemente agotador; con los federales, dentro de una semana todavía estaría redactando informes. Se quedará donde está.

Camila apretó los labios mientras analizaba la situación, mirándola con los ojos marrones entrecerrados. Tenía que estar de su lado, pero también tenía que descubrir quién había intentado dispararla y, obviamente, no podía hacer ambas cosas a la vez.

Además, la inspectora la había retenido tanto tiempo que quien fuera que le hubiera disparado ya se habría marchado y, aunque no le hiciera caso y fuera tras el francotirador, seguramente no encontraría nada.

—Está bien —dijo Camila, al final—. Además, seguramente ha esperado tanto que ya no lo cogerá.

—Perfecto. Écheme la culpa a mí cuando redacte su informe. —No parecía en absoluto preocupada de que lo hiciera, como si no hubiera nada que Camila o el FBI pudieran hacerle en el aspecto profesional que le provocara preocupación alguna.

Camila se encogió de hombros; bueno, todo lo que pudo porque estaba pegada a la pared de la casa.

—No. No tiene sentido lloriquear y poner excusas. De todos modos, todo recaerá sobre mí.

La inspectora le lanzó una mirada inquisitiva mientras apartaba el brazo, y luego volvió a vigilar cualquier movimiento por el otro lado.

—Vaya al porche. Si el francotirador se ha movido y ha cambiado su ángulo, aquí estamos totalmente expuestas.

Camila miró a su alrededor y vio que los angulosos escalones que subían hasta el porche estaban a escasos metros detrás de ella. Lo que la inspectora decía tenía sentido, así que avanzó con movimientos ágiles hasta las escaleras, las subió y se colocó en la parte delantera de la casa. Lauren iba detrás de ella, mirando hacia las seis mientras vigilaba la parte delantera.

Misteriosa Aparición |CAMREN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora