Capítulo 6

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El equipo de los servicios especiales y los agentes peinaron la zona boscosa que había detrás de la casa del señor Santos y encontraron el punto donde, con toda probabilidad, se había colocado el francotirador, puesto que hallaron algunas hojas rotas y una rama lo suficientemente baja como para apoyar el rifle, pero de él, ni rastro. Habían determinado el ángulo mediante la sencilla técnica de clavar un lápiz en el agujero de la bala en la pared; como la bala había recorrido una línea recta de una distancia relativamente corta, el lápiz era la mejor manera de determinar el ángulo exacto del impacto y señalar con presición la posición del francotirador.

Camila se colocó en ese mismo junto, con Lauren a su lado, y estudió la geometría de donde Lauren y ella habían estado cuando le dispararon. Desde ese ángulo, Lauren estaba a la izquierda y ella a la derecha, justo frente al francotirador. La bala había pasado por detrás de ella y había impactado la pared. Si Lauren hubiera sido el objetivo, el disparo se había desviado casi un metro; dando por sentado que el francotirador tenía cierto nivel de competencia con el rifle, quedaba claro que la había estado apuntando a ella.

—Mierda —dijo, en voz baja.

Lauren arqueó las cejas.

—Mierda, ¿el qué?

—Deseaba que el objetivo fuera usted.

—Vaya, gracias.

—Ya sabe a qué me refiero. Si alguien hubiera querido dispararle, todo estaría mucho más claro. Usted vive aquí. Quizá se ha ganado algún enemigo por el camino. Puede que quien mató al señor Santos quisiera eliminarle también.

Y, en lugar de eso, Camila había perdido la última esperanza de que no hubieran saboteado la misión. Estaba auténtica y completamente sola, incapaz de recurrir a nadie porque no sabía en quién podía confiar. Ni siquiera podía regresar al cuartel general, sabiendo lo que sabía y siendo el objetivo de una amenaza; seguramente, acabarían con ella antes de que pudiera transmitir esa información crucial.

—He estado pensando en la situación —dijo la inspectora mientras la tomaba del brazo y la guiaba hasta la casa. La agarró con suavidad, de forma que ella dio unos pasos antes de darse cuenta de lo que estaba pasando. Todavía no había terminado de analizar la posición del asesino; de hecho, esperaba que le dieran un poco de privacidad para que pudiera buscar algún rastro de ADN, pero ahora no podía volver sobre sus pasos sin despertar el interés de la inspectora Jauregui, lo que significaría que no tendría ese momento de privacidad que necesitaba.

Se dio cuenta que aquella mujer era muy buena. Aquella actitud humilde cogía a la gente desprevenida. Puede que, incluso a estas alturas, no la tuviera calada si no hubiera visto la mirada gélida de sus ojos cuando la descubrió husmeando en «su» escenario del crimen, o si no la hubiera retenido pegada a la pared de la casa con el brazo, impidiéndole actuar. La necesitaba, pero tenía que ir con pies de plomo con ella.

—¿Me está escuchando? —preguntó Lauren, irritada.

—¿El qué? No ha dicho nada desde eso de «He estado pensando en la situación».

—Parecía como si estuviera en otro mundo —le explicó ella.

¿Pensaba que estaba sedada? Sin embargo, entendía la esencia de lo que estaba diciendo.

—Estaba pensando —le respondió.

—¿Puede pensar y escuchar al mismo tiempo?

—Claro. Las mujeres somos un milagro multiarea de la naturaleza.

Ella chasqueó la lengua mientras le hacía rodear un tronco que había en el suelo, aunque habría podido pasar por encima tranquilamente. Camila había leído que los habitantes de aquella ciudad eran relativamente protectores, de modo que aceptó sin rechistar la innecesaria ayuda.

Misteriosa Aparición |CAMREN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora