Candy

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Isaac le abrió la puerta.

Entraron al restaurante.

El lugar le pareció muy bonito a ella.

Sin embargo, la sorpresa fue mayor cuando descubrió que Isaac había reservado una mesa.

Cuando la vio, recordó todo lo que le habían advertido desde siempre:

No te enamores.

Es peligroso.

Él no te conviene.

Y, sin embargo, el chico que estaba a su lado se había encargado de preparar el ambiente de la mejor manera.

Velas, un sitio bajo las estrellas, con un sauce decorado sobre ellos.

Él se había tomado la molestia.

Por ella.

Se sentaron.

Hicieron el pedido.

A su alrededor no había mucha gente, por lo cual estaban bastantes tranquilos.

No sabían cómo comenzar.

No sabían, y no hizo falta decir palabra para que ambos se den cuenta de que no sólo la chica estaba nerviosa.

Ambos dijeron la misma palabra al mismo tiempo.

Sonrieron.

Se miraron a los ojos.

Durante un segundo, fue perfecto.

Hasta que ella  interrumpió.

Y la magia se acabó.



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