Capítulo 1: La pesadilla gris.

79 8 0
                                    


Se trataba de mi primer día de clase en el segundo año que llevo en Francia. Normalmente debería encontrarme nervioso, como cuando estaba estudiando en España, pero no era así. Intento pensar lo menos posible en mis amigos de España, mi familia y en algunas que otras relaciones o líos. Para que nos vamos a mentir, Madrid era una gran ciudad liberal en la cual podrías hacer gran mayoría de cosas sin que fueras juzgado. Aunque bueno, tampoco es que esté diciendo que no te puedas encontrar algún que otro gilipollas, como lo que pasó en Sol, liándome con un chico, y un viejo amargado de la vida mirándonos como si hubiera visto a Satanás. No pude evitar reírme solo. A veces pienso que no soy el único que habla o se ríe solo, no entiendo porqué está visto eso como un tipo de lapsus mental.

- Andy, a cenar!-. Esa era mi madre sacándome de mis pensamientos, como siempre. Sinceramente, odiaba a mi madre, y a su estúpido novio. Era verle la cara a los dos y se me quitaba el hambre.

- ¡ÁNDRES!

- ¡QUE YA VOY!- como odio que me llame por mi nombre completo y encima, poniéndome siempre mal el acento. - Que pesada es- pensaba en mi cabeza.

Salí de mi habitación, con cara de perro mal pulgado, pensando en el desastroso día que sería mañana y el tener que ver a la bruja de mi madre y al "terrorista" estúpido. Sí, así era como llamaba al novio de mi madre al ser musulmán y llevar una religión tan extremista.

Esta noche había hígado con arroz. Lo que menos me gustaba, por no decir que lo odiaba. Comí el arroz a toda prisa, dejando el hígado de vuelta a la olla. Lavé mis platos y me fui a cepillarme los dientes.

Siempre que voy al baño, evito totalmente mirarme en el espejo, aunque esta vez fue distinto. Siempre he tenido una baja autoestima, pero eso en realidad, no me afectaba para nada en mi gran aburrida vida adolescente con las hormonas alteradas, ya sabéis, la edad.

Empecé a pensar como he llegado hasta aquí, en Francia. Con grandes saltos temporales. Pero, todas las cosas tenían una cosa en común, todas y cada una de las mudanzas surgían por los estúpidos novios de mi madre. Eso sin decir, que me llevé el mejor regalo de todos, una preciosa cicatriz en el brazo derecho. Todo el mundo pensaba en que presumir cicatrices te haría parecer un chico totalmente duro, macarra, con el poder de hacerte respetar. Pero, eso no sé porqué llegaba a tener un efecto contrario a mi. Ah, ya sé, tal vez porque la cicatriz fue con una máquina de correr, sí, esas máquinas creadas por el demonio para que no salgas y se te congele el culo. Pues bien, yo tenía tres años y el novio tan pocas luces que era, le dio a máxima velocidad, y pues me caí de la cinta y por error mi brazo se metió por la parte de debajo de la cinta y me quemó. Yo creo que podría hacer perfectamente una seria de "1000 formas de morir gracias a los novios de tu madre". Seguía pensando en como llegué a parar aquí pero sinceramente me ponía de muy mala hostia. Así que me cogí un libro y empecé a leer para distraerme.

                                                                                                                                                           ******

Me desperté con un susto, escuchando Cellophan. Me di cuenta que era el despertador, me tendría que haber quedado dormido mientras leía.

- ¡MIERDA!-. ¡Puse el despertador treinta minutos más tarde!

Me vestí rápido, cogí el móvil, las llaves y el abono del bus. Y salí corriendo con una manzana en la boca. Ya que pan en esa casa no existía.

Llegué por los pelos al instituto, estaban justamente pasando la lista para asignar a los alumnos a sus nuevas clases, en ese momento:

- Andrés?

- Oui, c'est moi-. Detestaba hablar en francés me sentía indefenso con mi estúpido acento Alsacienne el más duro y robusto de todos los acentos que hay en Francia.

- Tu fait quoi là-bas? (¿Qué estás haciendo aquí?)

- Oh, merde, c'est vrai! Je suis pas dans cet collège. Je m'excuse, au revoir! (Oh, mierda, ¡es verdad! Yo no estoy en este colegio. Lo siento, ¡adiós!)

Se me había olvidado por completo que me matriculé en otro colegio. Y como no, para dar el punto bueno, tenía que llegar tarde.







ACORRALADO. (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora