Capítulo 3: Un paso hacia mis secretos.

58 7 0
                                    


Él fue el primero en normalizarse y ayudarme a levantar.

- Excuse-moi. Je suis entrain de charcher la rue du collège Trois-Lys dans mon portable et je ne te pas vu. (Perdóname. Estoy intentando buscar la calle del colegio Trois-Lys en mi móvil y no te vi).

Encontraba su acento más raro que el mío, algo me decía que no era de aquí, pero sabía perfectamente el idioma.

- J'fais mes études là-bas et excuse-moi aussi pour n'avoir pas regardé. (Yo estudio allí, y perdóname a mi también por no mirar de frente).

- C'est pas grave. Serieux?!... S'il tu plait tu peux me faire le faveur de m'accompagner jusqu'au collège? (No pasa nada. ¡¿ENSERIO?!... Por favor, ¿me puedes hacer el favor de acompañarme solamente hasta el colegio?

No tendría ningún problema en hacerlo la verdad, haría de todo por no estar más tiempo en esa casa de locos.

- Bien sûr. (Claro). Y le hice una mueca simpática.

Estuvimos callados, creo que por la timidez, o por lo menos la mía ya que el seguía a lo suyo como si estuviera yendo solo. Y seguía teniendo la duda... ¿de dónde era? Así que por sacar el tema y hacer más ameno el camino, empecé haciendo yo hablando (cosa que era demasiado raro).

- Et alors, tu-es d'autre part de France? (Y bueno, ¿tu eres de otra parte de Francia?).

- Non, je viens d'Espagne. Et tu habites depuis toujours en France, non? (No, vengo de España. Y tu eres de Francia, ¿no?)

En ese momento me puse nervioso. ¿De España? No conozco a un puto español en los dos años que vivo en Francia y derepente va uno, y se choca conmigo.

- Ya me estaba poniendo nervioso de hablar tanto francés.- Acabé diciendo con un suspiro.

El chico me miraba sin dar crédito, como si no hubiera visto a un español en toda su vida. Aunque bueno, no era español sino, eslovaco. Pero que naciera en España ya era demasiada razón para sentirme español, y no eslovaco porque lo dijera un estúpido documento.

- ¿Qué pasa? ¿Nunca habías visto hablar un chico español?- Él acabó riéndose.

En ese momento veía una bicicleta venir frente a mi, con una velocidad que nunca vi. Y no sabía que hacer, la calle era estrecha y no podría moverme, ya que la carretera de la derecha no dejaba de pasar coches. Hasta vi que no venía ninguno, y me fui corriendo a la carretera dejando pasar al niñato de la bicicleta malhumorado. -Suspiré con los ojos cerrados, del alivio que tenía.

- ¡CUIDADO!- Abrí los ojos del susto.

En ese momento él me tiró del brazo, haciendo que retrocediera a mucha velocidad, y nos chocáramos los dos junto al muro que había justo detrás nuestra, lo único, que él estaba detrás mía, de esta forma que el golpe fuera amortigüado.

- Lo que pasa, es que nunca hubiera imaginado a tener uno entre mis brazos.- Sonrió juguetón.

Me quedé atónito en ese momento, ¿de verdad había dicho eso? O solo era un fruto de mi estúpida imaginación.- Por favor, ¿de verdad crees que alguien como él te va a decir eso?- Decía mi consciencia con pinta de policía poniéndome una multa.

- ¿Qué pasa, te ha comido la lengua al gato?- Decía con una sonrisa divertida.

- N-no.- ¿Por qué coño estaba tartamudeando? Ni que fuera la primera vez que estuviera en los brazos de un chico.- Bueno, sigamos yendo hacia el colegio.- Él me contestó con una mirada confusa, pero enseguida se rió.

- ¿Qué te hace tanta gracia?- Le miraba irritado por mi reacción ilógica.

- ¿En serio? ¿Me lo preguntas en serio? Por favor, acabo de salvarte la vida y no me das ni siquiera un "gracias". Sus ojos reflejaba diversión, pero en el fondo algo de disgusto.

Me sentía realmente estúpido. Los nervios cada vez empezaban yendo a peor.

- Gra-gracias.-

La sensación de nerviosismo subía por mi cuerpo, provocando que la temperatura subiera, y me pusiera realmente colorado.

- Permíteme decirte que eres tremendamente guapo cuando estás así.- No podía creer que esto estuviera sucediendo.

Apenas tenía demasiadas fuerzas para cargar con tantas emociones. Ayer sufrí un ataque de agotamiento, haciendo que me desplomara totalmente. Aunque sinceramente no me sorprende, no suelo parar de hacer cosas todos los días y apenas suelo conseguir tiempo para relajarme.

- Deja de decir estupideces.

No tenía apenas aliento como para aguantar tantos nervios y sensaciones pesadas que llevaba en el colegio. Se me movía la cabeza, me sentía vulnerable.

- ¿Estás bien?- Me miraba preocupado. ¿Por qué? Apenas me conoce.

No podía contestar, ni siquiera tenerme en pie. Me volví a marear pero, esta vez, cayéndome al suelo. Pensé que me había desmayado por no haber sentido el golpe contra el suelo, pero no, ahí estaba él agarrándome, sin saber ni cuándo, ni cómo.





ACORRALADO. (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora