Hasta entonces

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El de cabellos negros tenía entre sus manos un vaso de café el cual desde hace tiempo dejó de estar caliente.
Tenía toda su atención en la joven florista al otro lado de la calle.

Sí, llevaba semanas enteras mirándola, acudiendo al mismo café frente a la florería donde ella trabajaba, ordenado el mismo café de siempre al cual le daba apenas unos cuantos sorbos, sentándose en la misma mesa cercana a la ventana sólo para verla.

Karma no sabía cómo llegó a caer en esa misma rutina después de la universidad.
Él era un estudiante del tercer año en filosofía quien hace poco se había mudado a la zona. Vivía solo en un departamento a pocas calles de allí y por el mismo hecho de vivir solo decoraba su propio espacio con flores. Eran su afición. Lo fueron desde niño y ahora mucho más después de la muerte de su hermana hace un par de años atrás.

Una vez hubo arreglado sus cosas en su nueva residencia decidió que era tiempo de colocar flores. Saliendo en busca de una florería, tuvo suerte de encontrar una a un par de calles abajo.

Hiko, la florista cuyo nombre supo varios días después, le recibió con una amplía y amable sonrisa.
El azabache disimulo su atracción hacía ella. Era preciosa; una corta y rebelde cabellera rojiza la distinguía del resto de las demás personas y que también hacía resaltar sus ojos azules y pálida piel.

-¿Buscas algo en especial? -Le había preguntado sin dejar de sonreír.

Karma se limitó a negar con su cabeza. Quedó hipnotizado con su suave voz y más aún en su sonrisa.
Veía a personas sonreír a diario pero no tan sincero como lo hacía ella.

-En ese caso puedo mostrarte unos arreglos. -Tomándolo por la muñeca lo llevó hacía el mostrador. Karma calificó aquel primer contacto como "la primera piel cálida" pues calificaba a todo el mundo de frío y frívolo.

La pelirroja le mostró varios arreglos con rosas, girasoles, tulipanes, margaritas, crisantemos, violetas, azucenas; Karma sonrío para sus adentros. Quería quedarse allí por más rato, pero aún tenía varios pendientes.
Revisando el poco efectivo en su bolsillo optó por comprar un arreglo de rosas rojas y otro de girasoles. Era un inicio, luego compraría más.

-Las rosas así me gustan más que nada. -Comentó ella entregando ambos arreglos al azabache.

Ya sabía algo se ella, no era gran cosa pero sabía ya algo.
Él se limitó a sonreír. ¿Qué debía decir? ¿Que prefería los girasoles y gardenias? No, por supuesto que no. Tal vez preguntar su nombre. Sí, eso debía hacer.
Tomando aire iba a hablar en el momento que recibía su cambio pero fue cortado por un chico de cabellos rojizos también.

-Oye, hay un pedido que debes recibir para una boda. -le había informado.

-Ya voy Hide, espera un momento. -Ella fijó nuevamente su mirada en Karma y le sonrío. -Espero vuelvas pronto por aquí de nuevo.

-Lo haré. -Respondió en un tono seguro.
Miró como la contraria fue a la habitación de donde Hide había salido dejando a este último a cargo de la tienda.

Tomando sus flores, Karma se fue sin decir nada o sonreír siquiera.

Acudía a la florería tres veces a la semana y sólo entraba en esta si la pelirroja estaba. No le había agradado el contrario, quien descubrió luego que era su hermano.

-Se llama Hiko.
Le había dicho la mujer que le servía el café que él siempre ordenaba. Usaba aquel negocio como punto para verla a diario discretamente sin parecer un acosador.

¿Acaso lo era? No, él trataba de no creer eso. Cuando iba a la florería iba con el propósito de comprar sus flores semanales.

Sí, era por eso y sólo por eso...

¿No?

Claro.

Debía ser honesto consigo mismo. Hiko le gustaba.

Pero, ¿cómo decírselo? Apenas hablaban cuando él iba a la tienda. Siempre fue de pocas palabras. A ella parecía no importarle. Le aceptaba como era. Tal vez por eso y por muchas cosas más él se sentía atraído por ella.
Eran distintos. Completamente. Eso le atraía. Pero, su problema, era que no era capaz de hablar. De expresarse sobre lo que piensa. "Qué ilógico" se burlaba de sí mismo.

Karma espera ansioso por estar con ella. Por poder besarle con ternura, abrazarla con fuerza. Y, por qué no, tal vez incluso en un futuro, entregarse de tal forma en que sus pieles fuesen una sola. Haciendola saber que todo es insignificante en ese preciso momento cuando se encontraba con ella. Que ella era su todo en ese momento...

Hasta entonces, él se conforma con mirarla desde aquella mesa, pensando en sus posibilidades de que ella correspondiese a su sentir.

Sensitive Theatrical ●[CANCELADA]●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora