Capítulo 1

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Escuchó los golpes amortiguados. La desesperación se percibe a través de la puerta de madera pero no puedo apreciar la voz. Siento una opresión en el corazón y no distingo mis propias manos, de hecho dudo que sigan donde deberían estar. Mis ojos ya no enfocan con claridad.  A estas alturas,  no se oyen los golpes, ni los gritos desesperados. Ahora  no puedo escuchar ni mi respiración.

-¿Mía?- escuché su voz lejana. –Mía, ¿me escuchas?

-Deja que recobre el aliento

No sabía dónde estaba. Pero el inmenso dolor en mi estomago se hacía presente.

-Quiero que me mires- dijo la voz masculina cuando notó mi movimiento, pero yo no quería abrir los ojos. –Mía, haz lo que te digo

Duré unos segundos en obedecer. Mi madre y Dave me miraban absortos.

-Tu nombre completo- murmuró Dave cuando me recobré. –Dímelo.

-Mía Anger

-Edad

-26

-¿Sabes quién soy?

-El idiota de mi doctor

-¡Melinda!- vocifero mi madre, indignada. Dave sonrío.

-Veo que conservas tus ideales- su semblante se endureció. –Última pregunta.

-Escúpela

-¿Cuántos intentos de suicidio llevas?

-Pues con este, van dieciséis- contesté despreocupadamente.

-¿Por qué volviste a intentarlo? Siempre llegamos a tiempo.

-Bueno, ¿qué no dicen “la dieciséis es la vencida”? Oh cierto, esa es la tercera, creo que estoy muy arriba del promedio.

-Cállate- susurró mi madre. –No lo tomes a juego

Cerré los ojos.

-En un segundo traerán tu comida- Dave se había dado por vencido, como siempre.

-Sabes que odio esa cosa a la que llaman comida- no me preocupé por abrir los ojos.

-Cherry se esfuerza, eres su cliente frecuente- Cherry era la cocinera del hospital.

-Pues sigue cocinando del asco.

-Ya no puedo más- inquirió mi madre. Escuche sus pasos alejarse, el chirrido habitual de la puerta al abrirse y posteriormente el pestillo cerrándose.

-Terapia- susurró mi doctor. –Tendré que subirla a 2 horas al día

-Sabes que me importa un carajo lo que Michael diga

-Albergo esperanzas.

-Eso está por verse.

Dave suspiró pesadamente. Esta discusión había acabado.

-Melinda, siéntate por favor.

Me dejé caer pesadamente en la silla, no tuve la decencia de enderezarme o cruzar la pierna como lo haría cualquier chica de mi edad.

-¿Cómo estás?- preguntó Michael, mi psiquiatra

-¿Qué no se nota?- inquirí sarcásticamente. Rió pesadamente.

-Debes cambiar tu actitud, querida.

-Michael, he estado aquí la mitad de mi vida, conozco a toda tu familia, se todos los escondites que tienes en tu escritorio, se tu nombre completo, tu edad, tu cumpleaños, se hasta que tienes dos matrimonios, ¿podrías dejar de hablarme como si fuera la primera vez que nos vemos?

El  doctor se puso tenso, colocó los codos sobre el escritorio, echó todo su cuerpo hacia adelante y me miró desafiante.

-Perfecto, basta de formalidades. ¡¿Cuál es tu problema?!- solté una carcajada, él me miró, incrédulo. -¿De qué te ríes?

-De lo fácil que te sometes

-¡¿Dieciséis intentos de suicidio?!- ignoró mi comentario. -¿En qué diablos estabas pensando?-gritó.

-Que sería el último- abrió sus ojos cual platos.

-¿Qué te orilla a hacerlo?

-¿Para qué vuelves a preguntarlo? Jamás te he contestado esa pregunta, ¿por qué cambiaria ahora?

-¿Qué no entiendes que quiero que esta situación cambie? Quiero verte crecer sin el temor de volverte a ver frente a mi escritorio con una nueva herida abierta- inconscientemente jalé las mangas de mi sudadera hasta tapar mis muñecas. –Quiero verte reír, pero no de ti misma y de tu situación, quiero que seas feliz…

-Blasfemias- interrumpí.

-¡Basta!- gritó. Parecía fuera de sí. –Estoy harto de tus niñerías, de tu maldito sarcasmo y de que no te ayudes a ti misma. Te haré una pregunta y pondrás todas tus fuerzas… ¡QUE TE CALLES!- vocifero al ver que yo abría la boca para protestar. Me quedé callada al instante, jamás lo había visto tan enojado, la vena de su sien estaba hinchada, daba la impresión de que explotaría de un segundo a otro. –…para contestarme correctamente. ¿Cuándo comenzó todo? ¿Cuándo fue la primera vez que te heriste a ti misma?

Al instante, mi mente regreso al pasado.

<<El agua caía sin rumbo sobre mi espalda desnuda. Su roce asemejaba cristales rompiéndose al entrar en contacto con mi piel. Cerré los ojos y me sumergí en las infinidades de la tina, llena hasta el tope. Por un momento la idea de morir ahogada me pareció accesible.

<<Al cabo de un minuto sentí la necesidad de que el aire entrara en mis pulmones vacios, pero permanecí quieta bajo el agua helada.

<<Pensé en mis problemas, en las palabras que todos usaban para dirigirse a mí, recordé a mis “amigos” y el hecho de que nadie se preocuparía si ya no salía de la bañera. Una fuerza ajena a mi me hizo salir. Respiré apresuradamente.  Sentí un extraño alivio al inhalar el aire fresco. Por un segundo me alegré de haber salido, por decidir vivir… pero de pronto el odio se apodero de mí.

<<Volteé instintivamente a ver mi pantalón de mezclilla, introduje mi mano en el bolsillo trasero y saqué un pequeño paquete rectangular, lo abrí con dificultad hasta tener en mis manos una navaja peligrosamente afilada.  “Pero, ¿qué estás haciendo?”  Un sentimiento de miedo asalto mi corazón, ¿sería capaz de provocarme dolor a mi misma? Las burlas inundaron mis oídos, lágrimas de rabia recorrieron mis ojos, adoloridos a causa del agua. “Hazlo” ordenó mi mente.

<<Levanté la navaja y la contemple en silencio. Me la llevé a la muñeca, pero antes de aplicar la fuerza necesaria para provocarme dolor, tocaron a la puerta.

-Mía, ¿dónde dejaste mi mascada?- la voz de mi madre se escuchó claramente.

-En el tercer cajón- sentí un nudo en la garganta. No podía creer que ella no se percatara de mi situación.

-Gracias.

<<Miré la navaja, descansando sobre mi piel. “No, esta no es la ocasión” pensé mientras despegaba el metal frio de mi muñeca. Pero eso no era todo.

<<Me llevé la mano a la pierna y ahí apliqué la fuerza necesaria para que la navaja se introdujera en mi piel. El dolor se hizo presente mientras mi sangre se diluía en el agua. De pronto el dolor se convirtió en alivio…

-¿Mía?- su voz me hizo volver a la realidad. -¿Recuerdas cuando comenzó todo?

Dudé. Hubo una parte de mi que quería decirle todo, pero otra parte de mi, la más fuerte, me detenía y me mostraba que era una idea estúpida.

-No- mentí. Había caído, sometida por mi propia mente.

Fighter (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora