Capítulo 3

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Había tocado una fibra débil en mi corazón. A decir verdad, no me gustaba, pero me agradaba la idea de poder desahogarme de otra manera, aunque fuera la más patética de todas.

Mis ojos se inundaron, una sola lágrima salió y fue el principio de un mar de sentimientos rotos.  Me levanté y entré al baño del consultorio de Michael, cerré con seguro y me acosté en el suelo.

Siempre aparentaba ser fuerte. Era algo que amaba, la fortaleza. Pero esa no era razón para que el mundo entero se volviera contra mí. Era frágil. Demasiado. Las palabras penetraban mi corazón y se quedaban encapsuladas, causándome un dolor constante.

<<Tenía dieciséis años.  

Ese día había tomado la decisión de ir muy arreglada a la escuela, claro, en lo que cabía de la palabra. Me había dejado el largo cabello negro suelto, deje que tocara mi cintura sin oponer resistencia. Pinté mis uñas, me puse unos shorts, una blusa holgada y un poco de rímel en las pestañas. Me sentía bonita, por lo menos así me veía yo.

Llegué al colegio con una sonrisa dibujada en mi rostro. La gente me miraba y, en cierta forma, me gustaba.

Entré al salón y me senté en mi sitio de siempre, saqué un libro y me enfrasqué en la lectura. Todo iba perfecto…

-¡Jane!- gritó Sarah, la chica “perfecta” de la escuela. La reina de los bailes, presidenta de la Sociedad de Alumnos, novia del chico más guapo del colegio, la envidia de todas y todos.

-¿Qué pasó querida?- Jane, era la segundona, siempre viviendo tras la sombra de la “Abeja Reina”

-¿Viste lo ridícula que se ve Melinda?- primer golpe. Jane soltó una sonora carcajada. Sentí la mirada de todos los miembros del salón clavados en mí.

-Bueno por algo dicen “aunque la gata se vista de seda, gata se queda” ¿o no?- segundo golpe. Todos se rieron comandados por la mayor escoria del colegio.

-¿Sabes? Muchos me han dicho que ella quiere parecerse a mí, Apoco no es patética- golpe número tres. La gente no solía comprender que dolía muchísimo más una palabra hiriente a una bofetada, era algo que simplemente no entendían.

Permanecí escudada detrás de mi libro, asiéndome la omisa. Escuché los pasos de ambas acercándose a mí. Sarah me arrancó el libro de las manos y lo aventó al suelo como si fuera un papel arrugado. La miré con una mezcla de odio y asco.

-Nunca serás nadie, seguirás siendo la misma chica estúpida de la primaria, nadie nunca va a quererte y te consta- el corazón comenzó a dolerme. Sentí como mis ojos se inundaban y por desgracia no pude detenerlos. Lágrimas de dolor escapaban de mis ojos, mientras en las caras de Jane y Sarah se dibujabas sonrisas sádicas.

-¿Qué pasó bebita? ¿Te duele que te digamos la verdad?- inquirió Jane entre risas. –Pues acostúmbrate- me levanté de mi asiento, la empujé, tomé mi libro y salí corriendo.

Mientras salía del salón escuchaba las risas de mis compañeros, acompañadas de palabras como “patética” “bebita” “rara”…

Llegué a mi casa y subí rápidamente a mi habitación. Me encerré en el baño y me solté llorando.

“¿Por qué es tan difícil quererme a mi misma?” preguntaba al espejo. Examiné mi reflejo. Mi cabello se había esponjado y enmarañado, mis ojos estaban enrojecidos y el rímel se había corrido, dibujando el camino que habían seguido mis lágrimas al caer por mi rostro. Arranqué el espejo y lo aventé al suelo, el cristal voló por todas partes, destruido en mil pedazos. Tomé unas tijeras mientras me sentaba en el suelo. Comencé a tomar secciones de mi cabello y las corté sin el menor cuidado. Mechones de este caían a mí alrededor. Al terminar, mi larga cabellera negra, había quedado reducida a un corte irregular que llegaba hasta mi nuca.

Fighter (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora