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Amelia:
Después de clases volví a casa y me quedé un rato hablando con mi madre, mientras disfrutabamos de unos deliciosos brownies que ella había preparado. Había que admitir que era una excelente cocinera. Más trade, subí a mi cuarto y me dispuse a hacer los deberes y a eso de las ocho, Alessandra, como todos los días, me llamó y comenzamos a hablar de varios temas en general.
Me gustaba mucho hablar con ella, era entretenido, divertido y en cierto modo, relajante.
Tras la llamada que duró algo menos de una hora, bajé a la cocina para cenar con mis padres, como regularmente hacía, a no ser que me fuera a casa de Alex a dormir.
Terminé de cenar y me despedí de mi madre y de mi padre con un beso en la mejilla y un perezoso "buenas noches".
Puede que fuera increible, pero solo eran las diez y yo ya estaba que me moría.
Me duché, me puse el pijama, arreglé mis libros, me metí en la cama y apagué la luz.
Como siempre, esperé a que las pegatinas en forma de estrella, comenzaran a brillar. Me quedé un rato mirandolas y recordando porque las había puesto.
*-¿Mami, mami podemos moner algo que de luz a mi habitación?-pregunté con los ojos llorosos mientras paseabamos por los pasillos del centro comercial. Desde que había comenzado a dormir sola, tenía miedo de la oscuridad y quería que algo alumbrara las frias paredes de mi cuarto.
-Claro cariño, no llores, enseguida buscamos una lamparita o algo. ¿Vale, mi cielo?-me dijo mi madre, yo entusiasmada asentí.*
Todabía nos recordaba a mi madre y a mi pasear por los amplios pasillos llenos de estanterias con distintas lamparas, claro que como una niña bastante peculiar, no quise una lampara. Mis ojos se posaron en las pequeñas estrellitas de goma y no dude en preguntarle a mi madre que eran, pues no era tan tonta como para no saber que no eran realmente estrellas.
Mi madre miró lo que había señalado y... aun podía recordar la tristeza reflejada en su rostro. Me explicó con suma angustia que aquellas pegatinas brillaban en la oscuridad de la noche y que se utilizaban para pegarlas por el techo, así, cuando se apagara la luz, estas simularian un cielo estrellado. Me ilusionó tanto la idea de tenerlas en mi habitación que no dude en suplicar por ellas. Nunca supe porque mi madre insistió tanto en intentar hacerme cambiar de idea. Por supuesto yo era cabezota y terminé cansando a mi madre con mis suplicas y las compró.
A veces se acosta conmigo y apagamos la luz observandolas y ella cree que no me doy cuenta, pero al contrario que mi expresión, la suya refleja agonía, tristeza, vacio...
Absorta en mis pensamientos, cai rendida al sueño.
Al día siguiente me desperté con uno de los caracteristicos soniditos de un despertador samsung. Yo al contrario que otros muchos adolescentes, no quería tener una canción que me gustase o acabaría seguro por aborrecerla. Sinceramente para mi la forma mas facil de odiar una canción,era ponersela de despertador.
Me fui al baño para asearme y hacer todo lo necesario, que supuestamente todos hacemos y después me dirigí al armario para elegir mi atuendo muuuy elaborado.
Escogí un sueter largo de color blanco ,con borrego por dentro, y unos leggins negros junto con mis Timberland de color pastel. Sí,... muy elaborado... Recogí mi mochila negra que se encontraba al lado de mi escritorio y bajé a desayunar. Grité un "buenos días" a los cuatro vientos, pues sabía que los tres que vivíamos en esta casa, ya estábamos despiertos. Recibí una respuesta de mi madre que estaba haciendo el desayuno y otra de mi padre que estaba sentado en una silla, en la cocina, junto a mi madre. Me senté en frente y mi madre posicionó un plato con una tostada de aceite y un vaso de leche delante de mí.
Devoré rápidamente el desayuno y fui al baño para lavarme los dientes y cepillarme un poco mi pelo castaño, el cual caia por mis hombros, espalda y pecho, como cortinas, lo tendría más o menos hasta casi el coxis.
Terminé y miré al espejo, dandome de pleno con mi reflejo y repasando cada detalle de este. Tenia la cara alargada y fina, la nariz pequeñita, los labios rosados, ni muy finos ni muy gruesos y los ojos grises como los de mi madre. Una de las pocas cosas que apreciaba de mí, eran mis ojos... profundos, claros y reveladores. Muchos decian que era un libro abierto debido a mis ojos. Los describian como cristales, por los cuales podias ver con total claridad todas y cada una de mis emociones.
No sabía si aquello era bueno o malo, entre eso y que no sabía mentir...
Otra alarma sonó y me hizó saltar del susto. Cogí mi telefono y deslizé mi dedo indice por la pantalla, acallando así a la alarma que me avisaba cuando tenía que irme al colegio. Salí rápido del baño, cogí la mochila y chillé un adios que fue correspondido de inmediato. Cerré la puerta a mis espaldas y me dirigí hacia la parada del bus. Una vez allí, esperé hasta que este llego y subí. Fui hasta la parte de atras y me coloqué los auriculares. El autobus, no tardó mucho en estacionar frente a la parada que había en frente del colegio. Alex ya estaba parada frente a esta esperando a que bajara. Nos saludamos con un abrazo y nos dirigimos hacia la entrada, atravesando el gran parking escolar para aquellos con suerte y coche.
Iba caminando y fingiendo que escuchaba a mi amiga que charlaba sin parar, cuando oi el motor de seguramente una moto, rugir. Me llamó la atención, ya que normalmente a este instituto de pijos, nadie tenía moto, es más, no estaba muy bien visto. Muchas otras personas tambien se giraron en dirección al sonido y seguro todas se quedaron petrificadas al divisar lo mismo que yo.
Un chico de aproximadamente veinte años, se quitaba el casco y con una mano despejaba su pelo rubio ceniza hacia atrás. El chico ignoró las miradas interrogativas y algunas insinuantes, pues parecia atractivo a pesar de la cierta ditancia , de los presentes y se dispuso a observar a las personas. Sus ojos se movían de un lado a otro, como si estuvieran buscando a alguien. No tradó el dirigir su mirada hacía donde me encontraba yo y me encontré con sus ojos... eran marrones. No se porque aquello me decepcionó, pues me los esperaba verdes, azules o de algun color más llamativo. Aun así sus ojos estaban vacios y tristes.
Pareció estudiarme unos segundo y cuando terminó su semblante se relajó y su ceño, anteriormente fruncido, volvió a la normalidad. ¡Vaya! De frente era incluso más apuesto.
De subito el chico de semblante serio, se volvió a poner el casco y a arrancar la moto, para después desaparecer entre las calles.
...
¿Que demonios habia sido eso?

RetributionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora