Prólogo.

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•Hace un año•Narra Kasai

Un fuerte ardor sacude mi pecho. Es cómo si el aire me ahogase. Lleno mis pulmones de oxígeno, para luego volver a expulsarlo.

Todo está a oscuras. Intento abrir los ojos poco a poco. Una luz ciega mi rostro por completo. Mi vista tarda en adaptarse a esa cegadora luz.

-Chico, ¿estás bien?-Esa voz. Suena tan rota. Tan dolida. -Hey, ¿estás bien?-Vuelve a preguntar. Mi garganta hace un intento de "sí", pero termina sonando como un leve quejido.-No te preocupes, todo va a estar bien.-Mis ojos vuelven a cerrarse. No he llegado a ver el rostro de la persona que me hablaba. Creo que estoy perdiendo el conocimiento de nuevo...

♦Horas después♦

Despierto, alterado, en una habitación desconocida. Mi respiración es agitada. Miro a todas partes, la habitación es bastante sencilla. Una silla a mi izquierda, una pequeña cómoda a la derecha,un espejo empotrado al lado de la puerta, la pequeña cama en la que descanso y un simple escritorio. Miro detenidamente la habitación. No hay fotos. Me levanto de la cama y me fijo en que sólo tengo ropa interior puesta. Busco por todos lados cualquier cosa que sirva apara taparme. La puerta se abre y yo sólo sé saltar a la cama para esconderme debajo de las sábanas.

-Pero mira quién se ha despertado. -Es esa voz otra vez. Asomo la cabeza por encima de las sábanas y me fijo en la persona que acaba de entrar. Es una anciana de unos 60 años. Tiene el pelo gris y corto, los ojos castaños y una sonrisa que transmite calma. Me fijo en lo que trae en las manos. Una caja. -Perdona si te he asustado.-Amplia más su sonrisa, eso me reconforta.-Soy Ayame, ¿cómo te llamas?-Pienso un momento en si debo responder a las preguntas de una desconocida. Aunque, al fin y al cabo, es una simple anciana.

-Soy Kasai.-Mi tono es muy serio. La anciana se sienta en una esquina de la cama.

-¿Cuántos años tienes, Kasai?

-Dieciséis...-Digo con cierto desdén.

-¿Sabes lo que te ha pasado?-Trato de ser más "amigable" con la anciana.

-Yo..., no sé nada desde que desperté aquí.-En mis ojos se podría ver la mentira a distancia, pero la anciana no llega a notarlo, o eso creo.

-Bueno, te he encontrado hace unas horas, inconsciente, en un parque.

-¿En un parque?-Todo esto me parece muy raro... Espera. Me habían dicho que no debía juntarme con humanos.

Mierda....

-Toma.-Me tiende la caja que traía consigo. La miro con desconfianza, no puedo confiar en los humanos. Me mira sin entender nada. Deja a caja en la cama y sonríe de forma jovial.-Bueno, si necesitas algo, estaré en el salón.-Se levanta y camina, despacio, hacia la puerta. Sale del cuarto y vuelvo a quedarme solo. Mi querida soledad.

Miro en todas direcciones, en busca de algo que me diga dónde estoy. Nada. Solo estamos la caja y yo. Después de estar varios minutos mirándola, me decido por abrir la caja. Lo primero que encuentro en su interior es una nota. Comienzo a leerla en voz alta.

-"Kasai, tu madre y yo estamos hartos de tu comportamiento. Eres una deshonra para nosotros, nos has demostrado que no vales para hacer nada. Incumples tus obligaciones día a día, y eso no puede continuar así,como ya te contamos hace muchos astros, te hemos mandado a la Tierra para que aprendas algo de disciplina. Esperamos que así cambies tu forma de ver las cosas. En la caja está todo lo necesario para que puedas vivir. A pesar de todo, te queremos."-No estoy seguro de qué es lo que me enfurece más en estos momentos, si las continuas mentiras de mis padres, o este castigo. Arrugo la carta de papel y la tiro, enfurecido, lo más lejos que puedo de mí.-Podéis iros a la mierda, los dos.-Miré el resto del interior de la caja, encontrando en ella una muda de ropa, bastante oscura, un papel con una cuenta de banco anotado y un teléfono móvil.

Esto último no lo necesito. Dejo el móvil en el fondo de la caja y saco la muda de ropa. Me visto rápido. Coloco la extraña ropa entorno a mi cuerpo. Cuando acabo, me acerco al espejo, observando mi nueva imagen. A partir de ahora seré Kasai, el humano.

• Un año después•

Sigo agarrando la mano de la persona a la que más quiero el este maldito y cruel planeta.

Sonrío, tratando de no darle importancia a su actual situación.

-No se preocupe, Ayame, todo va a salir bien.

Cierro los ojos, tratando de creerme mis propias palabras, mientras escucho los continuos pitidos de la maquina que me indica su pulso.

- Ahora tengo que marcharme, pero volveré a visitarla, se lo prometo.-Digo soltando su mano y alejándome de la camilla en la que se encuentra.








Dioses caídos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora