Prologo

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Una vez escuché que cada persona es importante en esta vida. Sea buena o mala, pues sus acciones desencadenan un efecto domino que en consecuencia nos lleva a mantener el equilibrio. Creo en eso. De hecho, estoy segura que eso es así. Sin embargo, a dicha idea le falta una arista. No todos somos importantes en esta vida. Algunos sólo estamos para rellenar el mundo. Y como tal, por tener esa condición tenemos el único privilegio de elegir cuando irnos. Supongo que este es mi momento. Se pueden cortar todas las flores, pero no se puede detener a la primavera. No estéis tristes. Os quiero.

El característico sonido atronador de la sirena de la ambulancia cortó el silencio apaciguador de una madrugada. Atrás de este venía un coche a toda velocidad intentado acaparar la menor cantidad de tiempo. Las llantas de ambos transportes rechinaban contra el pavimento logrando, definitivamente, llevarse toda la tranquilidad.

-¿Crees que lo logre?-Le preguntó uno de los paramedicos a su compañero quien llevaba la cuenta de las pulsasiones.

El interpelado miró el cuerpo de la chica. Le vio los labios casi sin color, al igual que el rostro. Recordó la manera en como la habían encontrado, entonces supo la respuesta.

-No lo se...-Agitó la cabeza contrariado. Sus años de experiencias no sirvieron para siquiera dar una respuesta.

Él no dio la respuesta, pero sí lo hizo la maquina, la cual comenzó a pitiar incontrolablemente anunciando la ya supuesto: La muerte.

-Está entrando en un paro-respiratorio. No tenemos todo lo necesario aquí. Es primordial que lleguemos cuando antes al hospital-Le indicó el que estaba más próximo a ella. Él mismo que había dado un no lo se.

En eso la ambulancia derrapó en un sientiamen, y se estacionó. Cuando las puertas traseras fueron abiertas, y luego ambos paramedicos bajaron la camilla, un medico junto a un estetoscopio apareció. No hubo muchas palabras para dar un explicación sino que rápidamente trasladaron a la paciente hasta la sala de emergencias.

Seguido de que los paramedicos se quedasen pasmados tras ver como se llevaban a la chica que segundos atrás habían estado intento salvar, el coche que seguía la ambulancia se estacionó cerca de la ambulancia. Dentro de él se bajaron dos personas. Una mujer con la mirada levantada y con las cejas fruncidas. Y un hombre con la vista gacha mientras se apretaba las manos.

El medico que se había hecho cargo de examinar la llevó por el trayecto acompañado de un enfermero, el cual no paraba de mirarle el rostro a la chica y recordar a su nieta de tan solo quince años ¿Cuántos años tendría esa chica? No se veía muy grande, debía ir recién en el instituto. Volvió a observarle y se le hizo un nudo en la garganta tras que una pregunta se le formulase en la mente.

-Doctor...¿Cree que se salve?-Le preguntó al medico.

El medico por primera vez miró directo al cuerpo de la chica. Su rostro era común. Ella era común, después de haber visto a tantos pacientes, sabía lo que era normalidad de físico y por supuesto ella calzaba en eso. Su observación le permitió darse cuenta de algo: la chica a pesar de traer ropa puesta estaba completamente empapada.

-¿Por qué está mojada?-Preguntó en vez de responder a la pregunta.

-Le encontraron dentro de una tina.

¿Dentro de una tina? Y él que pensaba que se había caído a un lago, o algo similar. Dentro de una tina, la respuesta de que había ocurrido con esa chica era obvia. Sintió un cúmulo de rabia, y no se permitió mesclar su vida personal con su trabajo. Tiempo atrás se había prometido salvar la vida de fuese quien fuese, aunque el sujeto quisiese desperdiciarla...

-Señor...

-No lo se, Aurelio. Pero por como luce...¿Es usted creyente?-Le preguntó el medico al enfermero quien dio un asentimiento-Pues bien, entonces rece.

En ese instante su conversación fue cortada debido a que el medico entró a la sala de emergencias dejando completamente solo al enfermero. Solo y con una sensación de incertidumbre en el cuerpo. Eso, y un viento helado.

-¿Por qué está mojada?-Preguntó uno de los aprendices de medico. No tenía más de veinte y ocho años. Su pregunta no tuvo respuestas. Bueno, quizá la tuvo si una mirada enojada cuenta como tal. El mensaje era simple, no hagas preguntas estúpidas y dedícate a salvarle la vida al paciente.

Los segundos fueron cruciales. Los médicos iniciaron todo el procedimiento necesario para mantenerla con vida. Limpiaron su estomago, intentaron que la infección no comenzace, analizaron sus signos vitales. Todo iba bien, hasta que un pitido ensordecedor indicó la señal perturbadora, la señal que indicaba que todo el trabajo había sido en vano, y que este comenzaba a dar su retirada, dando una vuelta en ciento-ochenta grados sin importarle en volver. Era la señal de muerte.

-Está entrando en paro-cardio-respiratorio-Explicó el medico principal. El mismo que la había recibido. Le pidió a sus ayudantes que arreglasen todo lo necesario para la reanimación. Y así ellos hicieron. Sin embargo, no hubo caso. El pitido continuó sin estar decidido a detenerse. Continuó y continuó. Por ende, no les quedó más que mirarse entre ellos mientras se daban una mirada de derrotar. Nunca era sencillo perder a un paciente, más cuando era aún joven.

-Te toca a ti a avisarle a la familia-Le dijo el de mediana edad al más joven.

-¿Qué? La vez pasada fui yo-Respondió el más joven con la voz cortada. Un estremecimiento el pobló el cuerpo. La mirada, el desplome, el llanto, los gritos y la culpa. Nunca era sencillo avisarle a un familiar la muerte.

-Ya sabes muchacho, el trabajo es duro-Le dijo el mismo hombre de recién. Le dio una palmadita en el hombro. Y después se dispuso a retirarse al paso que se quitaba los implemento de operación.

El más joven miró al medico encargado. Este se encontraba a pocos pasos detrás de él ordenando todo lo necesario para trasladar el cuerpo. De nuevo, un estremecimiento. No habían pasado más de treinta segundos y sentía como la muerte les rondaba. Era nuevo en eso. Por lo que sabía siempre al comienzo se sentía así. Dejó a un lado sus cavilaciones y se dispuso a caminar en dirección a la sala de espera. Más que nunca no agradeció la cercanía de esta sala con la de emergencias. Era sencillo cuando era una buena noticia. En cambio, cuando era una mala. No tuvo el tiempo necesario para procesar como le diría a las dos personas que estaban sentadas el diagnostico, ya que ellas subieron la mirada y rápidamente llegaron junto a él. Supo que no había habido necesidad de compartir palabras cuando la mujer comenzó a agitar continuamente la cabeza. Luego, todo vino inexorablemente: El grito, el desplome, el llano.

El medico encargado estaba por atravesar el umbral de la puerta cuando un sonido estrepitoso le llegó ¿Un sonido? ¿Estrepitoso? Sus oídos comenzaron a dolerle. Entonces tuvo que hacerle frente a la situación. El monitor de signos vitales había dado señales de vida. Sin embargo, eso...eso era imposible ¿Cómo serlo si la chica había estado muerta? En cuestión de segundos se obligó a despabilar.

-Enfermera-Gritó. Pronto una mujer llegó-Avísele al doctor Elarti que la muchacha del box cuatro ha vuelto.

-¿Qué ha vuelto? ¿Cómo?

-¡Vaya, y avísele!

Esto es imposible, pensó cuando volvió a mirar el monitor de signos vitales dando señales.


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