II

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El día 19 de Octubre marcaría la diferencia, o así pensaba Marie Velanik entonces, esperaba que Steiner hubiera descansado lo necesario, pues a la Dama Roja la tortura empezaba temprano. Con la poca fuerza que tenía, pero suficiente, se vistió y bajó, por más tortura que haya entremedio, ella tenía que servir como siempre y todos los días, la unica alegría que podía tener era que Steiner, saliese como saliese, iba a estar sonriendo y demostrando que todo puede arreglarse. Pero todo tenía que arruinarse tan gravemente...
Steiner estaba sentado en el centro de la cocina, nadie había entrado anteriormente mientras la Dama Roja daba su tiempo a la tortura, tenían que hacer todo a fogata y parrilla porque no había forma de acceder a la cocina, y en esa primera vez en días que no entraba solo podía pensar en agarrar a su compañero y huir. Estaba amarrado a la silla de muñecas y tobillos, sin camisa y con un taparrabo como única vestimenta, su respiración era pesada y entrecortada, estaba lleno de marcas de todo tipo de lastimaduras, ninguna que no haya visto antes: cortes, moretones, punzadas, todas sangrantes en diferentes partes de su cuerpo, ahora pensaba que su Lady le había tenido más piedad que a cualquier otro y a Steiner absolutamente nada. No tenía palabras para consolarlo, no podía describir a su compañero en ningún aspecto más que lamentable, y, estando más cerca de él, pudo ver marcas nuevas: arañazos y mordidas por todo su cuerpo en musculos bastante sensibles, todos los cortes y punzadas estaban en lugares bastante sensibles de su cuerpo, lo único sin dañar era su cara.
Pudo ver, también, los utensilios de tortura que su Lady había usado, consistentes de pimienta roja, sal, licor, cuchillas, tenedores y, Diós sabía para qué, una cuchara de sopa que no era menos sangrienta que los demás elementos; se agachó, lo desató y se posó sobre su regazo, estaba llorando de nuevo y peor que la noche pasada, solo que en un silencio que parecía lamentar por un muerto. No había pasado mucho tiempo allí dentro hasta que sintió una punzada en la nuca fantasmal que la hizo darse vuelta donde estaba la puerta.

-¿Tanto debería esperar Yo por una taza de té?-

Era Lady Rozzo que había asomado solo la mitad del rostro por la puerta de la cocina. Su mirada no había cambiado mucho de la original que ella conocía desde hace años, pero sabía que desde el día anterior ya no era más su hermanita y Steiner ya no era su "amigo especial"

-No, Milady, en un momento lo tendrá listo y fragante- respondío Marie con toda la firmeza que podía sacar en ese momento -¿le puedo pedir permiso para atender a Steiner luego de llevarle el desayuno?-
-Sí-

Steiner no estaría en mejores condiciones para cuando fuera vendado y tratado por la sirvienta, no podía casi ni moverse, temblaba como muerto del frío y estaba caliente como una salamandra, ocasionalmente perdía el conocimiento por unos instantes y despertaba en cualquier otro, le caía un ocasional hilo de saliva de la comisura de sus labios y casi no podía beber agua de las pesimas condiciones en las que se encontraba. Y ella se encargaría de lavarlo, vestirlo y recostarlo en un sofa del vestibulo donde tendría que limpiar para no perderlo de vista, esperando que de un momento a otro que tirara una carcajada, se quejara por verla haciendo todo el trabajo duro, que encendiera un tabaco y se pusiera manos en la obra o, por lo menos, que dejara de ver en el vacio y le hablara como siempre hacía.

El Duque nuevamente se presentaba ese día, de la misma manera que el día en que inició la tortura, la cocina ya estaba limpia para entonces por lo que no habría problema alguno de vista principal, había llegado con las mismas carcajadas de maravilla y dejó el caballo atado cerca de los comederos por su cuenta al no haber encontrado al sirviente principal de la vez pasada... y Marie Velanik tampoco se presentaría.

-No importa que tenga que atar mi propio caballo, después de todo lo hago por mi cuenta por lo general- le decía el Lord Bardo a la par que dedicaba un callado beso en la mejilla izquierda a Lady Rozzo -sin embargo me intriga el hecho de no ver a casi alguno de sus sirvientes-
-Es que estan muy ocupados con sus asuntos personales, hay que ser prudente y amable que ellos también se merecen un descanso- decía Lady Rozzo con una serenidad increible.
-Bueno, sin embargo, perdone que lo diga de esta forma mi pimpollo de rosa, vengo por otra persona en especial-
-No hay nadie más importante en esta mansión que mi presencia- responde, sin comprender realmente el motivo de su visita particular.
-Descuide, sé muy bien de quien se trata, y me imagino que Ud misma y toda su gracia no le habrán reconocido- le decía con una sonrisa melosa e inmaculada

No le dió tiempo para responder a lo que pasaba y se puso en marcha dentro de la mansión, buscando, a paso ligero, a su persona importante. Lady Rozzo casi estaba al trote al no poder igualar los pasos largos y ligeros que daba el propio Duque, recorriendo todas las salas y sin atender al llamado de imprudencia mencionado casi a los gritos por su anfitriona. En todos los lados que el mismísimo Duque buscara, los sirvientes, se iban o daban vuelta inmediatamente, ninguno quería ser visto, hasta llegar finalmente, al vestíbulo y exclamar en alegría final.

-Finalmente nos encontramos de la manera adecuada!-
-Duque Branford! No sabe la insolencia que comete al revisar mi mansión de arriba hacía abajo, ida y vuelta!- exclamaba Lady Rozzo, llena de ira.
-Perdonen que me esté metiendo, mis Señores ¿de qué trata todo esto?-
-Damas, les presento a una de las personas más importantes de estos lados!- dice el Duque, apuntando al cuerpo que estaba sentado en el sofa, tratando de beber agua -el último de la Sacra Dinastía, nuestro amable Lord Steiner Alexander!-

Ambas jovenes se sobresaltaron con la presentación del Duque hacia Steiner; Marie no podía comprender como llegaba todo eso a su compañero y mucho menos sabía que podría ser un remarcado Lord, en su interior, bien dentro, se sentía totalmente alegre por el sirviente herido, todo eso significaba que podría escapar de ese tormento para siempre y, si así lo quisiera Steiner, llevarla con él. Pero la sorpresa más grande se la llevo Lady Rozzo... se había olvidado por completo que tenía un Lord a su lado... Herido... Frente los ojos del Duque que ella misma le había pedido a Steiner que preparase un veneno para darle.

Se había olvidado completamente de la persona que tenía frente a sus ojos.

-Lord Alexander, sería principal honor el concederle un título legal con vuestro reconocimiento para reclamar por unas hermosas tierras que puedo poner a vuestra disposición- le dijo el Duque, tendiendole la mano al joven sentado en el sofa
-Señor Duque ¿como puede estar seguro que mi sirviente puede ser un Lord que ha de estar vuelto cenizas?- clama Lady Rozzo en un intento de desviar la atención del Bardo.
-Sus ojos, postura, acento, cabello... son similares a las de un señor, esa mirada, tacto, además que vi su reacción en el momento que dije que eras una vibora-

El Duque se sentó frente a Steiner y, cuando justo estaba por hablarle, pudo ver su mirada perdida, su dolor y sus lastimaduras que habían sido vendadas con cariño pero no perfectamente.

-Aunque siendo honesto, no puedo creer que le hayas hecho todo esto...- había cambiado el tono de voz, incluso su mirada, pasando de ser una celestial a otra que proyectaba preocupación -Si tanto lo querías ¿por qué le habrías de hacer tanto daño?-
-Ud dijo algo realmente ofensivo, tuve que hacer un... riguroso... interrogatorio.. a cada uno de mis sirvientes- responde la Dama Roja, culpable y con desprecio -No puedo mentiros que todo lo que le habrán contado es verdad, y de mis sirvientes ninguno ha dado una información así-

El Duque se levanta de su asiento y hace una reverencia de disculpa.

-Entonces, Ud, ha de ser así y no por eso la deseo menos, mis fuentes de información son filtradas, así también el amor que le ha profesado a Vuestro "sirviente especial"-
-Honestamente, Bardo, ya no me interesa ni él ni nadie, pude ver lo que soy capaz de crear con mis propios ojos y haberlo sentido con mis propias manos-
-Lord Steiner, he de preguntarle: ¿quiere Ud poseer lo que por derecho le corresponde o llevar a cabo la justicia por sus condiciones a Lady Micaela?- le había agarrado la mano y levantado el mentón para poder verle la cara correctamente.

Steiner estaba callado, sus ojos se habían prendido como llamas de un gran incendio, Marie pudo ver que había vuelto la persona que ella conocía y tanto quería, pero, también, pudo ver sus sentimientos a través de ellos y saber exactamente lo que pensaba.

-No...- respondió -... yo soy el sirviente de Lady Rozzo y, como tal, mi cuerpo y alma pertenecen a su deseo-
-... que así sea, pero, tened en cuenta, de lo más profundo de mi corazón, que vuestras tierras y título siempre estarán a Vuestra disposición y--

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⏰ Última actualización: Nov 23, 2015 ⏰

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