Capítulo 8.

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Gavin:

La bola de aire que se le había atascado en la garganta se rehusaba a moverse. Inspiraba profundamente, pero sentía como si el oxígeno no quisiera llegar al resto de su cuerpo, como si se estuviera ahogando, aunque no era así. Puso las manos sobre su pecho: "Por favor, ¡por favor! Aire. Necesito respirar bien. ¡Aire!" Todo seguía igual, la sensación de asfixia no se iba aunque sus pulmones eran completamente funcionales.

Se acostó en el césped y miró el cielo estampado de grandes nubes blancas. Los ataques de ansiedad eran frecuentes en él... La sensación de no poder respirar, los ataques de pánico, el llanto reprimido seguido por dolor de cabeza... Era horrible. Las veces que había deseado morir, habían sido durante esos ataques. La impotencia y el miedo eran las cosas que más detestaba.

"Escúchame. Sé que los ataques de ansiedad despiertan lo peor de ti, el Gavin que sigue siendo un niño pequeño y que tiene miedo de la oscuridad. Pero no puedes dejar que te controle, si el miedo te controla, no saldrás adelante, y si un ataque llega en un momento crítico de una batalla... No quiero ni pensarlo. Tienes que calmarte, respirar, concentrarte en algo que te guste y recordarte que no estás solo. Me tienes a mí, soy tu soporte."

Gavin apreciaba las palabras de su tía, pero las sentía casi como cuando le dicen a un enfermo de depresión que sea feliz: No se puede, es complicado y no cambiará de un día para el otro. Menos si se presiona a dicha persona.

Se limitóa usar el método que últimamente le funcionaba bien, se acostaba sobre la hierba del jardín y dejaba que el aroma natural lo invadiera. Era increíble lo bien que funcionaba la naturaleza como medicamento. Su cerebro se relajaba y decidía que era tiempo de hacerle notar al chico que el aire siempre estuvo pasando a sus pulmones y que jamás se detuvo. Además, el nudo que se formaba en su columna poco a poco se deshacía y una relajación parcial se posaba en él.

Parcial porque Gavin se preguntaba qué haría si de verdad sufría un ataque de pánico en medio de la batalla, ¿Recostarse y decirle al enemigo: "Espera un poco, déjame respirar el pasto"? No parecía una opción viable. Y otra cosa más... Él nunca había sido así, siempre era el primero en enfrentarse al peligro, la valentía era su especialidad. No era un temerario, pero si el momento requería de alguien que luchara, él estaba dispuesto... Y ahora tenía terror de un simple vuelo en avión.

"Probablemente esto es culpa de Navarog... Luego del ataque empezó todo esto..." Pensó, pero decidió que lo mejor era no creerse psicólogo porque sólo saltaría a conclusiones sin sentido. Volvió a mirar el cielo y sonrió, verdaderamente las nubes estaban preciosas hoy: Pedazos de algodón pegados en una hoja celeste inmensa que se movían pesadamente por el viento. Ya calmado, cerró los ojos y se dijo:-Todo está bien, nada puede lastimarme en este jardín.

Y si no lo hubiera hecho hubiera notado que el movimiento de las nubes cesaba y que el cielo perdía su color. Cuando volvió a abrir los ojos todo era blanco y negro y el tiempo se había detenido. Se levantó de un salto, justo para recibir a su interlocutor.

-¿Qué tal, querido Hermano?-siseó su contraparte malvada y reptilaria con una sonrisa de malicia. Gavin lo miró con odio.

-¿Ahora qué quieres?-le espetó.

-¿Por qué asumes que quiero algo? Puedo simplemente querer charlar con alguien. Es tremendamente horrible estar encerrado en tu cabeza cuando no puedo moverme libremente por ahí, me recuerda a la Caja Silenciosa.

Navarog seguía teniendo la forma de Gavin, pero al mismo tiempo no se parecía en nada a él: Los ojos amarillo brillante seguían allí, mirando con repulsión. Además era tremendamente flaco, al punto que se le notaban los huesos, era más flexible y se movía como... como un reptil. Como un dragón cazando una presa indefensa, que ya no puede moverse.

-Ahí es donde deberías estar, pudriéndote en esa miserable Caja...

-No, no, no... No me pudriría, es un espacio que no entra en el flujo del tiempo...

-¡No me interesa! ¡Vuelve allí y deja de molestarme!

-Sabes muy bien que eso no se puede... Somos compañeros de cuarto ahora, y tu cuerpo es la residencia. Una residencia asquerosa, pequeña y ¡que me reprime de destrozar cosas!

Dicho esto corrió en cuatro patas a un árbol y lo derribó de una patada.

-Mira, mocoso, en realidad vine para darte un mensaje. Mi fuerza crece, cada día puedo moverme más lejos y puedo estar fuera de tu cabeza más tiempo. Y muy pronto, muy, pero muy pronto, voy a destruirte a ti, al resto del planeta y a dominar a los supervivientes para convertirlos en mis sirvientes. Vé preparándote, inútil.

-S-sólo lo dices para asustarme...-Gavin tembló y sintió que se caía. Navarog se movió como lagarto hacia él y rió por lo bajo.

-En parte sí... en parte no. Logré asustarte, lo cual me renueva el espíritu para salir de aquí. El terror es verdaderamente maravilloso... Pero, todo lo que dije es cierto, y como prueba de ello, cuando llegues a Fablehaven, verás los restos de mi primer ataque.

-¡N-no! ¡Es mentira!

-No lo es, ataqué mientras hablabas con la sacerdotiza, y puedo aegurártelo, ahora jamás conseguirás el perdón de esa gente. ¡Te detestan!

-¡DEJA DE MENTIR! ¡N-N-NO MIENTAS!

El color volvió, el tiempo comenzó a fluir de nuevo y el siguiente ataque de pánico fue tan fuerte, lleno de gritos y llanto que Maggie lo escuchó desde la casa y tuvo que correr a calmarlo.

-¡Gavin! Está bien, todo está bien.-Lo abrazaba, y Gavin lloraba en su pecho.

-¡E-e-estoy ha-harto! E-ese dragón... ¡Ese maldito dragón! ¡A-arruinó mi vida!-Gavin lloró hasta caer desmayado, y Maggie juró que no lodejaría tener un ataque así nunca más.





La luz del Príncipe de Los Dragones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora