capitulo #3

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  ESTAR DISPUESTOS A SUFRIR

 UNOAdemás de los rasgos del carácter que ya hemos mencionado, todo obrerocristiano debe estar dispuesto a sufrir (1 P. 4:1). Esto es crucial. Antes deconsiderar este asunto desde un punto de vista positivo, primero veamos elconcepto cristiano que comúnmente se tiene acerca del sufrimiento.La enseñanza de las Escrituras es muy clara: la intención de Dios no es que Supueblo sufra. Existe cierta filosofía que fomenta el sufrimiento físico como unmedio para privar al cuerpo de todo disfrute. Los partidarios de esta filosofíasostienen que cualquier tipo de disfrute es malo. Como obreros del Señor y comoaquellos que le representan, tenemos que entender claramente que dicha filosofíano debe hallar cabida en la mente de los creyentes. La Palabra misma afirma queDios no tiene intención de que Sus hijos sufran. La Biblia dice que Dios no nosniega ningún bien. El Salmo 23:1 declara: "Jehová es mi Pastor, nada me faltará".Las palabras nada me faltará no quieren decir que nunca tendremosnecesidades; más bien, significan que no tenemos necesidad de pedir nada,porque el Señor es nuestro Pastor. Lo que el salmo 23 nos dice es que, cuandotenemos al Señor como nuestro Pastor, nada nos falta. En otras palabras, Dios notiene la intención de que nos falte nada, sino que Su intención es que estemosllenos. Él no nos quitará ningún bien. La Biblia entera nos presenta un cuadro delcuidado amoroso que el Señor tiene para con nosotros. Él cuidó de Sus fieles,alivió sus angustias y dolores, y trazó una clara distinción entre Su pueblo y lasnaciones. La tierra de Gosén siempre fue diferente al resto de Egipto; labendición de Dios siempre estuvo allí. Por otro lado, debemos prestar atención anunca introducir ningún tipo de filosofía ascética en el cristianismo. Una vez queintroducimos en los creyentes algún elemento ajeno, los confundiremos.Habiendo dejado claro esto, debemos también entender que Dios no exonera aSus hijos de pruebas o castigos; de hecho, Dios prueba y disciplina a Sus hijos.Sin embargo, tenemos que hacer una clara distinción entre esto y las diferentesformas de ascetismo. En circunstancias comunes, Dios siempre bendice, cuida,sostiene y suple a Sus hijos, pero cuando le es necesario castigar y probar a Sushijos, no titubea en hacerlo. Esto no significa que los ponga a prueba todos losdías, sino que Él disciplina a Sus hijos sólo cuando sea necesario; no lo hace todoslos días ni a cada momento. Él no les está enviando pruebas y castigos, constantemente. A menudo recurre a tales métodos, pero no los aplica todo eltiempo. Al contrario, en circunstancias normales siempre los cuida y los provee.Por supuesto, cuando somos testarudos Él permite que nos sobrevengan pruebasy castigos, pero bajo Su provisión normal, Él lleva a cabo lo que comúnmentetiene que hacer. Tenemos que entender claramente que Dios no desea vernossufrir, sino que reserva todas las buenas cosas para Sus hijos. Por lo que,podemos disfrutar todas las provisiones que Él nos ha dado.Entonces, ¿a qué se refiere la Biblia cuando habla de sufrimiento? En la Biblia, elsufrimiento se refiere a una elección voluntaria que uno hace delante del Señor.El Señor ha dispuesto que todos nuestros días estén llenos de bendiciones degracia, pero nosotros, a fin de servirle y de ser Sus siervos, elegimos el camino delsufrimiento. Por consiguiente, el camino del sufrimiento es un camino que seescoge. Los tres valientes de David pudieron haberse quedado al lado de él dondeestaban seguros, pero cuando le oyeron expresar su deseo de tomar agua del pozode Belén, ellos arriesgaron sus vidas e irrumpieron por el campamento de losfilisteos a fin de sacar esa agua (2 S. 23:14-17). El sufrimiento es un asunto deelección, no de imposición. Nosotros escogemos el camino del sufrimiento.Sufrimos voluntariamente por servirle a Él. Según el plan de Dios podemos evitarmuchos sufrimientos; no obstante, por causa de servirle a Él, preferimos congusto un camino diferente al de la gente común. Eso es lo que significa estardispuestos a sufrir. Tener esta manera de pensar es una necesidad fundamentalen el carácter de un siervo de Dios. Sin tal disposición, tendremos poco resultadoen nuestra obra, y lo que podamos hacer será muy superficial y de poca calidad.Si un obrero del Señor no tiene la disposición de sufrir, él no puede hacer nadaante los ojos de Dios. Hablemos de varios puntos relacionados con este asunto.DOSTenemos que darnos cuenta de que sufrir y estar dispuestos a sufrir son dos cosasmuy diferentes. Tener la disposición para sufrir implica tener el deseo de sufrirvoluntariamente por Cristo, lo cual significa que tenemos el corazón y ladisposición para soportar aflicciones por causa de Él. Este es el significado deestar dispuestos a sufrir. Puede ser que aquellos que tienen la disposición parasufrir no necesariamente estén sufriendo. Sin embargo, mentalmente estánpreparados para enfrentar cualquier sufrimiento con fortaleza. Por ejemplo, elSeñor puede ponernos en circunstancias en las que seamos provistos de comida,ropa y una vivienda bien amueblada. Lo que estamos diciendo no implica que nopodamos disfrutar de todas estas cosas que Él nos ha provisto. Si el Señor nos hadado tal provisión, podemos aceptarla de parte del Señor. Pero interiormente aún debemos estar dispuestos a sufrir por Él. Aunque no estemos sufriendofísicamente, debemos estar dispuestos a ello. No es necesario que suframosexternamente, pero internamente debemos estar dispuestos a ello. ¿Estamosdispuestos a sufrir aun cuando las circunstancias sean cómodas y favorables? Talvez el Señor no disponga que suframos todos los días, pero como obreros Suyosno podemos carecer de la disposición para sufrir, ni siquiera por un solo día. Esposible que no experimentemos sufrimiento todos los días, pero diariamentedebemos estar preparados para sufrir.El problema es que muchos hermanos, y aun familias de obreros cristianos,desean escabullirse apenas les llega alguna aflicción. No están dispuestos a sufrir.Cuando el Señor les provee circunstancias favorables, un suplir materialabundante y buena salud, ellos le sirven con gozo. Pero tan pronto comoexperimentan carencias o aflicción, todo su ser se desploma. Esto implica que noestán dispuestos a sufrir. Si no tenemos una disposición para sufrir, no somoscapaces de soportar prueba alguna.Tener la disposición para sufrir significa que siempre estamos preparados delantedel Señor para sufrir. Significa que estamos listos para sufrir y que aunescogemos el camino del sufrimiento. Si el Señor no permite que nos sobrevengaalgún sufrimiento, eso es asunto Suyo, pero de nuestra parte siempre debemosestar listos para sobrellevarlos. Cuando el Señor cambia Su curso decircunstancias y nos sobrevienen pruebas adversas, debemos aceptarlas comoalgo normal y no verlo como algo extraño. Si sólo aceptamos las buenasprovisiones del Señor pero no somos capaces de aceptar ninguna prueba, sinoque nos descarriamos por cualquier inconveniente y dejamos de laborar, significaque no tenemos la disposición para sufrir. Debemos recordar que nuestra obra noespera por nosotros; debe realizarse cuando haya comida y cuando no la haya;cuando tengamos buena ropa y cuando no la tengamos; cuando nos sintamosgozosos y cuando estemos afligidos; cuando tengamos buena salud y cuandoestemos enfermos. Las Escrituras nos muestran que debemos armarnos con unamente que esté preparada para sufrir; es decir, que nuestra mente debe ser unarsenal, un arma para nosotros. Esta clase de mentalidad es un arma poderosacontra la cual Satanás no puede prevalecer. Sin esta mentalidad, nuestra obracesará tan pronto como experimentamos contratiempos y aflicciones.Hay algunos hermanos que aunque soportan sufrimientos, no tienen idea de lapreciosidad de sus sufrimientos y pasan por ellos sin sentir nada de gratitud haciael Señor. Incluso hasta murmuran y se quejan constantemente, esperando el díaen que sean liberados de su sufrimiento. Ellos oran pero nunca alaban. No aceptan de corazón la disciplina del Espíritu que les ha sobrevenido. Por elcontrario, oran para que esos días de prueba pasen rápidamente. Su actituddelata su falta de disposición para sufrir. Hermanos y hermanas, si durante lostiempos de paz no tenemos la disposición para sufrir, sólo seremos aptos paraviajar por los caminos cómodos. Una vez que el camino se torne escabroso,abandonaremos el servicio del Señor. Esto no hará que progresemos mucho.Permítanme repetir: tener una disposición para sufrir es muy distinto alsufrimiento mismo. Si contamos con una disposición para sufrir, el Señor nonecesariamente nos enviará sufrimientos, pero cuando enfrentemos situacionesadversas estaremos preparados interiormente y no retrocederemos. Aquellos quesufren no necesariamente tienen la disposición para sufrir. Muchas personassufren sin estar dispuestas a sufrir. Entre los que sufren, puede haber unos queestén dispuestos a sufrir, y otros que no lo estén. Muchos hermanos y hermanascuando enfrentan sufrimientos y aflicciones, se quejan y piden ayuda día tras día.Oran todos los días para ser liberados de su aflicción. No están dispuestos a sufriren lo absoluto; están sufriendo, pero no tienen la disposición para ello. Loshermanos y hermanas que están pasando sufrimientos por causa de su salud, susfinanzas o con otros asuntos, deben entender que para el Señor lo único que esprecioso es la disposición para sufrir. Él no le presta atención al hecho de queestemos sufriendo. Por lo que no debemos pensar que estamos sufriendo por elSeñor simplemente porque estamos pasando por pruebas. Puede ser cierto quenuestra situación no sea placentera, pero ¿cuánto estamos dispuestos a sufrir?¿Cuánto de este sufrimiento es por nuestra propia elección? ¿O lo único quehacemos es murmurar, guardar resentimientos, sentir lástima por nosotrosmismos y justificarnos? Es posible que experimentemos un gran número deangustias y penurias sin estar dispuestos a sufrir. Tener la disposición para sufrires algo mucho más profundo que el sufrimiento en sí. Quizás aquellos que tienenel corazón para sufrir no pasen ningún sufrimiento externo y que aquellos queestán sufriendo externamente no tengan ninguna disposición para sufrir.Hermanos y hermanas, ¿pueden ver la diferencia? Es como decir que aquellosque son pobres en cosas materiales no necesariamente son pobres en susespíritus. Muchas personas son materialmente pobres, pero no lo sonespiritualmente. Del mismo modo, muchos hermanos y hermanas ciertamenteestán sufriendo sin tener interiormente ninguna disposición para ello. Si el Señorles diera la opción de escoger, definitivamente escogerían no sufrir en lo absoluto,no digamos por un mes, ni por un día, ni siquiera por un solo minuto de sutiempo. No tienen ninguna disposición para sufrir. Si alguien no está dispuesto asufrir, no puede avanzar en su obra. Cuando las demandas externas vayan másallá de su habilidad interna, simplemente se echará atrás. Cuando una situación requiera de un esfuerzo adicional, no contará con las fuerzas necesarias parahacerlo. No será capaz de abandonar sus propios tesoros; sólo podrá llevar a caboun trabajo sencillo en un ambiente propicio. Es necesario que el Señor le quitetodos los obstáculos para poder trabajar cómodamente. Es sorprendente ver quemuchos siervos del Señor tengan tal demanda.Debemos entender con claridad lo que significa estar dispuestos a sufrir. Esposible que un hermano que viva en tranquilidad esté más dispuesto a sufrir queuno que vive en tribulaciones. El primero puede estar preparado a sufrir por elSeñor; y el segundo, aunque pase por más sufrimientos, no tiene el deseo desufrir por el Señor. Tal vez las circunstancias de uno presenten pocas dificultades,mientras que el otro esté en gran aflicción. Hablando humanamente, parecieraque el que está en gran aflicción es el que está sufriendo, pero a los ojos delSeñor, tiene más valor el que tiene la disposición para sufrir, aunque experimentemenos dificultades. No debemos pensar que el sufrimiento en sí mismo nos haceaptos para servir. Debemos recordar que para satisfacer las demandas de Dios serequiere que estemos dispuestos a sufrir. Tenemos que armarnos de estadisposición. Si no la tenemos, no hay posibilidad de pelear la guerra espiritual,pues tan pronto como enfrentemos problemas, retrocederemos, y tan prontosuba el precio a pagar, nos rendiremos. Apenas el Señor permita que enfrentemosalgo de aflicción, emprenderemos la retirada. Lo importante no es cuántosufrimiento experimente una persona, sino cuán dispuesta esté para sufrir. Segúnnuestro concepto natural, concluiríamos que un hermano que sufre muchoconoce la gracia de Dios en mayor medida, pero muchas veces cuando nosencontramos con ese hermano, no recibimos ninguna ayuda de él. Muy prontopodremos darnos cuenta de que él no está dispuesto a sufrir; sólo sufre de malagana. Si se le diera a escoger, evitaría las pruebas tan pronto como le fueraposible. A lo mejor, realmente esté sufriendo, pero no ha cedido al sufrimiento ypasa a través de tal experiencia renuentemente. No ha aprendido ninguna lecciónante el Señor e internamente está lleno de rebeldía. Esto nos muestra que estardispuestos a sufrir es muy diferente al sufrimiento mismo. Lo que el Señoratesora es que tengamos una disposición para sufrir, una actitud consciente deque estamos preparados para sufrir, y no la experiencia del sufrimiento en símisma. No podemos reemplazar la disposición para sufrir con el sufrimientomismo.TRESAhora debemos considerar algunos problemas comunes que encontramos en laobra del Señor. Supongamos que nuestra obra enfrenta dificultades financieras. ¿Qué debemos hacer cuando Dios nos pone a prueba haciéndonos pasar porescasez material? Si la carencia económica nos hace interrumpir nuestra obra,ciertamente el Señor pondrá en duda nuestra labor. Probablemente Él sepregunte: "¿Cuáles son tus motivos para servirme?". Hermanos y hermanas, eléxito en nuestra obra depende en gran parte de si estamos dispuestos a sufrir. Nopodemos abandonar la obra simplemente porque se nos presente un pequeñoinconveniente o porque una pruebita nos moleste. Ningún siervo de Cristo puedeestipular que saldrá a laborar siempre y cuando salga el sol, pero se quedará en sucasa cuando llueva. Si tenemos una mente dispuesta a sufrir, desafiaremos lasdificultades, las adversidades, las enfermedades e incluso la muerte. Si tenemosuna mente dispuesta a sufrir, podremos hacerle frente al diablo y declarar:"¡Seguiré adelante sin importar lo que me pase!". Pero si tenemos algún temor,Satanás siempre nos amenazará y nos derrotará con aquello a lo que le tememosinteriormente. Si decimos: "¡No temo al hambre!", Satanás no podrá hacernosnada enviándonos hambre; simplemente tendrá que huir. Si decimos: "¡No letemo al frío!", el enemigo tampoco podrá hacernos nada enviándonos un climafrío, y tendrá que huir nuevamente. Pero si decimos: "¡Le temo a la enfermedad!",Satanás de seguro nos enviará enfermedad, porque él sabe que esa enfermedadnos desanimará. En cambio, si decimos: "¡No le temo a la enfermedad!", él nopodrá hacernos nada. Si no tenemos una disposición para sufrir, Satanás usaráaquello a lo que más le tememos para atacarnos, y seremos derrotados. Todosiervo de Dios tiene que estar bien preparado para sufrir y no temerle a nada.Cuando nos acontezca esto o aquello, debemos persistir. Tenemos que persistircuando le sobrevengan pruebas a nuestra familia o cuando nos enfermemos.Tenemos que persistir aun cuando pasemos hambre o frío. Si interiormentetenemos esta actitud, Satanás no podrá hacernos nada porque estamosdispuestos a sufrir. Pero si no tenemos esta disposición para sufrir, caeremos tanpronto Satanás nos haga frente con aquello mismo a lo que le tememos. Si este esel caso, retrocederemos en la obra de Dios y llegaremos a ser inútiles.Hermanos y hermanas, debemos declararle al Señor: "Por causa de Tu amor y elpoder de Tu gracia, me comprometo a hacer la obra sin importar lasconsecuencias, ya sea el cielo o el infierno. ¡Esta será mi posición, nada me harádesistir de ello!". Si no tenemos tal manera de pensar, Satanás aprovecharánuestra debilidad para acabar con nosotros y comprobar que no somos capacesde nada. Tenemos que orar pidiendo misericordia a fin de conocer lo quesignifica tener una mente dispuesta a sufrir. Tener una mente dispuesta a sufrirequivale a tomar la determinación de estar del lado del Señor, no importa lo queel futuro nos depare ni las circunstancias que podamos afrontar. Nuestra disposición para sufrir no necesariamente nos lleva al sufrimiento. Es posible queno suframos, pero tal convicción interior siempre estará presente. Si no existe talconvicción y determinación en nosotros, una pequeña dificultad nos derrotará;pero si tenemos esta convicción, ya sea que tengamos problemas o no lostengamos, eso nos tendrá sin cuidado. ¿Entienden lo que estoy diciendo? Elcamino del servicio para un cristiano no es necesariamente un camino desufrimiento, sino uno en el que debemos estar dispuestos a sufrir. Si este esnuestro caso, podremos darle gracias al Señor cuando Él nos provee alimento yvestido, y también podremos darle gracias si no nos lo provee. Estas cosas nosignificarán mucho para nosotros; es lo mismo que tengamos abundancia oescasez. Debemos entender que por ser creyentes no tenemos que ir en búsquedade sufrimientos. Sin embargo, ciertamente debemos tener una mente dispuesta asufrir. El cristiano debe estar preparado para llevar a cabo su tarea sin importarque haya dificultades en el camino o no. No retrocede ante ninguna dificultad. Sino resuelve el asunto de su disposición, no podrá resolver ningún otro asunto.Supongamos que usted tiene que viajar. Si se encuentra físicamente débil, es deesperar que requiera de una cama más cómoda que la que necesita una personasaludable. Pero si dice: "Yo debo tener una cama cómoda porque no estoy tansaludable", usted será vulnerable ante el enemigo en ese particular; así que, él ledará una cama incómoda. Mas si usted tiene una mente dispuesta a sufrir, no ledará importancia al asunto de la cama y continuará con su obra. Sin embargo, nohabrá virtud alguna si se le provee una cama cómoda, y usted la rechaza yprefiere dormir en el piso. Si el Señor le provee una cama confortable, acéptela, ysi Él le da una cama incómoda, también acéptela. Usted debe continuar con sulabor sin importar cuán mala sea la cama. Jamás debe abandonar su labor porcausa de una cama. Esta actitud es lo que la Biblia quiere decir con tener unamente dispuesta a sufrir. Algunos hermanos tienen muy escasas provisionesmateriales en su vida. Sin embargo, esto no necesariamente significa que ellostengan más disposición para sufrir. No debemos pensar que los cristianos queviven en circunstancias poco favorables tienen por consecuencia más disposiciónpara sufrir que aquellos que viven en circunstancias más favorables. Sólo aquellosque se han consagrado al Señor tienen realmente una disposición para sufrir.Una mente dispuesta a sufrir no es limitada por nada; no tiene fondo.Supongamos que al ir a cierto lugar uno tenga que dormir en el piso y que en otrolugar no tenga ni eso, sino que su cama sea un poco de paja en el fango. ¿Quéharía usted? Algunos se esfuerzan por dormir en una cama así y ellos de hechoestán sufriendo, pero su sufrimiento tiene un límite. Tal vez puedan tolerar unpiso duro, pero nada más. Ellos parecen decirles a los demás que se han rebajadodemasiado y que ya no pueden rebajarse más. Esto es tener la experiencia de sufrir sin tener la disposición para ello. Algunos hermanos pasan sus vidas conrelativa comodidad y disfrute, pero son capaces de ajustarse a normas de vidamás bajas y estar contentos con ello. Son capaces de dormir en un piso durocomo también en un lecho de paja. No se quejan, y con gozo toman lo que se lesofrece. Esto es lo que significa tener una disposición para sufrir. Dios estállamándonos para que tengamos una disposición para sufrir. Debemos recordarque esto no es un asunto meramente de sufrir, sino de tener una disposición parasufrir. Para servir al Señor se requiere de una mente dispuesta a sufrir; de locontrario, Dios no puede usarnos. Aquellos que no son capaces de sufrir sederrumban ante la más leve prueba; abandonan su obra tan pronto como Satanáspone alguna dificultad en su camino. Hermanos y hermanas, ¿pueden ver esto?Contar con una mente dispuesta a sufrir significa tener la habilidad de bajar elnivel de vida de una manera incondicional.Además, no es una cuestión de cuánto suframos, sino cuál es el grado desufrimiento que podemos soportar. El sufrimiento no es una necesidad, peroestar dispuestos a sufrir sí lo es. La intención del Señor no es mantenernos ensufrimientos, sino forjar en nosotros una disposición para sufrir. Ningúnhermano o hermana que esté aprendiendo a servir al Señor será fuerte si nocuenta con esta disposición para sufrir. Si no tenemos tal disposición, seremos elmás débil de todos los hombres. Tan pronto enfrentemos alguna dificultad,brotará la autocompasión. Lloraremos y nos quejaremos, diciendo: "¿Por qué mesucede esto a mí?". En cierta ocasión, una hermana quien había estado sirviendoal Señor por años fue a ver a otra hermana que estaba llorando, y le preguntó:"¿Por quién estás derramando lágrimas?". Muchas personas sólo lloran por símismas. Ellas se consideran a sí mismas muy queridas y valiosas y se lamentanpor su situación; pero las lágrimas que derraman son por ellas mismas. Talespersonas son las más débiles de todo el mundo; se derrumban tan pronto seenfrentan con el más leve desafío.Lo importante cuando llegan las pruebas y las aflicciones es en dónde ponemosnuestro corazón. Por un lado, está nuestro sufrimiento; por otro, está la obra delSeñor. Si no tenemos una mente dispuesta a sufrir, de inmediato sacrificaremosla obra del Señor. ¡Estaremos muy ocupados compadeciéndonos de nosotrosmismos y preocupándonos por nuestra persona, que no nos quedará la energíasuficiente para ocuparnos de la obra del Señor! Hermanos y hermanas, tenemosque aprender a desarrollar una disposición para sufrir. Si abandonamos la obra,ciertamente nuestros sufrimientos terminarán, pero también es cierto que la obrasufrirá pérdida. Si carecemos de una mente dispuesta a sufrir, Satanás puedelograr que en cualquier momento sacrifiquemos nuestra obra y la abandonemos. Debemos recordar delante del Señor que estamos aquí para respetar y sostener lagloria de Dios. Dios puede determinar que vivamos o que muramos, pero denuestra parte debemos ser fieles a nuestra responsabilidad. No podemosabandonar nuestra obra; debemos persistir hasta el fin. No deseamos ver que loshermanos y hermanas pasen por sufrimientos. Hasta donde sea posible, es buenoque ellos se ocupen de satisfacer sus necesidades diarias con moderación. No lespedimos que busquen sufrir deliberadamente, ni le imponemos sufrimientos anadie. Nuestra esperanza es que Dios supla todas nuestras necesidades. Perodebemos darnos cuenta de que es muy necesario tener una disposición parasufrir. Por un lado, tenemos que creer que Dios no retiene ningún bien para connosotros; por otro lado, es necesario que tengamos una disposición para sufrir. Sino la tenemos, nos derrumbaremos tan pronto como enfrentemos dificultades ycontratiempos en nuestras vidas.CUATRONaturalmente surge una pregunta: ¿Hasta qué punto debemos estar preparadospara sufrir? La norma que establece la Biblia es: "Sé fiel hasta la muerte" (Ap.2:10). En otras palabras, tenemos que estar preparados para cualquiersufrimiento, incluso para sufrir la muerte. Por supuesto, no queremos serextremistas, pero no hacemos concesiones en cuanto a estar dispuestos a sufrir.Si hubiera, preferiríamos dejar que el propio Señor lo haga todo, o inclusopreferiríamos que la iglesia o los hermanos más maduros nos equilibren en esteasunto. Por nuestra parte, tenemos que entregarnos del todo. Si nosotros mismostransigimos, ¿cómo podríamos ser eficientes en nuestra obra? No tendríamosmanera de seguir adelante. Si valoramos mucho nuestra vida y andamos concautela todo el tiempo, no lograremos hacer mucho en la obra de Dios. Todostenemos que ser fieles aun hasta la muerte. Este es nuestro camino. El Señor noha de sacrificar nuestra vida sólo porque le prometimos ser fieles hasta el fin. Noobstante, la preservación de nuestra vida es un asunto que depende del Señor, node nosotros mismos. Solamente del Señor depende arreglar todo lo que nossuceda. De nuestra parte, tenemos que estar preparados para sacrificarnos.Debemos estar preparados para enfrentar cualquier clase de sufrimiento.Hermanos y hermanas, si aman mucho su vida, no podrán ser fieles hasta lamuerte. Aquellos que son fieles hasta la muerte no aman tanto su propia vida.Este es el requisito básico que nos impone el Señor. Nuestra disposición parasufrir debe ser tan fuerte, que podamos decir: "¡Señor, moriré por Ti! No meinteresan las circunstancias que pueda haber alrededor de mí. ¡Estoy dispuesto adar mi vida por Ti!". Hermanos y hermanas, sin tal determinación, cesaremos delaborar tan pronto vengan las dificultades. Todo obrero del Señor tiene que aprender a no amarse a sí mismo. Aquellos que se aman a sí mismos estánlimitados en su obra. Cuando llegan a cierto punto, se detienen. Dios buscahombres que le sirvan incondicionalmente, y desea que ellos estén dispuestos aponer su vida a un lado para servirle. No se preocupen si se van a un extremo.Eso es algo completamente distinto. De nuestro lado, no debemos preocuparnospor hacer provisión para nosotros mismos, sino por tener una disposiciónabsoluta para sufrir. Permítanme repetir: No tenemos que sufrir, pero debemostener una disposición para ello. Siempre tenemos que estar listos para echar a unlado toda preocupación o ansiedad. Tenemos que echar a un lado las dificultadesexternas e incluso estar dispuestos a sacrificar nuestra propia salud. Si nosamamos desmedidamente y tenemos temor de consagrarnos en forma absolutano podremos lograr mucho. Tenemos que decirle al Señor: "Estoy dispuesto aconsagrarlo todo. De ahora en adelante, ningún sufrimiento me privará deservirte. ¡Esta es mi elección, no importa lo que venga, sea muerte, vida,sufrimiento o gozo!".Hermanos y hermanas, sólo una cosa es efectiva: un servicio que es fiel hasta lamuerte. Mientras más mantengamos esta posición, menos daño podrá hacernosSatanás. No tendrá lugar donde huir. Aquellos que se aman a sí mismos estánrealmente atados por ellos mismos. Apenas sufren un poco, comienzan a llorar yquejarse interminablemente. ¡Se aman demasiado a sí mismos! Si dejamos deamarnos tanto a nosotros mismos, el llanto y las quejas desaparecerán.Hermanos y hermanas, como aquellos que hemos tomado este camino, tenemosque renunciar a nuestras propias vidas. Si hemos de tomar este camino, debemosdecirle al Señor: "Puede ser que el camino que haz ordenado para mí no sea unode sufrimiento; no obstante, estoy listo para enfrentar cualquier sufrimiento".Perdónenme por repetir esto una y otra vez, pero tenemos que darnos cuenta deque aunque nuestro sufrimiento sea limitado, nuestra disposición para sufrirdebe ser ilimitada. La medida de sufrimiento que el Señor nos ha asignado puedeser limitada, pero debemos estar listos para sufrir de forma ilimitada. Si nuestradisposición para sufrir es limitada, significa que no tenemos una mente parasufrir, y que no podremos ir muy lejos. Esta es una demanda muy elevada, peroeso es lo que el Señor busca. Cualquier cosa que sea menos que esto, indica queno somos aptos para servirle a Él. No debemos pensar que nuestra disposiciónpara sufrir se limita a una pequeña dosis de sufrimiento. No es así, sino que ladisposición para sufrir no tiene límites; ni siquiera es limitada por la muerte. Sibajamos la norma, no resistiremos ninguna tentación de parte de Satanás. "Yellos le han vencido por causa de la sangre del Cordero y de la palabra deltestimonio de ellos, y despreciaron la vida de su alma hasta la muerte" (Ap. 12:11). Si nuestra conciencia no nos condena, si somos capaces de declararnuestro testimonio de victoria en la cara de Satanás y si despreciamos nuestravida del alma hasta la muerte, sus ataques contra nosotros serán inútiles. Él nopuede luchar contra una persona que no intenta ni siquiera preservar su propiavida. Conocemos la historia de Job. Satanás lo atacó porque dudó que Job notuviera el deseo de preservar su propia vida. El enemigo le dijo a Jehová: "Pielpor piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Pero extiende ahora Tumano, y toca su hueso y su carne y verás si no te maldice en Tu cara" (Job 2:4-5).Satanás sabía que podía derrotar a Job si éste tenía el más mínimo amor por supropia vida. El pasaje de Apocalipsis muestra que Satanás no puede derrotar aalguien que menosprecia la vida del alma hasta la muerte.Es aquí donde muchos siervos de Dios han fracasado. Ellos aman su propia vida.Permítanme preguntarles: ¿Qué es más importante: preservar nuestra vida opreservar la obra del Señor? ¿Es nuestra propia vida más importante que nuestraresponsabilidad? ¿Cuál es más importante: salvar almas o salvar nuestras propiasvidas? ¿Es más importante, nuestra propia vida o la iglesia de Dios? ¿Es másimportante el testimonio de Dios en la tierra o nuestra propia vida? Nadie queconsiente en amarse a sí mismo es apto para servir a Dios. Aun aquellos queestán sufriendo tal vez no sean aptos para servirle. Sólo los que están dispuestos asufrir, quienes tienen una capacidad ilimitada para experimentar sufrimientos yque desprecian su vida del alma hasta la muerte, pueden servirle. Hoy tenemosque consagrarnos de nuevo al Señor. No nos consagramos al sufrimiento, pero síestamos listos para sacrificarlo todo. Es posible que el Señor no quiera queperdamos nuestra vida, pero debemos tener la convicción de que despreciamosnuestra vida del alma hasta la muerte. Hermanos y hermanas, muchos fracasosen la obra han sido causados por la pereza del hombre, por tratar de protegerse así mismos y por procurar su auto-preservación. No pensemos que los ojos delmundo o los ojos de los demás hermanos y hermanas están ciegos y no ven estascosas. Cuando salimos a la obra, todos observan si estamos consagradostotalmente o no. Si retenemos algo para nosotros mismos o si tomamos el caminode hacer concesiones, otros lo verán. Hermanos y hermanas, cuando el Señor nosllama, Él desea que dejemos todo. Que el Señor nos conceda Su gracia para queninguno de nosotros se sobreestime a sí mismo, ni ame su vida del alma.Tenemos que aprender a no amarnos ni auto-compadecernos. Éste es nuestrocamino; si no lo tomamos, nuestra obra estará limitada. El grado de nuestradisposición para sufrir determinará la medida de trabajo espiritual quedesarrollemos. Si nuestra disposición para sufrir es limitada, nuestra obraespiritual también será limitada, la medida en que seamos bendición para otros será limitada, y el resultado de nuestra obra en general también será limitado. Nohay medida más precisa para medir la bendición de Dios que el grado de nuestradisposición para aceptar sufrimientos. Si tenemos una capacidad ilimitada parasufrir, experimentaremos la grandeza inagotable de Su bendición.   


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