Ella sacó las llaves de su cartera y comenzó a caminar. Estaba por llegar tarde a la presentación de su hijo, y no se podía permitir aquello. Se subió al auto y arrancó lo más rápido que pudo. Cuando llegó se bajó y casi corrió hacia dentro del auditorio. Un poco agitada se acercó a una de las profesoras.
—Señorita Mimí, ¿Dónde está mi hijo? —le preguntó recuperando un poco el aire que había perdido.
—Cameron está detrás del escenario, señora Dallas—le señaló el camino con el dedo.
Gina asintió con la cabeza y movió de nuevo sus piernas para acercarse al lugar. Corrió una cortina y lo divisó parado en medio de todas las niñas. Sonrió levemente. Él levantó su pequeña mirada miel y sonrió mostrando todos sus dientes al verla.
—Lo siento señoritas, pero llegó mi reina —les dijo a las niñas y se abrió camino de ellas para acercarse a su madre. Gina se agachó cuando él estuvo cerca.
—Eres todo un galancito —le dijo divertida.
—Lo sé mami, pero solo me interesas tú —dijo él.
—Okay, acabas de ganarte un helado para cuando termine la función —dijo ella y acomodó un poco su rebelde cabello —¿Estas nervioso?
—Nop, para nada —afirmó y sonrió.
Su madre levantó su mano y acarició su rostro. Sus mejillas estaban pobladas de pequeñas pecas, su nariz pequeña adornaba su cara de niño. Él era tan bello, su pequeño bebe. Con solo 5 años ya era todo un hombre, y hablaba como tal.
Una de las profesoras de ballet se acercó a ellos.
—La función ya va a comenzar —les avisó. Ambos asintieron y volvieron a mirarse.
— ¿Papá vino? – le preguntó él esperanzado.
—No Cameron, papá está ocupado —dijo ella.
—Siempre está ocupado —susurró bajando la mirada.
Gina tomó su mentón e hizo que la mirara a los ojos. Ella no podía permitir que la concentración y la autoestima de su hijo bajaran por eso.
—Pero yo estoy aquí y yo quiero verte brillar. Mike también vino a verte…
— ¿Mike está aquí? —dijo entusiasmado.
Mike siempre venía a verlo y eso lo alentaba. Gina sonrió.
—Sí, está aquí y ambos queremos que seas el niño más lindo de todos.
Cameron rió divertido.
—Soy el único niño, mami —le dijo.
—Tienes razón, pero no importa. Para mí eres único y estoy muy orgullosa de ser tu madre. Ahora sal a ese escenario y haz lo que sabes hacer —dijo y le dio una pequeña palmada en su trasero para que caminara.
Cameron movió sus pequeñas piernas hacia en escenario y Gina lo perdió de vista.Se sentó en el gran piano de la casa de su abuela. Tenía que terminar de saber las notas, antes de que su madre llegara. Levantó la tapa del piano y se sentó en el asiento. Sus pequeñas piernas no alcanzaban el pedal. Así que buscó un libro y lo apoyó sobre él para poder tocar tranquilo. Miró las 88 teclas del majestuoso piano de cola. Con cuidado apoyó uno de sus pequeños dedos sobre una de ellas.
—Cuando toques el piano, siempre has de cuenta que estas tocando un pedazo de tu alma, y tócalo con cuidado... porque el siente las emociones que tienes cuando lo tocas —le dijo su madre sentándose a su lado.
— ¿El siente mis emociones? —le preguntó él algo asombrado.
—Claro que él te siente. Ahora pon tus manos como te dije la otra vez, y solo toca después de que yo lo haga —le dijo ella.
Cameron vio como su madre apoyaba sus manos sobre la otra mitad del piano, en la que él no estaba. Sus largos y finos dedos empezaron a moverse, causando que la música saliera suave y melodiosa.
El pequeño castaño comenzó a mover los dedos también, copiando el acto de su madre. Gina sonrió contenta mientras veía todo lo que su pequeño de 7 años había avanzado solo en dos semanas. Cameron miró a su madre y le sonrió, enseñándole una sonrisa con falta de dientes. Le encantaba tanto llegar de la escuela y sentarse a tocar con su madre. Amaba pasar la tarde con su madre, hablando de los músicos más importantes de la música clásica. Y aprendiendo a tocar algún instrumento nuevo.
—Mami, ¿crees que algún día seré un gran hombre? —le preguntó él.
Anne dejó de tocar y lo miró.
—Claro que sí mi amor, serás un hombre de bien —le dijo ella acariciando su mejilla.