Capítulo 20

21.5K 1.3K 58
                                    



Un rato después, estábamos los dos en la puerta del hotel tratando de conseguir un taxi. Tarea que aunque parecía fácil el día anterior, hoy era imposible.

Las calles estaban atestadas de gente que iba de un lado a otro, apurados, y de autos que no paraban de tocar bocina. Y no es que no encontráramos taxis, de esos había miles, pero ninguno libre. ¿A dónde iba todo el mundo? Maldije.

No quise ni fijarme a la hora que nos reunimos con mi jefe, porque me daría un ataque. Apenas nos había dado el tiempo para cambiarnos de ropa y los dos teníamos pinta de tener una resaca de otro planeta. Cosa que no eran solo pintas, era muy cierto. Nos encontrábamos fatal, y para colmo, con el estómago vacío.

—Ahí están. – dijo César poniendo mala cara. —Una vergüenza. – masculló entre otras palabras que sonaban igual de feas, mientras nos guiaba a un salón lleno de fotógrafos y personalidades de la moda. —¿Tienen idea de la oportunidad que tienen al estar acá? El voto de confianza que... – seguía diciendo entre dientes mientras nosotros solo podíamos bajar la mirada y asentir.

—Perdón, César... – dijo mi compañero. —Se nos hizo muy tarde anoche y hoy no conseguíamos taxi.

Nos miró enojado, primero a él, después a mí.

—Y ahora ¿de quién fue la culpa? – resopló. —No hace falta que me digan nada, sé que fuiste vos Rodrigo... Primero no me presentan las cosas a tiempo, después gritos en la empresa con mi secretaria, y ahora aprovechan este viaje de trabajo para salir de fiesta. – se cruzó de brazos. —No veo a Angelina teniendo nada que ver con todo esto.

Me sentí pésimo. Era tan culpable como mi compañero, y quise decirlo, pero me frenó.

—Mil disculpas, no se va a repetir. – mi jefe se dio la vuelta y nos indicó un stand al que teníamos que ir. Unos empresarios de Estados Unidos estaban presentes, y nosotros teníamos que seguir haciendo sociales. Lo miré agradecida y solo se encogió de hombros quitándole importancia.

Maybelline, una marca conocida de maquillaje con la que nuestra compañía trabajaba desde hacía años y una de mis favoritas como consumidora. Estaban presentando sus productos de la nueva temporada, que incluía una paleta de colores tan frescos y tan bellos, que no pude evitar imaginarme los diseños con los que estábamos trabajando. Estos colores teníamos que usar, no había dudas.

—Estos colores van muy bien con la línea noche ¿no?. – opinó Rodrigo como leyéndome la mente.

—Estaba pensando lo mismo. – admití. —Me imaginé tu vestido con bordados con ese labial color... orquídea.

Asintió y nos pusimos a tomar notas. Si bien no nos correspondía a nosotros el peinado y el maquillaje de las modelos, bien podíamos hacer sugerencias.

Un rato después, pasamos a otra sala en donde nuestro jefe estaba rodeado de empresarios y nos necesitaba para hablar de las nuevas prendas.

Mi compañero se encargó de traducir todo lo que decía a inglés, porque aunque algo sabía, no lo hablaba tan fluido como él. Tenía una pronunciación casi perfecta. Además, cuando me ponía a hablar de diseño, se me iba la cabeza y ya nadie podía pararme.

En eso estábamos justamente, luciéndonos, junto con colegas de otras firmas, cuando mi barriga comenzó a hacer ruidos por el hambre. Instintivamente me llevé una mano allí y me mordí el labio. Al parecer nadie los había escuchado. Mierda. ¿Faltaría mucho para la hora de comer?

¿Haríamos un descanso para ir a almorzar? Si no, los ruidos se pondrían peores, y probablemente hasta me desmayara. Demasiados tragos en mi cuerpo, y muchas horas sin incorporar nada sólido.

Nueva York (#1 Trilogía Fuego y Pasión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora