Llegué a casa con las manos heladas y el rostro empapado.
Prendí la estufa y me saqué el abrigo algo mojado.
Sequé mi cara y froté mis manos tratando de agarrar calor.
Me recosté en el sillón.
Durante las dos horas siguientes pensé en nada y en todo.
Cuando el reloj marcaba las 23:15 horas me apronté para ir a dormir. Me aseguré de que estuviese todo cerrado y en orden, apagué la estufa y me dirigí a la cama. Cerré los ojos y caí profundamente dormida.-
Me despertó el sonido del teléfono. Con bruscos manotazos lo agarré y contesté aún con los ojos cerrados.
-¿Si?- ¡menuda voz ronca me ha salido!
-Mamá, me han llamado otra vez del departamento de correo, deja de enviar cartas sin dirección! Ya no tiene caso- un dejo de lástima pude notar al decir ésto último-.
-¿Te siguen gustando aquellas galletas que hacia? Esas de canela, recuerdo que cuando eras chica te encantaban.
-¿A qué viene eso, mamá?
-Ven hoy a la tarde, te contaré a quien van esas cartas.