-¿Por qué eras tan grosera con él?- me interrumpió Clarissa, suspiré.
-No era grosera. Me parecía lindo y gracioso, y eso me irritaba. No me gustaba que el me hubiese gustado. Me había gustado. Y eso me molestó- respondí, su mirada confundida me dio gracia a lo que sonreí apenas- ¿Me dejas seguir?-asintió sin decir más, a lo que comencé otra vez-. Al otro día, caminé hasta el café, había quedado con un amigo y ya iba 10 minutos tarde, a lo que me apresuré.
Llegué y pude divisar a mi amigo en una esquina del local, caminé hasta allí y me senté.
-Antonio, hola, perdón por la tardanza.
-Descuida- una fina línea delgada se formó en sus labios-. Y ¿cómo haz estado?
-Normal, y tú? -le resté importancia-
- Igual. Y, me han contando que andas con un tipo guapísimo-río por lo bajo y me miro expectante-.
-¿Qué?
-Uno de esta misma cafetería incluso.
-¿Qué?-repetí- Perdona, pero estoy absolutamente perdida.
-Nada.
-Ahora dime.
-No. Que te lo diga él.
-¿Y quién es él?
-Justo viene, allí-señaló la puerta. Y sí, ahí venía el gran idiota-.