Capítulo 3

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Tres días, con sus veinticuatro horas completas son los que habían transcurrido. Y de momento, aquella planta parecía ser el polo norte. Pero sin incidente alguno que lamentar. Pero agradecía aquello, antes que hallarse inmersa en el mismísimo infierno. Pensó con cierta resignación, cuando miró su reloj y comprobó que era la hora de comer. Y tenía hambre...


Durante aquellos días, la verdad es que pocas veces habían cruzado alguna palabra. Y debía admitir, que lo veía raro al ser él su jefe, y ella su secretaria.

Guardó la carta que estaba pasando a limpio, para levantarse de su sillón y coger su bolso del cajón. Aquel día, mejor iría a la cafetería de abajo y compraría un par de bocadillos.

-Increíble.

Llegó a susurrar en el vacío de aquella sala, soltando un profundo suspiro a la vez que se dirigía hacia el ascensor. ¿Cómo podía llegar a ser tan mema? ¿Cuándo había comenzado a compadecerse de aquel aliado de Satanás? Pero aquel día, cuando ella apareció a las ocho de la mañana para comenzar su jornada laboral, él ya llevaba rato allí. Y tenía que admitir, que no lo había visto salir a desayunar. Y por lo visto, pensaba hacer lo mismo en el horario de comida.

Estaba segura, que aquello era debido a la reunión que tenían al día siguiente. Además, el que aquel espécimen endemoniado fuera un maldito borde. No significaba que ella tuviera que serlo también. No pensaba cambiar su forma de ser, por el mero hecho de hallarse trabajando bajo sus ordenes.

Unos veinte minutos después, con el pulso nervioso por aquel impulso idiota que había tenido en el último momento, salió del ascensor con el corazón bombeando al compás de sus pasos. Lentos, asustados...

Pero todo camino tenía siempre un final. Y el de aquel, era la puerta de su despacho en donde dio dos enérgicos golpes en ella, para abrirla y caminar hasta posicionarse enfrente de su escritorio.

Allí, su objetivo alzó la mirada con el ceño fruncido. Al parecer, no estaba contento con aquella intromisión.

-Que yo sepa, no te di paso –Señaló James volviendo a desviar la mirada al ordenador.

-Cierto, pero se que no iba a encontrarte deambulando por aquí en ropa interior –Soltó con humor, logrando captar su total atención.

-Pero podía estar manteniendo una conferencia de vital importancia –Replicó con tono seco.

-Y por el momento, creo que toda secretaria sabe entrar sin armar escándalo cuando es el caso –Amonestó alzando una ceja-. Toma, aquí tienes...

Abrió la bolsa de los bocadillos, para extraerle uno y dejarlo sobre el escritorio junto a una lata de refresco.

-No pedí que me trajeras nada –Comenzó hablar, pero una vez más como vieja costumbre ella lo interrumpió sin dejarlo terminar.

-Pues lo tiras por la ventana, para que se lo coman las palomas –Bramó furiosa-. Solo pensé que tendrías hambre... Pero ahora veo, que Lucifer solo se alimenta de las almas en pena –Se dio la vuelta para encaminarse a la salida-. ¡Hazte tu solito el café! –Y cerró con un fuerte portazo.

-Joder... -Silbó-. No da tiempo a darle las gracias. Maldita loca –Gruñó mal humorado y cogiendo un bocadillo para comérselo. Su olor le había recordado que no tenía nada más que un café, desde las seis de la mañana.

Solo faltaban cinco minutos para plegar. Y se hallaba mirando atentamente a la calle, por la enorme ventana que tenía en aquella sala. Afuera, empezaban a caer lindos y gordos copos de nieve. Era preciosa aquella imagen, y lamentaba el no tener su cámara de fotos allí. Adoraba el invierno y la magia que proyectaba, días cercanos a la navidad.

Saltando Chispas  COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora