6 de Agosto, 2011
-¿Hola?- se escuchaban risas de fondo. Esto se sentía incomodo.
Las palabras no se querían soltar de sus cuerdas vocales. Un pequeño cosquilleo le molestaba en la garganta, y un dolor vibrante en el pecho, rompiéndolo por dentro.
Abrió la boca, decidido a dejar salir algunas palabras. Pero sus dedos fueron más veloces y cortaron la llamada.
Rápidamente, estos mismos se enredaron en su cabello y tironearon con ira. Gritó de furia, enojado consigo mismo. Había intentado hacer esto miles de veces, sin éxito alguno. Y todo era su culpa. Por ser un cobarde, por no aprovechar el momento adecuado para decirle cuanto...
-¿¡Alex, sigues ahí!?- exclamó Louise, golpeando la puerta del baño, haciéndolo caer a la realidad.
Alex se levantó del suelo y caminó hacia la puerta para abrirla. Unos ojos color canela le sonrieron, y él le regaló un falso gesto explicando que estaba "bien".
[...]
Caminaban agarrados de la mano. Ella feliz como siempre, y él también, como siempre. Cuando entraron al bar, se encontraron con amigos y conocidos, a los cuales saludaron con una sonrisa. Louise se acercó a un grupo de chicas, de las cuales conocía solamente a una. Alex podía ver como la colorada se reía, con pequeñas arrugas alrededor de sus ojos.
Louise era una chica muy linda, de unos veinticinco años, un poco alta y de ojos color canela. A veces solía ser demasiado chillona, un poco cargosa y demasiado cariñosa. Pero había algo en ella que lo tenía hechizado. Y por más que Louise Smith lo tuviera harto con sus escenitas de celos estúpidas y su forma de hablar, había algo en ella que no podía soltar.
La había conocido gracias a Emily, quien antes había sido amiga de Louise. Alex siempre supo que Louise gustaba de él, pero nunca quiso intentar algo con ella, porque simplemente no le gustaba. Y ahora, él se ponía a pensar por qué estaba saliendo con ella, cuando en un principio le daba asco. Le daba arcadas de tan solo verla. Toda de rosa, con un potente lápiz labial, y unas pestañas largas que tenían de lema "cuantas más largas mejor". Ella era tan superficial y egocéntrica como él solía ser, y tal vez era aquello lo que lo tenía atrapado. O simplemente que Louise era muy hermosa físicamente y, que por eso, él necesitaba juntarla a su colección de muñecas Barbie. Perdón, es una exageración.
A grandes rasgos, él estaba con Louise para no estar solo. ¿La estaba usando?... Si.
[...]
Había salido un momento para tomar aire, ya que el ambiente adentro del bar era sofocante. Se sentó en el cordón de la vereda, mirando a las luces de los negocios, y a los pocos autos que paseaban por las calles oscuras. Se agarro la cabeza con las dos manos, estrujándola con los dedos. Repensó acerca de su llamada en el baño de su departamento, hace unas tres horas. Recordó por que había llamado y cortado al instante. Instintivamente gritó, mientras que varias personas que pasaban por ahí lo miraban extrañados.
Inhala, exhala...
-No, lo siento tanto...- escuchó a lo lejos.
Rápidamente levantó la cabeza, buscando a la dueña de aquella voz. Se arrepintió tarde al encontrarse con Emily hablando por teléfono.
- Si, lo sé. Estoy en la puerta... Si...- hubo una pequeña risa.- Si, te espero.
Alex intentó esconder su cabeza detrás del cuello de su chaqueta. Con los ojos cerrados, rezaba que ella no lo reconociera.
Por suerte, Emily se quedo parada a unos pasos de la entrada. Y Alex se quedó sentado allí, tratando de imaginarse lo que estaría haciendo Emily a sus espaldas. ¿Estaría mirándolo? ¿Preguntándose a sí misma, 'quien seria ese chico con campera de cuero, sentando en el cordón de la vereda, con una imagen que trasmitía pena'? ¿Por qué lo anteriormente dicho rimaba demasiado? No lo sabía, él no tenía ni la menor idea. Él suponía que ella estaba distraída con su teléfono, y nada más.