N/A: Es importante que, si pueden, escuchen la canción en multimedia antes o durante leen el texto <3
21:30 pm
Ni siquiera sé porque estuve allí en un principio, mi orgullo le ganó a la razón, diciéndome que debía salir de esa casa que tenía sus manos en mi cuello desde hacía años, amenazando cada vez más con apretar su agarre y asfixiarme. Debía escapar.
Lo que no sabía es que el infierno que me esperaba no era nada comparado a aquel.
Caminaba por la calle tratando de hacer el mínimo sonido, aunque alguna vez una hoja se cruzaba en mi camino y terminaba tan acojonado por el sonido inesperado de ella crujiendo, que dudaba en si seguir o llamar a mi madre y mandar todo a tomar por culo.
Bajé hasta la estación del subterráneo, esa noche a solas al otro lado de la ciudad me serviría para pensar, y a mis padres para darse cuenta de que deberían dejar de sobreprotegerme tanto; tengo 17 años, joder, no soy un niño y no permitiré que me traten como a tal.
Como un rayo y haciendo un ruido estruendoso llegó mi vía hacia la libertad momentánea, casi vacío, por suerte. Me encaminé para subir rápido y coger un lugar al lado de la ventana, aunque ni siquiera había gente, ni algo interesante para ver del otro lado.
Un chico que hasta ahora no había visto se acercó en mi dirección, sentándose en uno de los dos asientos frente a mí. Genial.
Tenía el cabello negro y corto y algo de barba, sin contar los piercings en su labio y ceja. Vestía una sudadera negra con una capucha que llevaba puesta sobre su cabeza, jeans del mismo color, botas negras estilo militar... ¿Se creía satán o algo así? Igualmente no me importaba, ni me gusta prejuzgar a la gente; tal vez sólo era su estilo. Y me gustaba.
Me quedé un rato observándolo sin pudor alguno hasta que, supuse, se sintió lo suficientemente tenso como para apartar la vista de su libreta y mirarme. Sonrío. ¿Había visto bien? El atractivo tío aspirante a satán me había sonreído tan cálidamente que pensé que tal vez su personalidad no le hacía honor, para nada, a su apariencia fría.
Obviamente le correspondí la sonrisa y le guiñé el ojo descaradamente. Vale, tal vez si sacaría algo bueno de todo ese show del adolescente que se fuga de casa que hice.
Como me equivocaba.
Alejé mi vista de su rostro impresionado y divertido y me dediqué a ver el aburrido paisaje gris, huyendo de su mirada y de la tensión que ésta me estaba provocando. Una voz anunció por los altavoces una parada. Los dos, por alguna razón, nos dirigimos una mirada rápida: entendí lo que quiso decir y me levanté rápidamente, el me siguió.
Bajé del tren y caminé a paso lento hacia las escaleras que llevaban a la calle, él me seguía y sonreí al darme cuenta. Comencé a ir más y más lento hasta que me alcanzó, nos miramos por unos segundos y sonriendo seguimos caminando hacia la salida.
Era un desconocido pero... me sentía tan seguro a su lado.
Una vez que topamos con la calle lo miré con expresión de ¿Y ahora? A lo que rio por lo bajo y comenzó a caminar en dirección a, al parecer, el parque. Cruzamos dos calles y llegamos al lugar de destino.
-¿Cómo te llamas?- Estaba con un desconocido en un parque a las diez de la noche, merecía saberlo.
-Miguel ¿Tú?
-Rubén.
Me sonrió y juré ver sus ojos iluminarse por un segundo.
Nos sentamos en una banca de madera, bajo una farola con una luz tenue que me dejaba ver sus ojos oscuros entre tanta penumbra; desvié la mirada hacia el paisaje, no había ni una sola alma rondando por aquí. Excepto nosotros, un chaval de 20 años tan confiado como para dejarse perseguir por un desconocido y Miguel, un chico al parecer más grande que él, sentado en un parque con él porque éste le correspondió una sonrisa y le guiñó el ojo.
No tenía una mierda de lógica. Sin embargo, no me importó.
Estúpido.
-¿Qué haces en un parque a las diez de la noche con un desconocido, niño?- Agh, lo único que me faltaba.
-No soy un niño, gilipollas. Tengo 17 años.
-Lo siento, lo siento.- Y reía, puto descarado.- ¿Me vas a responder la pregunta?
-Me he escapado de casa.
-¿En serio?- Su expresión daba a entender que no se lo había creído ni de coña.- No te creo, vamos, ¿En dónde están tus padres?
-¿Tú cuántos años tienes? Porque no parece que seas tan mayor como para llamarme niño a mí.
-25.
-¿Eh?
-Tengo 25 años, niño.
-Primero, no me llames así; segundo, ¿Eres violador o algo? Si lo eres al menos déjame llamar a mis padres para que tengan un buen recuerdo de los últimos minutos de su hijo mental y analmente estable.- Casi estallo en carcajadas por lo que dije, pero Miguel me ganó.
-¿Analmente estable?
-Cállate.- No podía dejar de sonreír.
Miguel me transmitía tantas cosas que comenzaba a cambiar de opinión sobre el amor a primera vista, tal vez después de todo si existía. Miré a su dirección y me encontré con que me estaba observando con tal expresión de deseo que hizo estremecerme, pero por un lado me gustó.
-¿Por qué me miras así?
-¿Cómo?
-Como si quisieras... nada.
-¿Besarte? ¿Violarte? Mmm, tal vez.
-No es gracioso.
-Lo siento.
-Yo sí quiero besarte.
-Oh, vamos, literalmente apenas me conoces.
-¿Y qué? ¿Acaso volveremos a vernos?
-Tú no.
-¿Qu
Se acercó a mí y me besó, de la nada. Tarde en corresponderle debido a la sorpresa y de un momento a otro me sumergí en el beso, en lo que sentía, hasta que sentí un dolor y escozor tan colosales que caí al suelo de rodillas. Mi vista era borrosa.
Sangre, cuchillo, dolor, sonrisa macabra, oscuridad, más dolor, claridad.
Lo último que vi fue a Miguel tachando algo en su libreta y sonriendo con malicia y satisfacción.
Otra víctima. Yo fui otra víctima al azar en su plan macabro.