II

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Cuando vi a la chica, no me sorprendí, ni siquiera latía fuerte mi corazón. Y si latía, no era nada mas que porque Sebastian tenia un tipo de aura, estaba enojado, sus ojos rosados, fosforescentes, tanto, que asustaba el verlo a los ojos, como si pudieras conocer tus peores miedos, solo por el hecho de observar aquellas llamativas iris, y contorno de ojo.

—Sebastian, sonríe. Llego a sentir miedo el ver tu penetrante mirada—.

—Mis disculpas pertinentes, Joven Amo. Mi rostro cambiará de inmediato—.Dijo aquel demonio, el tenerlo atrás mio, realmente  daba el tener miedo.

Él, nada mas volvió a sonreír, pero una sonrisa hipócrita, esas que tanto odio. Pero preferí guardar silencio. Pues nunca había visto a Sebastian de esa manera, y quizás, como demonio, rompería el contrato. Y aún, no estoy dispuesto a tirar a la basura, todo.

Tomé aire, y me acerqué a la chica que mis ojos habían elegido, aunque poco era lo que me interesaba ella, necesitaba calmar mi cuerpo, con sexo.

—Tu—.

Ella me observó atónita, sus grandes, y cristalizados ojos, no me refiero a que estaba llorando.

—Son... 5.000 dólares —.Que gracia, no le he dicho absolutamente nada, e inmediatamente sacó sus conclusiones. No era barata, pero para mi, un aristócrata de tal rango, no era ni siquiera un golpe en dedo.

—Ahora—.

Solo asintió, arregló levemente su vestido, y camino al lado de Sebastian, mientras... A él lo veía observar con un desconocido odio. Notablemente, este tipo no era Sebastian, ¿Entonces, quien era?.

Al llegar a la mansión, le deje a cargo las cosas principales a Sebastian, pues tenia trabajo que atender. Fui con la chica al dormitorio de visitas, pues no estaba dispuesto a dejar residuos de alguien que a penas conocía en una cama que lleva siendo mía, durante tanto tiempo.

Sentí un placer notable, pero fue un placer vacío. El sacar y retirar mi miembro de la cavidad anal de la chica, que aun desconocía el nombre, no me hizo sentirme mejor. Pero un buen pasatiempo. Ella gemía demasiado fuerte, me dejaba sordo. Me enfermaba, pero lo necesitaba, necesitaba esta atención, urgentemente.
Necesitaba esa atención sexual de cualquier manera, y que mejor, que usar el conducto sexual para aquella agradable.-Aunque en este caso desagradable-; labor. Desde hoy, la usaría a ella. No quería otra, y la idea era pagarle para que solo fuera mía.

Aunque, si cambiamos el transcurso del tema, diría que sentía que alguien observaba la escena.

Quizás era mi imaginación.

Quizás era mentira.

O quizás, solo quería sentirlo.

Pero, mi excitación solo aumentaba al sentir aquello, esos ojos desconocidos que estaban impregnados en mi cuerpo, el otro cuerpo de la chica, mi mente la había olvidado. Sólo la estaba usando, pero sentía una excitación sin nombre, solo por que unos ojos desconocidos, estaban observándome.

Pasaron las horas, me había aburrido, la chica no estaba apretando, y no gemía como antes. Me corrí por última vez, y salí de ella. Tomé mis prendas, y salí de la habitación. Dejando a la joven en el dormitorio,  sólo estaría unos minutos mas, no aguantaria que un cuerpo que no fuera el de un invitado real, estuviera usando una cama que no era para ella.

Observe a Sebastian, y una electricidad recorrió mi cuerpo. Ese no era Sebastian, este tipo, estaba dando miedo. Sus ojos no eran fosforescente, se habían convertido en negros. Su cabello desordenado, y sus prendas rotas.

—¿Quien eres?—.

—No soy nada mas que su mayordomo, perdón le pido por mis trastes, tenia que atender algunas cosas—.

—Por lo tanto, ahora hecha a la mujer de aquí, cambia las sabanas, y quiero que le pagues lo acordado—.

—Como usted ordene—.

Fui a mi habitación, y solo tome un baño. Me había aburrido, y ahora solo quería dormir. Tanto como pudiera.

Estaba cansado, sudado, y me sentía enfermo, ¿Serán estos los efectos secundarios, después de haber tenido sexo?.
Quizás si. O quizás, el cuerpo de ella era tan asqueroso, que me hizo sentirme así. Me arrepiento de haberme rebajado a este nivel. El nivel en él que estaba desesperado.

Yo mismo me puse mis ropas para dormir, llamé a Sebastian que arreglara mi cama, preparándola, y me acosté.
Sin pensarlo, me dormí.

Aquella noche, me sentí bien. Mi cuerpo descansado, soñando que me tocaban gentilmente, besando mi cuerpo, sintiendo las caricias de unas manos delgadas, y grandes.
La lengua que me besaba era tan suave, como si me limpiara cada parte de mi cuerpo.
Lo que fue tocado por otra mujer.
Me sentía tan bien, pedía la clemencia de que este sueño jamás hubiese terminado. Quería seguir sintiendo aquello que carcomía el cuerpo.

Aquella vez, en la mañana. Nuevamente, mi cuerpo estuvo mojado, sudado, y mi interior, nuevamente, estaba sucio.

Necesito a mi MayordomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora