Capítulo 6: Cambio de planes.

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T A N Y A

Es que sólo a mí se me ocurría. Ya me había prometido que me alejaría, pero, en cuanto me llama, corro como idiota para ayudarlo. ¿En qué estaba pensado? Me pasé prácticamente la noche entera pensando en que no me importaría nada lo que pasara con él, yo me alejaría. Pero todos esos pensamientos y esas promesas se rompieron en cuanto me llamó y me dijo que fuera a su cafetería. Me sentía estúpida.

Eres estúpida, Tanya.

–¡Tanya, espera! –me giré y bufé al ver que venía corriendo tras de mí. Caminé más rápido– Tanya.

–¿Qué? –lo encaré– ¿qué es lo que quieres, Mauricio?

–Te necesito –por más que traté de que no me afectaran esas palabras no pude–. Necesito que cuides a Thomás, tengo que trabajar.

–¡Tú sólo me necesitas para que te ayude con él! Si no fuera porque te encuentras en ésta situación te aseguro que ni siquiera recordarías quién soy –él negó, pero no dejé que respondiera–. Y sólo para que lo sepas, genio, yo igual tengo que trabajar. No estoy dispuesta a faltar por un hijo que no es mío.

–Es mentira, claro que te recordaría, a mí no me vengas a culpar por eso de que nos separamos –abrí la boca impresionada ¿estaba culpándome a mí?-. Y si tanto tienes que trabajar dime por qué no estás ahí.

–La guardería abre a las 9, así que me voy porque tengo que estar ahí.

–¿Conseguiste trabajar en una guardería? –preguntó asombrado, asentí– Ése era tu sueño, Ia.

–Sí, y quiero seguir conservando mi sueño, así que me voy –acomodé la correa de mi bolso en mi hombro y me di la vuelta para seguir caminando. El llanto de Thomas me detuvo.

–Shh, por favor Thomas, deja de llorar –le rogó. Me giré y me alarmó que el bebé estuviera afuera con ese frío.

–¡Le va a dar una hipotermia, idiota! –me quité el abrigo y se lo puse a Mauricio en el hombro. Vi el rostro del padre y estaba llorando.

–Ya no puedo, Tanya, a penas llevo un día y ya no puedo. No sé qué estoy haciendo y estoy muerto de miedo al saber que con cualquier cosa puedo matarlo –algo en mí se removió al saber que era sincero–. Puede que no lo haya deseado, y puede que sólo esté conmigo por un tiempo, pero nunca me perdonaría al saber que un bebé fue dañado por mi culpa. Me siento muy perdido.

–Mauricio no llores.

–¡No puedo evitarlo! –gritó y Thomas se quejó. Tomé al bebé y pude oír el suspiro de alivio de Mauricio– Llevo toda la noche despierto preocupado por él, no he dormido, y ha llorado todo el tiempo. ¡Mi mundo está de cabeza! ¿Cómo quieres que no llore si me da pavor que así puede ser mi vida de ahora en adelante?

–Ya, tranquilo, todo tiene solución.

–¡No! No sé absolutamente nada –me mordí el labio y sentí lástima por él. Nunca lo había visto tan afectado.

–Puedes aprender... –me mordí el labio al saber que estaba a punto de cometer una estupidez, podría oír a mi yo interior con una sirena diciéndome que era una mala idea, pero no me podía quedar de brazos cruzados–... realmente te odio por hacerme decir lo que estoy por decir.

–No. No debes, no es tu hijo, tienes razón.

–Cállate que eso no lo hace más fácil –suspiré–. Yo te ayudaré con él hasta que Amanda le encuentre un lugar dónde vivir, no puedo ser tan cruel de dejar que te las apañes solo con él.

–¿En serio harías eso? Yo sé que me odias y no podría obligarte a hacer...

–¡Qué te calles! –obedeció– Ahora vamos adentro que me estoy congelando. Llamaré a la guardería para reportarme enferma y cuidaré de él mientras voy organizando todo, tú podrás trabajar tranquilo –me sentía demasiado ingenua pero algo en mí me dijo que debía hacerlo. Cuando vi el brillo en sus ojos y cómo su rostro perdía ese gesto desesperanzado supe que no estaba haciendo nada malo–. Pero ni creas que volveré a faltar al trabajo, es una única vez ¿me oyes? –asintió– Y me darás de comer todo lo quiera por hoy... sin cobrarme nada.

–¡Muchísimas gracias! Sabía que aún sigues siendo la misma mujer incapaz de dañar a un niño –me abrazó con Thomas en brazos y me aparté al sentir algo extraño en la calidez del abrazo. Se quitó el abrigo y lo puso en mis hombros–. Vamos, la casa invita todo lo que te plazca.

*

–¿Tú eres su mamá? –dijo la mesera lentamente. Dejé de mirar a Thomas mientras él se despertaba y la observé atentamente. Tenía los ojos pequeños y el cabello negro y liso, era pequeña y muy atractiva, no tenía más de 25 años.

–No, ¿me crees capaz de tener un hijo con él? –señalé con un dedo a Mauricio, quien se encontraba en el mostrador acomodando unos muffins recién horneados. Ella río.

–Ya decía que tenías cara de ser inteligente –ahora fui yo la que rió y después reímos las dos al escuchar un gruñido por parte de Mauricio.

–Las oigo ¿lo saben? –dijo sin dejar de mirar los muffins.

–Sip –se giró a mí y me tendió la mano–. Soy Ale, ¿tú quién eres? ¿Por qué estás cuidando a su hijo?

–Soy Tanya y lo hago porque no sería capaz de dejar a este pobre bebé con él. Soy una amiga de...

–Es mi mejor amiga –corrigió él. Rodeé los ojos.

–Ex. Y bueno, sé que él no podría sobrevivir sin mí así que me ofrecí a ayudarlo.

–Claramente, míralo, es un desastre –reí pero me sorprendió que ella hablara así de su jefe.

–Cállate princesa, que puedo sacarte de mí desastre –por la mirada de cariño que se echaron entre sí supe que no sólo era una amistad. Me sentí algo extraña, ellos... ¿eran novios?

–Hazlo, así abro mi propia cafetería y tus clientes se vienen conmigo –él rodó los ojos y entró a la cocina–. En fin, a pesar del padre que tiene este bebé es hermoso, hasta me dan ganas de ir corriendo con mi novio y decirle que quiero un bebé –me asusté al sentir alivio cuando oí eso.

–Supongo que salió a la madre, gracias a Dios.

–Dios amó a este niño por eso –terminamos con una risa y ella sacó su libreta y pluma–. ¿Algo más? Te recomiendo que pruebes los muffins que acaba de hacer, son uno de los platillos más demandados.

–Entonces dame uno de esos –ella asintió y se fue. Thomas se quejó reclamando mi atención–. Eres muy demandante ¿lo sabías, pequeñín? Con razón tu padre se está volviendo loco...

Me interrumpí al ver que el susodicho me estaba mirando desde la entrada de la cocina. Fruncí el ceño y le sostuve la mirada ¿por qué coño me estaba mirando?

–¿Te molesto? –dije después de un rato.

–Gracias, es todo –y volvió a la cocina. Qué tipo tan raro.

Ale volvió con mi panqué y yo volví a hacer anotaciones en mi libreta. Tenía ya todos los horarios y cosas necesarias para llevar orden durante este tiempo.

¿Sabes? Podrías hacer algo para desquitarte del susto que te metió esta mañana...

Sonreí al saber que tenía razón. Me moría por ver la reacción de Mau al saber lo que tenía en mente.

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⏰ Última actualización: Nov 28, 2015 ⏰

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