Beware the kid

Capítulo 3: Primer intento.

Pude sentir la trágica muerte de mi idea en cuanto empezó a retorcerse de la risa. Tuve ganas de zarandearla para que dejara de reírse de ese modo, siempre me había parecido muy escandalosa su risa, pero no lo hice ya que algo en mí admitió haber extrañado el sonido. Por un momento me aterró la idea de que su estruendosa risa pudiera despertar al bebé, pero me relajé después de que pasaron unos minutos y Thomás siguió cómodamente dormido en su carrito.

Oh, gracias 'hijo'. Te levantas con un ligero "click" de la puerta pero con este ensordecedor sonido al parecer te arrullas. Parece que ya empezamos a notar el favoritismo aquí, señores.

–No gracias. No está en mis planes eso de cuidar hijos ajenos –dijo limpiándose unas lágrimas–, y menos si es un hijo de alguien egoísta, traidor e irresponsable. Adiós, hasta nunca.

–¿No se supone que eres mi amiga? –en cuanto vi como sus hombros se tensaban y todo rastro de alegría abandonaba su rostro, supe que había sido mala idea decirlo.

–¿Amiga? ¿A caso crees que somos amigos? –tuve miedo de asentir, así que no hice ningún movimiento– Yo no sabía que los "amigos" eran capaces de alejarse completamente de ti sólo porque una novia pasajera se lo pidió; que los "amigos" eran capaces de olvidarse de una amistad de 17 años sólo por un par de tetas; o que podían ignorar a su "amiga" durante casi un año aun cuando ella lo buscaba cuando lo necesitaba o para saber cómo estaba. Tú sólo buscas a "tu mejor amiga" cuando te encuentras en problemas, pero ella ya no está. Así que no, no somos amigos –tuve que buscar un lugar donde sentarme antes de que mis piernas me fallaran–. Me sorprende la errónea definición que tienes de amistad.

–No, no es verdad todo lo que dijiste –levantó una ceja y yo me sentí aún más insignificante–. Aún seguimos siendo amigos, lo que pasa es que nos alejamos un poco.

–Por supuesto –había olvidado lo mucho que su sarcasmo puede doler cuando está molesta–. Bueno, mejor amigo del alma, había olvidado que estaba en medio de algo así que me iré. Bye, te amo, sigue siendo el mejor amigo del mundo –otra cachetada invisible. Una más y sería K.O.

–¿En medio de algo?

–Sí, justo me llamaste cuando le estaba enseñando a mi pez a hacer maromas, así que, como verás, tengo que estar ahí -y caminó a la puerta. Comenzaba a desesperarme de nuevo.

–Está bien, lo lamento, no fui un buen amigo.

–¿Sabes algo? –se giró a verme– si esas disculpas fueran sinceras tal vez, sólo tal vez, te perdonaría. Pero sé que son falsas, así que vete al diablo.

–Por favor Tanya, no puedes dejarme. Eres lo único que puede mantener a ese bebé con vida mientras esté conmigo, yo no sé nada de esto y estoy a punto de aventarme por la ventana. Te lo ruego.

–Llámale a tu mamá y déjame en paz.

–¡Ni loco! –negué repetidas veces y corrí donde ella. Me puse de rodillas– Ella tratará de convencerme de que lo mejor será quedármelo, y no creo poder soportar eso. Por favor, por favor, a nadie más podría pedírselo, sólo a ti –ella trató de irse pero me aferré a sus piernas–. No lo hagas por mí, hazlo por el bebé. Sé cuánto te gustan los niños e igual sé que no te gustaría ver a uno sufrir. Bueno, si te vas, te aseguro que Thomás no estará nada feliz.

–Mauricio, debo irme...

–Por favor, por favor –juro que estaba a nada de llorar por la desesperación y creo que grité un poco ya que se empezaron a oír ruidos del carrito, ¿ven lo que les digo del favoritismo? Miré a Tanya aterrado.

–Bien –dijo en un suspiro–, supongo que podré quedarme hoy para enseñarte un poco –de una ligera patada logró apartarme de ella. Le hubiera besado los pies si no fuera porque Thomás empezó a llorar levemente.