T A N Y A
¡¿Pero quién se creía él?! ¿Creía que era capaz de cortar toda relación que tenía conmigo durante casi dos años y después volver a hablarme como si nada pasara? ¡Por supuesto que no era capaz! Él había decido terminar la amistad pues ahora aceptaría las consecuencias. Ahora era yo la que no lo quería cerca, definitivamente no. Ya no me interesaba nada que tuviera que ver con él, ni lo que pasara en su nueva vida. Ni un poco.
Mentirosa.
¡Oh, cállate! Nadie pidió tu opinión, estúpida conciencia.
Estaba diciendo la verdad.¿Segura? Por lo que sé te costó trabajo terminar la llamada.
Por supuesto que no, lo hice con gusto. Me sentí tremendamente bien cuando lo hice.
Por supuesto que sí... Oh, hablando del rey de Roma...
–¡¿Qué es lo que quieres?! –espeté.
–Oh, ¿estás molesta, Ia? –bufé y estuve dispuesta a colgarle de nuevo cuando él gritó– ¡No! ¡No cuelgues por favor! –volví a poner el teléfono en mi oreja.
–¿Qué quieres Mauricio? No tengo tiempo para tus estupideces.
–Te juro que no se trata de una estupidez, te lo juro.
–¿Qué quieres? –dije separando las palabras lentamente.
–Necesito que traigas la llave que te di de mi departamento, es urgente.
–¿Qué? Primero me alejas y ahora me quitas esa llave, ¿es en serio? –dije ofendida.
–No, no es lo que piensas –dijo rápidamente–, quédate la llave, sólo necesito que la traigas para que yo pueda entrar, dejé la llave.
–Llama a un cerrajero. Adiós.
–No hay tiempo –fruncí el ceño ¿qué era tan importante?-. Necesito que la traigas ya. Te lo ruego.
–¿Por qué?
–Entenderás cuando vengas –suspiró–. Por favor Tanya, es muy importante que lo hagas cuanto antes.
¿No estarás pensando hacerlo, verdad? ¿Qué pasó con lo del odio y todo eso?
Es importante, oíste la urgencia en su voz. Tengo que hacerlo.
Bien, luego gozaré el decirte te lo dije.
–De acuerdo, estaré ahí en un abrir y cerrar de ojos –colgué, no era necesario que escuchara su respuesta.Me coloqué unos zapatos, tomé mis llaves y salí de mi casa. Sabía que si me iba en auto no podría llegar tan rápido ya que había mucho tráfico, así que no me quedaba de otra más que correr.
*
Llegué al edificio de Mauricio aún sorprendida de lo rápido que había sido eso, creo que nunca me había pasado. Traté de recuperar el aliento mientras revisaba el reloj: 10 minutos. Gracias a Dios el edificio de Mauricio y el mío no quedaban tan lejos o habría hecho muchísimo más tiempo. Subí las escaleras de dos en dos y me sorprendí cuando lo vi sentado a los pies de su puerta, lucía desesperado.
–¡Tanya! –se levantó y corrió a abrazarme. Me alejé y puse en sus manos su llave.
–Aquí está lo que querías, ahora me voy –me di la vuelta y comencé a bajar las escaleras.
–No, Ia, espera. No te vayas –me detuve, pero no por la voz de Mauricio, sino por algo más.
–¿Qué se oye? –cuando me giré pude ver como él me veía. Parecía asustado.
–Cosmo –respondió y se giró para abrir la puerta.
–No es sólo Cosmo –dije caminando hacia él y parándome detrás para ver por arriba de su hombro.
–Bueno, es el motivo del porqué era tan urgente la llave –y se abrió la puerta. Juro que cuando vi lo que era casi me iba de espalda. ¿Qué era lo que este idiota había hecho?–¿Eso... eso es un... un bebé? –balbuceé.
–Sí, resultaquesoypadre –dijo lo suficientemente rápido para que no pudiera entenderlo.
–¿Qué?
–Resultaquesoypadre –repitió igual pero pude entenderlo. Miré aterrada el carrito y después a Cosmo. Esto debía ser una broma.
–¡Eres un idiota! –grité y golpeé su cabeza– ¡¿Cómo se te ocurre tener un hijo?! –otro golpe.
–Discúlpame, no es como si lo hubiera querido. Eso llegó en la mañana –oírlo hablar así me enojó aún más, volví a golpearlo.
–¡No puedes hablar así de él! Como si fuera un paquete que no quieres.
–Pues no lo quiero, es lo que pasa –gritó–. ¡Ya deja de golpearme, Tanya! –volví a hacerlo.
–No, te lo mereces, imbécil. ¿Qué no lo quieras te parece motivo lógico para dejarlo solo con un perro que lo desconoce? ¿Eh? ¡¿En qué maldito mundo vives Mauricio?! –dejé de golpearlo en la cabeza sólo para que no quedara aún más estúpido. Le di un golpe en el estómago– Cosmo pudo haberlo mordido, o tirado el carrito.
–¿Por qué crees que te dije que era urgente la llave? Te aseguro que no era para ver en primera fila como Cosmo le hacía algo –lo hubiera golpeado de nuevo si no fuera porque el perro volvió a ladrar.
–Eres un idiota, un idiota con todas sus letras –dije y entré al departamento. Tenía que hacer que el bebé dejara de llorar o me volvería loca–. No puedo creer que después de dos años sigas igual de baboso.
–Sí, bueno, tú sigues siendo la misma gritona y regañona de siempre –lo fulminé con la mirada y volví a ver al bebé.
–Hola, cariño, no has tenido un buen día ¿verdad? –le dije mientras lo sacaba del carrito con cuidado. En cuanto estuve segura de que no se caería comencé a arrullarlo.
–Yo he tenido un día aún peor y nadie está arrullándome –murmuró Mauricio. Al parecer Cosmo y yo pensamos lo mismo ya que sólo bastó una mirada entre ambos para que el canino se acercara a su dueño y le ladrara–. Está bien, ya no hablo.
–Mejor –me senté en un sillón y seguí arrullando al bebé hasta que éste se quedó dormido. Suspiré cuando se dejó de escuchar el intenso llanto–. Bueno, ahora si me voy. Suerte, campeón –no estaba segura de sí sería buena idea dejar al bebé en manos de Mauricio pero no estaba dispuesta a quedarme para meditarlo.
–No, no, espera –me tomó del brazo y me alejó de la puerta–. Es perfecto.
–¿El qué?
–¡Tú podrás cuidar de Thomás durante el tiempo que esté acá! –juro que pude haberme reído de mi reacción si hubiera sido capaz de verla.
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Beware the kid
MizahCreo que, por el momento, lo único que quiero que sepan de mí es esto: tengo dos amores. Mi primer amor es hacia un hombre (o bueno, en proceso de serlo). Juro que daría mi vida por él, aunque sea difícil de creerlo y, sólo para que lo sepan; no, no...