Capitulo 1

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Lagrimas inundaron los ojos del rubio apenas este despertó. No quería salir de la cama. Quería quedarse encerrado bajo las sabanas de seda verde. Quería que su madre lo consolara, que le acariciará el cabello y que le dijera que todo estaría bien, que nada era su culpa, que su padre lo quería, que era una buena persona. Pero su madre no haría eso, porque su madre no era una mentirosa.

Al salir de la ducha se puso su túnica verde esmeralda. Probablemente confundirá a los muggles, pensó, pero siempre es mejor a que su padre lo vea usando atuendos ordinarios, de personas sin magia. Lo había intentado el año anterior y las cicatrices del crucio todavía le causaban pesadillas.

Terminó de empacar en cinco minutos, pero se rehusaba a salir. Su mente le decía a gritos que iba a perder el tren, que su padre se enojaría, que Pansy y Blaise le estaban esperando, pero su cuerpo exigía no salir, ya que sabía que estaba retrasado y sabía lo que le esperaba al cruzar la puerta. Es fácil para la mente no quejarse cuando el cuerpo es el que soporta los abusos.


Llegó a la plataforma 9 3/4 tambaleándose, pero apenas cruzó la pared su paso se tornó firme. Apretó los puños y trató de ignorar que sus nuevas cicatrices se estaban abriendo. Rezó porque su madre, a su lado, no lo notara. No quería que aumentara su preocupación. Unos metros antes de las puertas, Draco se giró, revisó la plataforma en busca de ojos curiosos y al no encontrarlos abrazó a su madre rapidamente. Ella, sorprendida por el gesto de su hijo, no hizo preguntas, solo lo disfrutó. Al apretarle su espalda, notó como el rubio reprimía un quejido y notó como la túnica de este adquiría rapidamente un tono rojizo.

-Draco- se apartó escandalizada-. ¿Tu padre....?

Los ojos de este se abrieron en expresión de terror al darse cuenta de la situación. Se había prometido a si mismo que su madre no se iba a enterar esta vez. Odiaba preocuparla. Ingresó al tren sin mirar a tras, perdiéndose de la mirada rota y perdida de su madre. En cuánto entró todo el dolor y rastro de tristeza abandonó su rostro. El pasillo estaba lleno de estudiantes. Tenía que callarse y dejar que la mascara de hierro que él mismo se había obligado a construir actuara por él. Así que cruzó el tren empujando a alumnos de primero e insultando los de quinto y sexto.  Entró a su compartimiento de siempre y un suspiro de alivio se escapó de sus labio al ver que estaba vacío. Necesitaba unos minutos a solas antes de enfrentarse al mundo de nuevo.

Tras La MascaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora