POV Emma.
Las lágrimas corrían por mi rostro como si de una lluvia torrencial se tratase. Mi cuerpo y mi alma habían reaccionado de un modo tan profundo que no podía controlarlo de ningún modo. Me aferraba a Adrian como si de un salva vidas se tratase. Lo abrazaba tan fuerte que no era de extrañar que le estuviese causando algún daño. No era consiente de nada... solo quería que sus voz dejase de oírse en mi cabeza y que los recuerdos dejasen de aflorar. No podía soportarlo. El dolor eran tan fuerte... que mi cuerpo había incrementado la intensidad de los temblores. Pronto se podría decir que estaba teniendo convulsiones. Sentí como Adrian me alzaba en brazos y me transportaba a algún lado pero yo no era consiente ni de dónde carajos me encontraba. La ebullición de emociones que estaban instaladas en mi alma no me permitían ser consiente de nada. Pronto sentí como Adrian se sentaba y con ello, yo sobre sus muslos. Pero mi estado era el mismo o peor, con la diferencia que mi mente se había quedado en blanco trasladándome a un año atrás. A esa noche. A ese chico al que creí mi mejor amigo. Una persona increíble. Mi defensor de los acosadores. Pero vil mentira fue la que viví, pues todo resultó ser una treta para caer en su trampa, para ganarse mi confianza y con ella ligarse a la niña inocente y buena que todo el mundo quería y apreciaba. A la niña estúpida que se dejó convencer por el mundo de las apariencias. Dicen que las cosas hay que demostrarlas para creerlas pero que ocurre cuando los hechos solo son una farsa ideada para cautivar y cegar a la víctima. Verme allí en esa habitación llena de espejos acorralada por una de las personas que más quise en mi vida. Estúpida, así me siento pero sobre todo rabia al sentir todo lo que me hizo, y no me refiero solo al ámbito físico. Porque sí fue mucho pero no es ni comparable al sentimental. El odio me envenena la sangre. Recordar cada tortura que me hizo ese día fue mortal para mí. Todo lo que sentí hacia él se transformó rápidamente en... asco, aberración, repugnancia... los adjetivos se le quedan cortos. Ver como la única persona en la que haz confiado te traiciona de la forma más cruel.
- ¿Emma? ¿Emma? - preguntaba Adrian sacándome de la neblina de recuerdos y emociones en la que me encontraba. Sus manos estaban en mi cara y me miraba directo a los ojos. Su toque era cálido, me tomaba la cara de forma firme y delicada al mismo tiempo, sin causarme ningún daño. Y por muy raro y extraño que pudiese ser el roce de su piel con la mía no se sentía repulsivo. Pero lo más sorprendente que ocurrió fue que consiguió sacarme del transe en el que me encontraba aunque mi estado físico no había mejorado mucho.
- Respira profundo por la nariz y suelta el aire lentamente por la boca- dijo él mirándome y como si de un mandato u obligación se tratase. Eso fue lo que hice. Lo repetí en varias ocasiones.
- Así muy bien- dijo él calmadamente, mucho más relajado. Cuando mi pecho dejó de temblar al igual que mi cuerpo, acomodé mi cabeza en su pecho, sin poder hacer nada para evitarlo. Mis ojos pronto comenzaron a pesar y nada pude hacer yo en contra de eso. Además que la mano de Adrian acariciando mi cabello terminó por calmarme y cayendo así en los brazos de Morfeo.
Me sumí en un sueño tranquilo donde el leve sonido del viento me arrullaba en una neblina de bienestar. No sabía quién o que lo causaba pero me sentía tan bien, tan cómoda, a gusto, protegida, cuidada. Poco a poco, fui despertando de ese letargo. El tiempo que había dormido me parecía eterno, pues creo que nunca había descansado tan bien. Me sentía como si mi mente se hubiese recobrado de algo horrible. La desorientación que sentía era abismal. Esperaba despertar en una cama, no en un prado hermosísimo que rozaba lo perfecto. Pero pronto una caricia sobre mi pelo llamó mi atención. Por un momento me limité a sentir. Era cálida, agradable y sentía como me confortaba. Levanté mi cara de dónde me encontraba para caer en la cuenta que me encontraba en el regazo de Adrian. Mi cabeza estaba sobre su pecho. Sus manos me rodeaban como protegiéndome y su mano se deslizaba distraídamente sobre mi pelo. Como si fuese un acto involuntario, que lo hacía sin tener que pensar si quiera. Todos los recuerdos azotaron a mi mente. Las llamadas perdidas, la voz de él nuevamente, mi huida, mi encontronazo con Adrian. Cogí aire profundamente para asimilar todo lo que había pasado en tan poco tiempo. Me encontraba perdida, estaba en los brazos de Adrian aunque no quisiese aceptarlo su toque me producía tan bien. Me sentía... una lágrima se deslizó por mi rostro. Yo le había echado mucho de menos y ahora estaba allí con él. Sequé mis lágrimas lentamente. Se veía tan hermoso, perdido entre sus pensamientos. Sacudí la cabeza ante eso. Se puede saber que estoy pensando. Él tiene novia. Y eso hizo que bruscamente me apartará de él y me alejase unos metros, sobresaltándole en el acto. ¿Qué estaba haciendo? Dios, quería volver con él. Joder, ¿por qué estaba sintiendo esto? ¿Estoy embrujada o qué? Desde cuando el contacto con otra persona me produce otra cosa que no sea repudio y asco. Me llevé las manos a la cara tapándome con ella los ojos intentando conseguir que las preguntas sin respuestas se fueran muy lejos.
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El día que marcó mi vida.
RomanceTodo cambia, nada es estable y para siempre. Estas son palabras que Emma ha oído desde que era muy pequeña pero no es hasta este momento en el que comprende su significado.