capitulo 24: Coma

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Dos semanas después.

Los segundos, los minutos, las horas, los días. El tiempo que pasaba cada vez era más tortuoso. Adrian seguía inconsciente postrado en esa cama. Cada día me quedaba junto a él rogando porque despertara. Pero nada. Pareciese que el padre no escucha mis plegarias. No entendía por qué tenía que pasar por este calvario. Joder, hasta cuándo me vas hacer sufrir de este modo tan cruel. No lo merezco. Cada día le hablaba, le leía e incluso le llegué a cantar alguna de las nanas de Brittany pero resultaba inútil. Él no estaba. Vuelve mi niño le suplicaba interiormente pero nada.
En las mañanas iba a un departamento a ducharme y cambiarme de ropa, era en esos momentos que no podía evitar llorar desconsoladamente. El pecho se partía del dolor. Es como si se hubiese congelado en el tiempo. En frío y hielo me había convertido.

El comer era un placer del que ya no disfrutaba. El simple olor hacía que devolviese todo lo que mi estómago no tenía. Me habían tenido que inyectar en sangre suero en varias ocasiones. En definitiva estaba en los huesos, todo el peso que había recuperado en meses se había perdido en un par de semanas.

Mis padres llegaron a los pocos días de que mi niño ingresase. Sinceramente no me importaba mucho el que estuvieran o no. No dejaba que me rozaran. Sabía que mis tíos le habrían contado lo ocurrido aún así mi madre insistía en que regresara con ellos a New York. Yo me negaba a dejarle mientras mi niño se encuentre en ese estado. Me iría sí pero cuando él esté consciente. No antes. Cuando le pueda decir adios como Dios manda.

Flash Back.
— Nena, entiende que lo mejor que puedes hacer es irte con nosotros. Acaso quieres seguir lastimando a ese pobre chico— me dijo con voz conciliadora. No. No es cierto. Yo no lo hice adrede. ¿Por qué tiene que venir a joderlo todo? Yo estaba muy bien sin ella.
— Vete, él ha hecho por mi lo que tú no— le dije con todo el odio y rencor que almacenaba dentro. Maldita, ya me siento jodidamente culpable para que encima le eche más leña a la hoguera.
Fin del flash back

Flash back
— Niña, no vez que es un capricho, una obsesión por el chico— me dijo nuevamente, que coño tiene ella contra él.
— Le amo y daría mi vida por él, tanto es así que desearía estar yo en su lugar. Quizá no le merezca pero de aquí no me voy a mover— le dije con lágrimas en mis ojos y con mis labios temblando por el dolor controlado
Fin del flash back

Ese día fue el peor de todos. Lloré amargamente a su lado. Me vi en la necesidad de acostarme a su lado. Aferrándome a su cuerpo. Él era mi salvavidas. Siempre lo fuiste. Desde ese primer día cuando me separaste de la pelea. No me puedes dejar sino me voy ahogar en esas aguas profundas y oscuras. Lloré, lloré y lloré mil y una vez a su lado. Verle allí pálido me mataba... me oprimía el pecho de un modo que los ojos se me ponía brillante demasiado rápido. Últimamente me había acostumbrado a no pensar. A dejar la mente en blanco. Sentada en esa maldita silla incómoda. Era estar allí pero como si no lo estuviese. Los días eran una tortura. Unos más llevaderos que otros. La furia, la melancolía, el odio, el dolor, el miedo... cada emoción atacaba de diferente forma por momentos. Controlar la oleada de sensaciones, de sentimientos era tan complicado que hacía que mi cuerpo temblase.

A veces no entendía ni como me sostenía sobre mis pies, un zombie caminaba mucho mejor que yo. A las siete y media de la tarde era el único momento en que dejaba el hospital desde que entraba en las mañanas a verle, a acompañarlo. Me sentaba en unos bancos y observaba como el sol se iba poniendo ante mis ojos. Era un fenómeno hermoso aunque para mi era como si la nada estuviese ante mis ojos, pues al único sol que yo quería ver se estaba debatiendo entre vivir y morir en esa camilla. Y yo no podía hacer absolutamente nada.

El día que marcó mi vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora