Capítulo 2 - Vida en línea

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Es el año 2404, y el sábado sigue siendo el mejor día de la semana. Los más afortunados van de compras, quedan con los amigos o ven la última película de estreno. Igual que el resto, Abigaíl adora esos días libres donde puede llevar su consumismo al extremo, con la cabeza llena de ideas sobre la manera en que gastará el dinero que le han dado sus padres para ese fin de semana.

Camina por las calles con soltura, con el conocimiento de quien quiere hacerse notar y lo consigue. Lleva un pantalón de cuero apretado que moldea su figura, un top azul eléctrico que resalta su escaso pecho y unas gafas de aviador que cubren sus enormes ojos oscuros. Su rostro parece más adulto al llevar los labios pintados de un rojo brillante.

En esta imagen virtual su pelo cae lacio hasta las caderas, pero no es el brillo de su bien cuidada imagen lo que llama la atención.

A primera vista, por su manera de vestir, sus andares seguros y su sonrisa coqueta, se puede pensar que es toda una mujer, pero una segunda ojeada destapa unos pómulos redondeados y un cuerpo que recién acaba de salir de la adolescencia. Y es eso, esa doble personalidad que la rodea, lo que hace que la gente se pare a observarla al pasar.

Su primer destino es una tienda juvenil y moderna, pintada de un rosa claro y decorada con cientos de pegatinas de colores. En la entrada, una chica de pelo corto y ojos color fucsia le observa atentamente, masticando mientras un chicle que mueve sin descanso de un lado a otro de su mandíbula, produciendo un ruido chirriante que llega a molestar. Lleva un vestido que combina con el color de sus ojos, igual que el resto de las dependientas de la tienda. Abigaíl la odia instantáneamente. Lleva años intentando trabajar en 'Pink Tiger'.

Se dirige a una esquina donde miles de vestidos están apilados ordenadamente, sintiendo los ojos rosados de la dependienta tras ella, que no dejan de vigilarla. Coge tres prendas y se mete al probador, mirando por encima del hombro a la que ya considera su nueva enemiga.

Tras un buen rato dentro, decide llevarse puesto un vestido azul ceñido, y así se lo indica a la dependienta:

–Me lo llevo puesto.

– Son 300 reedams – contesta la otra vagamente, sin dejar de mascar el chicle.

Abigaíl paga y sale apresuradamente de la tienda, no sin antes mirar de mala manera a la joven.

Ver que han contratado a más gente y no le han llamado le hace estar momentáneamente de mal humor, pero poco después sonríe al acordarse del pintalabios que ha tomado prestado de 'Pink Tiger' mientras no la miraban.

La agenda de Abby rebosa de eventos y fiestas a las que acudir. Muchas por invitación, pero otras más a base de colarse en un momento débil y fugaz del portero, algo en lo que es toda una experta.

Adora las salas de baile que imitan al cielo nocturno y tomar cócteles sin alcohol, pero sobre todo le gusta ir a comer fuera, a algún restaurante de moda. Los sábados siempre queda con sus amigas para comer, lo llaman su 'Día Festivo'. Nada ni nadie puede acabar con ese ritual que llevan haciendo desde que se conocieron.

Hoy toca un restaurante de comida exótica, un local que desprende un aroma dulzón y especiado. En la mesa ya la están esperando. Abigaíl tiene la manía de llegar tarde a todos lados.

Miranda, que ese día lleva el cabello recogido en un moño, sonríe tiernamente, pero las gemelas fingen un mohín de enfado para hacerle saber que esa vez les ha hecho esperar demasiado.

– Llegas tarde – indica Rose, la que tiene más genio de las tres.

– Lo bueno se hace esperar – contesta ella al sentarse, mirando con avideza la carta.

Erial. Historia de la ciudad que no soñabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora