Me senté al lado de J-Hope sin saludar a nadie. Ellos se pusieron a hablar mientras yo solamente escuchaba. Sentía la atosigante mirada de uno de ellos, el tal Jimin, y me ponía de los nervios.
-¿Qué miras tanto, tío?-Pregunté captando la atención de todos.
-¿Yo?
-No, tu hermano gemelo.-Contesté irónica.
-No te enfades, mujer.-Sonrió.
-¿Acaso te conozco?
-Soy al mismo chico que le gritaste ayer, quien también te miraba.
-Ouh.-Susurré.-¿Eres un mirón de mierda o algo así?
Negó con la cabeza.-No es eso...
-Pues deja de mirarme ya.-Sentencié.
-Te dije que fueras agradable.-Me susurró J-Hope.
-Y yo te dije que no quería venir.
-¿Aquel no es Suga?-Pregunta uno.
-Ahora si que me voy.-Intenté levantarme pero J-Hope tiró de mí.-Mierda, sabes lo que pasa.
-Quédate aquí, sólo te está vacilando.
Miré a un lado y a otro. No había nadie.-Muy gracioso ¿y tú quién eres?
-JungKook.-Sonrió.
-Interesante.-Giré mi cabeza haciéndole el vacío.
-Eh tú, antipática.-Me llamo J-Hope.-El es Jimin, el Jin, el V, el RapMonst y el como ya te dijo, JungKook.
Hice un gesto con la cabeza.-Hola.
-¿Cuál es tu nombre?-Preguntó Jin.
-Soy ______.
-¿Estás en nuestro instituto, verdad?-Pregunta luego Nam.
-Sí, ¿tu nombre era Nam?
-Prefiero que me llames RapMonst.
-Pues eso mismo.-Carraspeé la garganta.-Nam.
Todos rieron. Sentía como mis mejillas ardían de la vergüenza.
-¿Y en qué curso estás?-Cuestionó V.
-En la misma clase de J-Hope.-Contesté seca.
-Y dale con hablar de borde.
-O te callas o te doy.-Amenacé A J-Hope.
Me abraza fuertemente.-Ay, mi gruñona.
-J-Hope.-Le llamé.-Oye.-Intenté moverme.-Me haces daño... ¡J-Hope!
-Encima quejica.
-No, si vas a romperme las costillas...
-¿Sois pareja?-Pregunta Jimin.
-No.-Le miré.-¿Por qué?
-Por nada, mejor para otros.
-Como si fuera a salir contigo.-Le hice una mala mirada.
-Pues sí, si que eres un poco borde.
-Se intenta.-Sonreí ampliamente.
-Es que eres insoportable, la próxima vez no vienes.-Comenta J-Hope.
-Pero si...-Le miré cabreada.-¡YO NO QUERÍA VENIR HOY!
Suspira.-¿Y si te vas a la mierda?
Empezaba a enfadarse. Y era difícil hacer que se cabreara, pero yo siempre lo conseguía. Me tiré encima de él, abrazándole, haciendo que todo su cuerpo tocara el frío césped.