Marginado

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Desperté muerto, comí chocolate en barra para despertar al organismo.
Hice unas cuantas flexiones de pecho y de piernas para llenar mi cuerpo de la energía que me faltaría el resto del día. Tomé la ducha, me vestí, tomé mis cosas y salí.
La universidad me quedaba a media hora en bicicleta.
Deseaba tanto que el día pasara rápido para poder verle en la tarde. Llego a la parte peligrosa de la ciudad y aumento la velocidad. Entro a la universidad y el día pasa terriblemente lento. Quizá debería llevarle algo. Demonios, ¡como deseo verla! Cuando salgo, vuelo a mi bicicleta. No me interesa nada más en éste momento. Un peluche en una tienda llama mi atención y me detengo para comprarlo. Saliendo me toman por sorpresa unos ladrones. Inhalo. No es como si no hubiese estado aquí antes.
Exalo. Doy mi celular y mi dinero. Consideran poco práctico llevarse un conejo de un metro de alto.
Miro mi reloj mientras me acerco a mi/ A falta de bicicleta corro. Ojalá siga ahí. Dijo que me esperaría, tiene que estar ahí.
Llego a mi barrio y miro la hora. Entraría a casa por algo de comer pero prefiero comer con ella aunque probablemente ella ya se habrá ido. No. Ella no es así. Cuando entro a la universidad noto que la cafetería está cerrada. Excelente, será una cena personalizada con... Su sólo nombre me eriza la piel. Entro al pasillo, la veo perfecta hasta que se pone en pie y su cuerpo se derrumba contra el suelo. Corro a levantarla. Está terriblemente pálida... E inconsciente. La llevo a enfermería. Sus compañeros me atacan con preguntas y yo contraataco. No ha comido. Lleva todo el día en el pasillo. Su rostro pasaba de una sonrisa inmensa a caras de molestia y dolor, parecidas al gesto que se pone cuando se chupa un limón.
Oh no.
Llega una ambulancia y me subo. No la voy a dejar. Una vez en el hospital me piden que deje a los doctores revisarla pero no me calmo hasta ver en qué sala queda. El estómago me ruge y recuerdo lo acelerado de su metabolismo. ¿Porqué me esperó? Debería bajar a comprar algo para ella y para mi, pero lo que sea que le hagan no puede demorar mucho y mi urgencia ahora es saber que está bien.
Me siento. Ansioso, reviso lo que traje conmigo. El conejo, está algo molido pero vive. Una carta, creo que alguien me la dio mientras iba a la enfermería. El bolso de/ suena su celular y contesto. Es su madre. Le comento la situación. Ella calla. Me pregunta dónde, entre otras cosas sobre el estado de su hija. Sólo puedo responder lo primero.
Entra una señora con un cuaderno y un bolígrafo al tiempo que sale el doctor. Me levanto para preguntar pero el doctor se limita a señalar el reloj y decir quince minutos. Aprovecho para bajar corriendo al comedor. Escojo lo que recuerdo se da a los enfermos. Galletas, gelatina, agua, suero, un sándwich para mi, una empanada por si ella se antoja de sándwich, una gaseosa, una chocolatina para acompañar al peluche, lo típico. Subo doy un mordisco a mi empananda.
Me siento. Miro mis manos. Volteo la carta y veo mi nombre en ella. También veo una pequeña burla a la propuesta que le hice hace meses. "Para mi cuasi novio".
La señora sale y me detiene con la excusa de que sólo familia puede entrar. Le digo que soy el único presente y que, llegados a éste punto no me importaba mentir, soy su novio. Ella asiente y logro entrar.
Está sentada mirando por la ventana con un tubo conectado al brazo y la bolsa conectada a este tiene algo parecido a suero. Cierro la puerta. Y ella balbucea la frase que estuve temiendo toda la tarde.
Dejo lo que llevo en mis brazos en un escritorio. Sé que está decepcionada, aunque sus palabras no eran para mi, su irritación lo dice todo.
Ella suelta un gemido. Oh no.
Cuando voltea a verme la culpa brota por mis ojos.
Ella cambia su expresión e intenta decir algo, pero parece que aún está algo dormida.
Me acerco a ella y la abrazo. Ella se tensa al contacto pero reacciona casi instintivamente a cualquier abrazo, la conozco.
Duramos un momento así. Cuando se separa veo el morado de su brazo justo donde se encuentra el tubo del suero. Ni sueñen que vamos a pagar por maltratar a los pacientes.
Ella se intenta levantar pero la agarro por miedo a que caiga.
-¿Quieres comer algo?
Ella me sonríe y su cara se ilumina tanto que por un momento me parece estar dentro de un sueño hasta que sus ojos se cierran y su sonrisa se vuelve triste. Llora.
La levanto y la llevo a su cama. Ella me aprieta cuando intento despegarme.
-Voy por la comida, espera.
Me suelta y jalo la mesa a la cama, luego tomo las cosas del escritorio y las ubico en la mesa como si fuese un magnifico banquete. Ella se ríe mientras intenta secar sus ojos sin éxito.
-Déjame ayudarte.
-No
-Mujer. Tu siempre con barreras. -le reprocho mientras quito la barrera física que supone la mesa entre nosotros- aún ahora ¿vas a evitar que me acerque?
Ella me mira. Se lo piensa un momento mientras analiza mi cara. Aprovecho a hacer lo mismo. Ella se ve bastante más delgada de lo que recordaba, su piel es casi verde, y tiene mucho sudor. Sin embargo lo que más me preocupa son sus ojos. Se ven tan negros como cuando me confesó porqué era egoísta que ella me quisiera y porqué ese era el motivo para conocerme un poco más antes de ser algo. Estaba sufriendo. Hasta que su mirada se posó en mis labios y rápidamente volvió a mis ojos. La sorpresa de mi cara le robó una sonrisa y le devolvió el brillo a sus ojos justo antes de besarme.
...
Esa noche leí la carta.
Su contenido me golpeó el pecho. Mi aire escapó.
Ella se proponía hacer todo lo que el dolor le había impedido durante años. Todo siempre que yo aceptara estar ahí... Para empezar, luego podría alejarme si me enamoraba de cualquier otra persona que fuese un clon de ella, porque me resultaba imposible verme con alguien más.
Sin embargo, al terminar la carta la tristeza me entró. La doctora había recetado afrontar su dolor y hacer todo lo opuesto a lo que ella quería. Cuando ella protestó diciendo que no iba a pagar le recetó el manicomio y el vídeo de ella quitándose el tubo y de sus pesadillas convencieron a la corte mejor que cualquiera de mis argumentos.
Ahora soy el raro que salía con la loca para el resto del mundo. Pero talvez ella y yo no fuimos hechos para encajar con el mundo sino con nosotros mismos.
Desde el manicomio causamos unos tantos problemas a los idiotas que nos creen locos. Ella internamente y yo por fuera. De todas formas, los abogados siempre han sido odiados y marginados al resto de las profesiones.

Fail.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora