Soledad

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Desperté muerta, tomé chocolate para despertar al organismo.
Hice mi cama y guardé mi escrito, ésta noche lo terminaría. Tomé la ducha, me vestí, tomé mis cosas y salí. La universidad me quedaba a hora y media en el metro.
Deseaba tanto que el día pasara rápido para poder verle en la tarde. Llego a la parte más segura de la ciudad. Oigo a varios militares diciendo con sus bocas lo opuesto a lo que me confiesan sus actitudes; lo impotentes que son, que ninguna mujer les presta la suficiente atención y que no les queda más remedio que confesarlo a cada mujer con sus comentarios de mal gusto. Aprieto el paso.
En la universidad la primera hora pasa volando.
Cuando salgo me dirijo a biblioteca para terminar mi regalo. Como deseo verlo. Bajo al pasillo para esperar a que llegue, pronto debería almorzar, me duele terriblemente la cabeza y me suena el estómago. Pero lo voy a esperar, no es como si no hubiese estado así antes.
Mis compañeros me convidan a almorzar pero entienden mi ansiedad cuando digo su nombre.
Inhalo. Todos vuelven a clases. Espero. Miro el reloj.
Mi compañeros me acompañan un rato, se les hace extraño que no haya llegado.
Exalo. Tomo mi celular y marco su número. Apagado.
Me duele la cabeza y me tengo que sentar. Me matan los pies y el estómago está dando más pelea de la que acostumbra. Marco de nuevo. Contesta una chica, digo su nombre en un susurro y tengo que repetirlo. Número equivocado. Mis pulmones me dan una punzada. Mi cabeza intenta caer en una bruma gris pero mi promesa me mantiene en pie. Dije que esperaría.
Cuando cruza la puerta me pongo en pie y lo último que veo son sus zapatos corriendo hacia mi.
Abro los ojos con dolor por lo blanco del lugar. Cuando una voz me habla y distingo su figura logro entender en dónde estoy.
-Puedes sentarte.
Lo hago e inmediatamente me vuelvo a recostar.
-¿Qué..? - es todo lo que logro balbucear, mi boca está tonta y sabe a sal.
-Te desmayaste por falta de alimento. -dijo el señor y me miró como mis padres cuando saben que he echo algo mal. -No te despegues del suero hasta que yo vuelva.
Sale del cuarto sin más. Y yo quedo echa un lio. Miro su figura en la ventana y cuando lo veo a él me siento de golpe. Se ve algo pálido. Cuando intento levantarme entra una doctora.
-Hola señorita/
-¿Puedo salir a comer algo? -la interrumpo
-En un momento, antes tenemos que hablar sobre algo -dice como si fuera mi amiga de toda la vida.
Yo me limito a fruncir el ceño y responder lo mínimo.
Ella revive cuestiones de mi pasado que creía muertas. Cuando ve que no respondo me pide que me siente cerca a ella, mirando la ventana.
Mis padres llegarán pronto, lo cuál me recuerda:
-¿Cuánto cobran por todo ésto? -casi grito, y lo ronco de mi voz no ayuda.
-No te preocupes por eso, lo esencial es tu bienestar.
Yo me levanto quito el tubo y me dirijo como puedo a la puerta, debía estar muy desconectada porque la doctora no me siguió y cuando llegaba a la puerta dos gorilas me sentaron de nuevo frente a la ventana y casi me ataron al tubo. Cuando salen suelto: mis padres no van a pagar eso.
La señora con voz cursi dice que si quiero puedo pagarlo yo. Recuerdo por un momento que soy mayor de edad y acepto. La señora sale triunfante de la habitación.
Yo miro cómo el horizonte se traga al sol cuando escucho la puerta. Medito un momento quién puede ser. Él estaba en espera hace un rato pero la familia entra primero asi que digo: La doctora dijo que necesitaba reposo físico y mental, ¿podrían salir, quiero estar sola?
Espero el regaño, o el llanto de rabia, los te lo dije y la prohibición de volver a salir con "el muchachito ese". Su silencio sólo hace que mi enfado crezca.
Las lágrimas salen sin permiso. Nunca me han visto llorar por cosas como ésta. Miento. Nunca me he permitido llorar frente a ellos por el motivo que sea. Pero tal vez las lágrimas ablanden la situación. Volteo y su rostro me imita.
-Eres tu -digo casi sorprendida -por favor no llores, no era mi intención... -noto que mi boca sigue desconectada, maldita medicina.
Él traía un conejo gigante de mi color favorito, mi bolso, tenía la carta encima de la mesa y un poco de comida que daba la impresión de ser el capricho en comida chatarra de un niño pequeño que tiene dinero por primera vez.
Él se acerca a mi y siento que después de todo, esta tarde no será tan mala. Me abraza. El dolor del cuerpo me extraña pero su olor me impulsa a estirar mis brazos. Cómo desearía que pudiese ser así de sencillo todo el tiempo. Que nos dejáramos de excusas tontas y reglas morales y sociales, y sencillamente dejáramos que nuestros cuerpos expresaran lo que sentimos. Nos separamos. Él frunce el ceño al ver el morado en mi brazo. Talvez intuye el incidente que tuve con la doctora.
Quiero levantarme para tomar su rostro en mis manos pero todo lo que logro es causarle más problemas. Lo agarro por el cuello cuando él pregunta -¿quieres comer algo? - el que siempre sepa lo que necesito y cuando lo necesito me recuerda que es la única persona en el mundo que me entiende. La idea de comer con él me alegra, pues la estuve esperando todo el día, pero inmediatamente me duele el pecho al pensar en la horrible situación en la que estamos.
Él me lleva a la camilla y yo noto que es la única persona presente. Ni mi familia está. El miedo se vuelve tan grande cuando se quiere apartar, que tiene que decirme que sólo va por la comida para que lo suelte.
Él comienza a ubicar la comida con aire teatral y no puedo evitar reír a través de las lágrimas.
Él se sienta y dice:
-Déjame ayudarte.
-No -digo instintivamente, casi bruscamente.
-Mujer. Tu siempre con barreras. -quita la mesa- aún ahora ¿vas a evitar que me acerque?
Su argumento era jodidamente cierto. Detestaba a los abogados. Siempre encuentran la forma de hacer que colabores con lo que ellos quieren.
Observé sus ojos. Él absorbía cada detalle de mi cara. Mi vista estaba demasiado borrosa para saber algo. Pero su ceño era demadiado evidente para no notarlo. Necesitaba encontrar la forma de calmarlo. Entonces él miro a mis ojos nuevamente y yo miré su boca. Su sorpresa fue la cereza del pastel.
...
Aún tenía fantasías con aquél beso. Con lo que habría pasado después si hubiese pagado y no me hubiesen traído al manicomio.
Sueño con una vida junto a él y es lo único que me mantiene cuerda. Lo único que evita que sienta dolor por lo que ocurre diariamente en éste lugar.
Él está próximo a ganar el caso que me sacará de acá y nos permitirá una vida mejor. Una vida juntos.
Hasta entonces no me queda más que abrazar mis demonios. Que esperar en la soledad en la que siempre estuve antes de él.

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⏰ Última actualización: Jan 31, 2016 ⏰

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