1.

1K 32 5
                                    

Me encuentro acostado en la cama viendo la televisión, hasta que la puerta del cuarto de baño se abre y una mujer envuelta en una toalla sale por ella. La observo de soslayo mientras pretendo estar concentrado en la pantalla.

Ella camina con una sensualidad que convierte a la toalla en una prenda afortunada, pues deseo ser ese minúsculo paño y poder tener el privilegio de cubrir su esbelto cuerpo. Entonces ella se da cuenta de mi examen y se da la vuelta, intento apartar la vista pero ya es demasiado tarde. Claire me sonríe, lanza su cabello hacia atrás y modela para mí con una elegancia exquisita.

Mis labios se entreabren y siento que mis ojos se agrandan. Mi novia suelta una risita al ver mi expresión anonadada, me da una mirada provocativa por encima de su hombro y luego se desliza por el suelo con sus andares de bailarina de ballet. La contemplo como un idiota, me inclino hacia adelante y mi respiración se corta cuando ella deja caer la toalla al suelo de la habitación. Me quedo maravillado al ver su cuerpo desnudo, mi pulso se acelera y mis latidos se incrementan en segundos. Claire sabe lo que inspira en mí y aun así se pasea con soltura, se apresura en colocarse un vestido corto y toma su bolso.

—¿No puedes quedarte un momento más? —pregunto, ansioso.

—Lo siento, pero tengo que ir al ensayo —responde y hace un mohín tierno.

—¿Si te limitas a suplir a la protagonista? —cuestiono—. Vamos, así podrías pasar el día conmigo.

—¿Estás de broma? —me da una mirada sorprendida—. Me preparé meses para conseguir el rol principal y ahora que tengo la oportunidad ¿Debo renunciar y conformarme con ser la suplente? —suelta una risa burlona—. Jamás.

—Deseo que salgamos como antes ¿Recuerdas la última vez que fuimos a una cita? —suspiro con exasperación—. Porque no tengo la menor idea de cuándo fue.

—¿Es que seguimos adolescentes? —pregunta, molesta.

—Claro que no, pero en aquella época éramos felices—reclamo—. Ahora solo nos reunimos para tener sexo y nada más.

—¡¿Y eso no es lo que quieres de mí?! —grita, enfadada—. Paso casi todos los días en la universidad y los fines de semana estoy en el estudio de baile ¡No tengo tiempo! —resopla con fuerza—. ¿Qué quieres que haga?

—¡Quiero a mi Claire de vuelta! —vocifero—. Yo me enamoré de ella, no del robot que duerme conmigo y el que apenas me presta atención.

—No lo puedo creer —masajea el puente de su nariz como si la estresara—.Yo estudio ¿Para qué? —alza las cejas, harta—. Bien, para poder conseguir un trabajo con el que podamos sobrevivir. Yo bailo ¿Para qué? —dice y me trata de la misma forma que un retrasado mental—. Exacto, para ser famosa. No es mi culpa que no tengas ningún sueño ¿Lo es?

Me quedo mudo.

—Lo que me faltaba —rueda los ojos con fastidio—, que te pongas en plan de niño de cinco años y me reclames porque no salgamos.

—¿Qué sucedió con mi chica?

—Es simple, murió —hace una mueca y se encoge de hombros—. La que ves es la Claire que soy, si no te gusta siéntete libre de irte. Creo que conoces la salida —alza una ceja e indica a la puerta—, perfecto, ahora me marcho. No quiero llegar tarde a mi última práctica.

—Si cuando vuelves no me encuentras ¿Cómo reaccionarías? —murmullo.

—No lo sé —me estudia con sus ojos azules—. Nunca te irías, estoy segura.

—Nunca sabes cuándo puedo llegar a sorprenderte —digo y un sentimiento extraño recorre mi cuerpo—. ¿No te enseñaron a no dar nada por sentado?

—¿A dónde podrías ir? —estalla en carcajadas—. No puedes vivir sin mí.

Me lanza una mirada divertida antes de cruzar la puerta y marcharse.

Permanezco inmóvil durante un par de minutos y bufo con disgusto. Claire es una mujer mala, dudo que esté enamorada de mí y que me quiera como me lo dice todos los días. Lo más probable es que solo sea mi novia porque puede humillarme cada vez que se le antoja y sabe que otra persona jamás la aguantará como yo. Soy el único imbécil que la adora ¿Pero qué puedo hacer?

Estoy completamente enamorado de ella desde que tuve quince años, estoy convencido que nunca dejaré de hacerlo, pues no me imagino una vida sin Claire. Me hallo seguro de mis sentimientos, no obstante, algo no se aparta de mis pensamientos. Claire me es infiel con el protagonista masculino de su obra, por si fuera poco sospecho que se encuentra clandestinamente con otro hombre.

En resumen, ella me está viendo la cara de tonto por casi tres meses y encima me engaña con dos individuos. Lo más probable es que Claire nunca me haya amado ¿Entonces qué soy para ella?

Entrecierro los ojos y mi mandíbula se tensa porque sé la respuesta. Lo único que puedo significar para Claire es sexo gratis, un idiota que la acompaña a cualquier sitio y un ser rastrero al que grita para sentirse mejor. Soy su comodín, su paño de lágrimas y su siervo.

Aquello hace que mis latidos se incrementen hasta alcanzar un nivel peligroso, pues yo le podría dar mi vida si fuera necesario y soy consciente que le importo menos que uno de sus bolsos ¿Cómo es posible que en diez años ella no sienta nada por mí?

Suelto un grito de impotencia, me dejo caer de rodillas y rompo a llorar. Seguramente luzco patético, no me importa porque sé que soy un perdedor innato. Sin embargo, cuando pienso que mi suerte ha cambiado me topo con esta amarga verdad que me consume a diario, hace trizas mi corazón y quema lentamente mi cuerpo. Pues de lo único que he estado orgulloso es tener a Claire, ya no me queda nada para presumir y me haga sentir como un ser afortunado cuando no lo soy. Al parecer, estoy destinado para no ser el primero y también para no sobresalir en ningún campo. Oficialmente, he perdido en todos los ámbitos de mi existencia.

Las lágrimas manan de mis ojos sin control, tiemblo y me echo en posición fetal. Me dejo llevar por el dolor que me invade, no obstante, por más que quiero liberar todo de mi interior, me es imposible. Entonces aquel maquiavélico plan revolotea por mi mente y clama mi atención absoluta. Trato de olvidarme, pero la idea ronda ajena a mis deseos, me incita a pecar y me provoca con sus pormenores. Suelto un gruñido, llevo las manos a mi cabello e intento arrancarme algunos mechones para no perder la cordura. Los pensamientos perversos continúan apareciendo uno tras otro y se entretejen hasta crear un plan maravilloso.

—¡No! —bramo con fuerza—. ¡No lo haré!

Sé que lo he dicho durante noventa días y el resultado es el mismo, no tengo el suficiente valor para llevarlo a cabo.

—¡¿Por qué?! —grito—. ¡Sólo quiero una noche más! —me revuelvo como poseso—. Sé que lo dije un millón de veces, pero me quedaré con ella esta noche. Prometo que será la última.

Obviamente, nadie me responde y confirmo que me he vuelto loco. 



Solo una noche másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora