3.

660 33 32
                                    

Escucho que golpean la puerta con una agresividad que me incomoda, suelto un gruñido y me levanto del sofá para atender al llamado. Ignoro el desorden que me rodea y miro por la pequeña ranura de la puerta. En efecto, son las personas que aguardo y justamente con las que deseo hablar. Me arreglo en el espejo que se encuentra detrás, paso una mano por mi ropa desaliñada y sonrío. Entonces me aclaro la garganta, finjo una expresión amable y abro.

Los tres hombres están vestidos de igual forma y hasta son muy parecidos. Les extiendo la mano de inmediato y saludo a cada uno de ellos con una extrema educación. No los dejo hablar, porque sé lo que dirán y no me interesa oírlos. Por lo que me aseguro de parlotear sin hacer pausa alguna, me siento ansioso y animado.

Cuando termino de balbucear frases sin sentido, les ordeno que me acompañen al interior para que puedan ver con sus propios ojos lo que les he platicado por teléfono. Ellos se miran entre sí y detecto una ligera señal de peligro en sus rostros. Me encojo de hombros y muerdo mi labio para reprimir las carcajadas que me invaden. Llegamos a la habitación principal, me detengo para que los hombres pasen en primer lugar y los sigo con una gran sonrisa.

Los individuos ingresan al dormitorio con soltura para después frenarse en seco, sus expresiones son alarmadas, sus ojos se agrandan y sus bocas se abren con estupefacción. Oigo sus jadeos de sorpresa y sus respiraciones entrecortadas.

—¡Por Dios! —exclama uno de ellos.

—¿Qué demonios? —murmura el más alto.

—¡Maldición! —dice el castaño.

—Les dije que no mentía —intervengo y suelto una risa—. ¿Lo ven?

Los tres se voltean para mirarme con asombro.

—Vamos ¿Por qué esa seriedad? —pregunto, totalmente relajado—. ¿No tendría que estar el ambiente más feliz?

—¿Por qué? —farfulla uno de los hombres.

—Es simple, cumplí una promesa y también porque al fin dejé de ser un perdedor.

—¿De qué rayos habla?

—Cierto, quizás no lo entiende —respondo—. Lo que sucede es que nunca realicé nada por mí mismo, siempre me ordenaban los demás. Mi madre, mis amigos, Claire... —lanzo un suspiro y los observo con entusiasmo—, de modo que jamás tuve la satisfacción de tomar una decisión y llevarla a cabo. —Una sonrisa se forma en mis labios—. Sin embargo, eso ha cambiado porque ahora pude hacerlo. Esto —señalo el centro de mi cama, emocionado—, lo quise hace tres meses y recién hoy fui capaz de...

—¿Está demente? —me interrumpe el castaño con el ceño fruncido.

—Continúa —dice su compañero y asiente con la cabeza hacia mí.

—¿Sabe? No me arrepiento de haberlo hecho porque ella se lo merecía. La amaba y justamente por eso le di una noche más —farfullo, alegre.

—Deténganlo —ordena el policía alto y sus dos ayudantes se dirigen hacia mí—. Es suficiente.

Estallo en carcajadas y me encorvo mientras ellos me esposan para llevarme detenido a la comisaría.

—Es acusado de asesinato en primer grado, debe guardar silencio porque cualquier palabra que diga puede ser usada en su contra. Asimismo debe buscar un abogado para que lo defienda como también se le otorgará el derecho de hacer una llamada cuando llegue a la central —recita el castaño.

—No me interesa —digo y apenas noto los grilletes alrededor de mis muñecas—. ¡Váyanse a la...

—Basta, sáquenlo de aquí.

—¿Quieren saber por qué los llamé? —pregunto y una emoción me embarga de lleno—. Necesitaba que hubiera testigos, deseaba ver sus expresiones cuando descubrieran el cuerpo. Ustedes son los primeros en contemplar lo que soy capaz de hacer, de forma que no me importa lo que me suceda pues hice lo correcto.

—¿Piensa que ganó?

—Por supuesto, porque puedo decir con orgullo que maté a mi novia infiel con mis propias manos —respondo—. Ella es la que acabó hecha pedazos, soy yo el que está vivo ¿Y cree que he perdido? —Río por lo bajo y miro al policía—.No, querido amigo, por primera vez salí victorioso.

—Me encanta su actitud —dice él, irónico.

Entonces ellos me arrastran fuera de la habitación y echo un último vistazo sobre mi hombro.

—Adiós, cariño —susurro y miro cada una de las partes de su cuerpo que están desperdigadas por todo el suelo para notar que sigue siendo hermosa—. No puedes negar que te di una noche más, pude haber acabo contigo antes, pero te regalé una noche a mi lado porque te amo ¿Me amas también? —Espero un segundo y le dedico mi mejor sonrisa—. Yo creo que sí, al fin y al cabo ahora eres solo mía.

Me siento feliz porque sé que Claire estará conmigo siempre y no volveré a repetir esas cuatro míseras palabras que rompen mi corazón a diario.

—Solo una noche más —murmuro al recordarlas.



                                                                                      FIN.


Solo una noche másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora