Capítulo I

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Me despertaron los odiosos rayos de sol que se colaban por la ventana. Entreabrí mis ojos para poder ver un poco mejor. Anoche, mi hermano Matt y yo salimos de fiesta para celebrar nuestra llegada a Miami, después de huir de una alcohólica a la cual llamamos madre, y de un padre que tras perder a su hermano no hacía más que refugiarse en su trabajo, todas las semanas viajando de aquí hacia halla. Antes de ayer por la madrugada, mi hermano y yo cogimos las maletas que habíamos preparado previamente, y cogimos el avión que nos trajo aquí. La semana pasada mi hermano terminó de negociar con el casero de nuestro precioso loft, nada del otro mundo, lo normal para dos universitarios. Mi hermano me sacaba un año, el tenía 20 y yo 19. Matt no es el típico hermano sobre protector que tienen todas las típicas novelas, no. Yo físicamente era muy parecida a él, los dos con pelo moreno, unas de las pocas diferencias que teníamos eran nuestros ojos, el heredó los ojos de nuestro padre, azules como el mar, mientras que a mí me tocaron los de mi asquerosa madre, una de las pocas cosas buenas que tenía, eran sus hermosos ojos grises, como una nube tormentosa.

Me di la vuelta, encontrándome con un rostro perfecto, su cabello rubio combina perfectamente con su piel bronceada, no sé de qué color son sus ojos, pero mi intuición me dice que va a tener unos preciosos ojos azules. Y no me equivoco, abre los ojos y me mira confundido, frunciendo el ceño, en este instante me resulta extremadamente familiar, pero no llego a comprender el por qué.

-Levanta pipiolo, que como mi hermano te vea aquí te va a echar a patadas- le digo tan risueña como siempre.-

-¿Hanna? –dice confundido.-

-¿Cómo sabes mi nombre?- le mire sorprendida. Él se sume momentáneamente en sus pensamientos, y después de unos segundos me contesta.

-Me lo habrás dicho anoche.-me dice con naturalidad fingida. No le paso ese detalle por alto, pero parece no darse cuenta.

-Bueno, coge tu ropa y vete.- dicho y hecho. Se levanta, se pone su ropa y sale de mi habitación sin despedirse siquiera de mí. Imbécil, pienso.

Después de despejarme y estirarme, me pongo una camiseta vieja del equipo de fútbol al que iba mi hermano en sus años de instituto y bajo a desayunar. Me preparo un café acompañado con unas tostadas con mermelada, y cuando estoy a punto de morder mi preciada tostada, una mano me la quita de las manos y se la toma de un mordisco.

-¡Hey! ¡Que es mía!- le digo a mi hermano haciendo un puchero.

-Qué pena- me dice irónico. -¿Qué tal la resaca?- me pregunta. Hasta ahora no me había dado cuenta del terrible dolor de cabeza que tenía.

-¿Tu qué crees? -No sabía si mi hermano anoche había ligado, casi siempre me encuentro con las zorras plastificadas mientras desayuno, pero hoy extrañamente no me he encontrado con ninguna, por lo que decido preguntarle. -¿Ayer no tuviste compañía?-

-Sí, pero se ha ido hoy pronto, supongo- me respondió.

Al terminar de desayunar, llame a mi mejor amiga Mery, que al enterarse de lo que íbamos a hacer, se vino con nosotros a Miami. Ella vive en otro apartamento, dos calles más abajo. Quedo con ella en el "Starbucks" que está al final de mi calle en una hora, por lo que empiezo a prepararme. Al terminar de ducharme empieza la gran batalla, ¿Formal o informal? ¿Pantalones o falda? ¿Camiseta o camisa? Después de descartar la mayoría de las prendas ya sea por el clima o porque están arrugadas, me decanto por unos pantalones vaqueros pitillo y una camiseta a rayas blancas y azules con cuello en V, acompañándolo con unos botines marrones a juego con el cinturón, y una chaqueta vaquera, me aliso el pelo y me maquillo ligeramente, algo natural. Miro la hora, quedan cinco minutos para la hora acordada por lo que bajo al salón donde se encuentra mi hermano, me despido de él, cojo el móvil y las llaves y pongo rumbo a la cafetería.

Y entonces tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora