— ¡Kazunari! ¿¡En qué estabas pensado!? — un hombre de alrededor de cuarenta años, baja estatura, levemente calvo, con barba de varios días y que sostenía un cigarrillo en la mano derecha estaba de pie junto a donde se encontraba el pelinegro.
— Trataba de hacer mi trabajo — contestó con simpleza.
—Déjame recordarte que tu trabajo no consiste en hacer que te metan una bala entre ceja y ceja — el enojo era palpable y los demás oficiales se alejaron un poco cuando vieron que el jefe tiró el cigarrillo al piso.
Kazunari trató de tranquilizarse, pero parecía inútil. Su carácter no era el mejor de todos.
— Tenía que hacer algo por esa mujer antes de que la tocarán... — apretó los puños e intentó no gritar a su superior.
— Jefe, vamos. Todos sabemos cómo es Takao, no tiene sentido que lo reprenda si sabe que no aprenderá — alguno de sus compañeros intercedió por él, y lo agradeció, estaba seguro que si seguían reclamándole terminaría con su puño en la cara de aquel hombre, y no necesitaba otra mancha en su historial.
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Los gritos de los médicos y enfermeras, sumados a los gritos de dolor de los pacientes, sólo demostraban el desastre que se vivía en esos momentos.
El hospital era un caos, hace no menos de una hora un camión había colisionado con un autobús escolar y otros diez carros se vieron envueltos en el accidente.
— ¡Necesito una camilla! —
— ¡Doctor Aoi! —
Cuando llegó al hospital se encontró con las ambulancias pertenecientes al lugar y otras más de instituciones que se le hacían familiares.
— ¡Midorima-sensei! —escuchó el grito de una de las enfermeras de su unidad.
— ¿Dónde me necesitan? — fue lo primero que dijo al tener a la mujer frente a él.
—No hay suficientes doctores para las operaciones, y unos de los pacientes sufre del corazón, el doctor Souseki lo necesita en la sala siete después de que termine de analizar al paciente de — el peli verde corto a la chica para pedir el historial y hacer que dejará de hablar y tomará un poco de aire.
— ¿Llamaste al doctor Choi? —
—No contesta el teléfono y su pareja dice que no se encuentra en su casa —
El hombre bufo y siguió con su camino dentro del recinto. Sería un día bastante duro.
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Justo cuando tenía planeado ir a su casa y descansar, después de casi doce horas sin pegar ojo, un accidente automovilístico ocurrió en la carretera principal, la cual tomaba para llegar a su pequeño apartamento.
El pitido de su celular lo alerto, suspiro cansado y contesto.
— ¿Dónde estás? — fue lo primero que escucho al responder la llamada.
—Un accidente, lo siento. Llegaré más tarde de lo planeado —escucho un suspiro del otro lado e imagino perfectamente el enojo de la otra persona.
— Dejemos esto para otra ocasión. Mejor... regresa a tu trabajo — y la llamada se cortó.
Golpeó el volante del auto y tiró el teléfono en la parte trasera.
—Diablos —apoyo su rostro en el volante.
Cuando todos avanzaron el dio una vuelta rápida y se dirigió a otro lugar. No tenía nada que hacer ahora, y las cosas estaban jodidas como para que las quisiera arreglar en ese momento.