XIX

207 10 0
                                    

Mi partido sin mi único espectador:

Cierro los ojos y decido tenerte aquí, a mi lado. Los aprieto con todas mis fuerzas para no ver tu ausencia. Prefiero no darme cuenta de eso. Decido tenerte dentro de mi mente, dónde desde entonces sólo ahí quedas.

Eres ese asistente del público que está en la tribuna principal observando el juego que tanto le ha gustado siempre. Pero que no sale al campo a jugar porque a pesar de que podría jugar mejor que los demás, decide no hacerlo, no quiere; no le apetece ahora mismo.

Lo jodido es que ni chillas, ni animas a tu equipo favorito; a mí, yo. En esa centésima de segundo, me doy cuenta que ni siquiera estás observando el partido, ni siquiera me estás mirando. Bostezas del aburrimiento, decides coger tu abrigo y te vas escaleras abajo abandonando las gradas y tirando el ticket al suelo, que no sirve de nada guardarlo, mientras maldices haber venido. Maldices cada minuto que has pasado ahí sentado viéndome, haber perdido tu preciado tiempo viendo ese partido y te dices: "¿para que habré venido a esto?".

Salgo corriendo del campo, lo más rápido que puedo. Te grito un "¿por qué te vas? quédate por favor, el partido aún no ha acabado". Pero el ruido de tus pasos oculta mis chillidos. No me oyes. Estás obcecado, como de costumbre. Susurro: "Yo sólo pretendía hacerte feliz, lo siento de nuevo." Y no puedo parar de pensar en qué habré hecho mal ésta vez, en que momento hice tantas faltas que me sacaste la roja definitiva.

Veo tu ticket en el suelo, lo recojo y aún noto el calor de tus dedos en ellos. Veo nuestro número en él. Ese 1. Y siento tu roja en mi pecho. Noto ese ardor del dolor. Me pregunto: ¿tan poco te importo que me dejas aquí sola? Las lágrimas salen, parezco un puto río, tío.

Y me mareo. Veo el negro de tu pelo delante, te veo a ti volviendo. Dándome el beso más largo de nuestra historia. Ése que tanto he esperado durante tanto tiempo, durante estos meses sin ti. Me hace feliz ver tus ojos brillar por mí, saber que el motivo de tu sonrisa soy yo. Me encanta la forma en qué me miras, como el primer día que me viste. Me pierdo en tus ojos. Ya sabes que es lo único que se me da bien, a parte de perderte cada vez más, claro. Y oigo como late tu corazón. Joder, es la melodía más bonita que escucharé nunca.

Te digo: "Lo siento, estoy dejando la manía de decir tacos. Bueno, al menos lo intento. Como olvidarte, aunque no pueda. Cariño, te necesito. Creo que ya lo debes saber. Creo que lo he dicho muchas veces pero nunca viene mal, una más, ¿no? Me gustaría que ese corazón que bombea tan fuerte, fuera mío. Sólo mío. Pero no es así. Ese corazón es de ella. No hace falta que lo niegues. La quieres a ella y no a mí. Y me pregunto si ¿me quisiste en algún momento? Si, ¿alguna vez sentiste eso que dijiste por mí? Esas mariposas en el estómago que yo sentía cada vez que te veía. Esas ganas locas de verte que yo solía tener. Esos suspiros cada vez que me decías algo. No sé tú, pero yo los sentí cada minuto del año, cada puta hora pensaba en ti. Quiero que lo sepas, que lo tengas en cuenta aunque no sirva de nada."

Recapitulo al final, al ahora. Y al verte volver, al tenerte tan cerca ésta vez. Me doy cuenta que sólo ha sido un sueño. Que estaba durmiendo. No ha sido real. No has venido a por mí, no me has recogido de la soledad. No me has buscado. Ni lo harás, ¿a quién quiero engañar? A mí misma. No dejo de mentirme: sé que sí, volverás y ésta vez será la buena. Pero en el fondo, sé que no. Que es imposible. Que no pasará nada de lo que hay en mi cabeza. Y me doy cuenta, que mi problema es que te quiero. Sí, que aún te quiero a pesar de todo.

Mi mayor falta fue quererte tanto. Y ése era mi fallo, hablaba en pasado cuando aún estabas presente.

Poesía para élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora