3. Pulso acelerado

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Con el tiempo, Farrah se dio cuenta de que el extraño chico que se sentaba a su lado en el taller de costura no dejaba de mirarla. Y aunque él no fuese el típico galán que solían gustarle, la inusual sonrisa de su compañero consiguió llamar su atención.

Dante, ese era su nombre.

No era el muchacho más atractivo de la escuela, tampoco el más simpático ni inteligente; en realidad no era nada más que un estudiante que no hablaba con nadie. Era esa clase de chicos a los que todos llamaban raros, pero Farrah no lo consideraba de esa manera, sino que visualizaba en él un tipo de arte abstracta.

Y a Farrah le gustaba ese tipo de arte.

Un flechazo que dio justo en el medio del corazón de la dulce muchacha de ojos azules, y por la manera en que el joven de cabello negro y ojos sombríos se sonrojaba cuando ella pasaba cerca, era evidente que a ambos se les aceleraba el pulso.

Su repentino enamoramiento fue tan predecible, que ninguno de los dos lo esperaba, pero que ambos atesoraron como sólo puede hacerse una vez en la vida.

Ambos se gustaban. Ambos querían conocerse, pero la timidez era un impedimento. Ella quería desnudar el alma de su compañero, y él anhelaba acariciar cada centímetro de su musa.

Una simple mirada que proyectó sus sentimientos, fue suficiente para que todo diera inicio.

Antítesis del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora