IX: Primera impresión

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Adel despertó de un sobresaltó con el corazón acelerado, miró a su alrededor y se dio cuenta que se encontraba en una habitación simple

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Adel despertó de un sobresaltó con el corazón acelerado, miró a su alrededor y se dio cuenta que se encontraba en una habitación simple. Miró a su lado y había una pequeña cabellera rubia asomándose por el borde de la cama. Adel estiró la mano para intentar tocar aquel cabello rubio pero una voz lo interrumpió. – Veo que ya despertaste.–

Adel forzó su vista para distinguir la figura que se encontraba en el marco de la puerta. – Sé que tienes muchas preguntas que hacer pero...– La chica entró en la habitación con una sonrisa cálida mientras se acercaba al niño al borde de la cama y alborotaba un poco su cabello. – Necesitas darte una ducha para relajarte y despejar tus ideas, porque te aseguro que lo vas a necesitar.– Adel miró con determinación a la chica que se encontraba a su lado junto al pequeño niño de cabellera rubia que estaba junto a su cama.

Ella era alta, no mucho, pero si más de lo común; su cabello era simplemente castaño, largo y un poco ondulado. Tenía unos ojos de color marrón oscuro, facciones delicadas pero, una mirada severa. Adel tomo un par de segundos para comparar esa imagen, con la que antes había estado en su memoria. Esa chica era muy parecida a la de su extraño sueño, y sin duda alguna era la misma chica que estuvo esa misma tarde con él y con el hombre de ojos azules en la Bahía de Cádiz.

Arodace se percató de cómo Adel analizaba el lugar donde estaba, preocupado. –No te preocupes, estás en un lugar seguro.–

– ¿Dónde estoy?– Preguntó Adel mirando el resto de la habitación, además de las paredes color crema y la ventana a su lado derecho, no había mucho que mencionar de aquella habitación, solo parecía una habitación para las visitas; con un pequeño mueble de madera a su lado izquierdo donde estaba una lámpara de noche, su celular, las llaves de su habitación en el hotel y su cartera.

– ¿Qué no es obvio?– Preguntó el pequeño niño rubio mientras se ponía recto y miraba a los ojos verdes de Adel. -Ari te lo acaba de decir, estas en un lugar seguro. – Comentó el pequeño con una sonrisa amable y llena de la bondad que cualquier niño poseía en el alma. Adel sonrió de lado gracias la respuestas del niño y la manera tan dulce de decirlo, le recordaba a la sonrisa amable de Hilal.

Arodace miró al niño mientras giraba los ojos. – Mistival no se refería a eso.– Reprochó Arodace al pequeño niño que, solo hizo un gesto con los hombros para indicar que no entendía qué era lo que quería entonces el chico.

– Estás en Nueva Zelanda.– Respondió sin más palabras mientras acomodaba su cabello un poco. Adel se quedó helado un par de segundos, intentando comprender qué era lo que la chica le acababa de decir. – Sé que tienes ahora muchas más preguntas, pero de verdad te aconsejo que descanses un poco más, ó si te sientes un poco mejor puedes tomar un baño y refrescarte un poco para que hablemos como es debido.– Dijo mientras se agachaba para tomar entre sus brazos al pequeño niño rubio. – Volveré en un rato más para traerte ropa limpia.– Fué lo último que dijo Arodace antes de salir de la habitación y cerrar la puerta detrás de ella, no sin antes permitir a Adel mirar el pulgar arriba de Mistival, indicándole que todo estaría bien. A penas la puerta se cerró Adel tomo un respiro y pudo sentir como su cuerpo caía en la comodidad del colchón y dejó que un par de mechones de su rizado cabello rojizo cayeran sobre su rostro. – ¿Cómo diablos me he metido aquí?– Murmuró el chico de ojos azules mientras miraba a el techo de la habitación.

El pecado Número XIIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora