Introducción

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—¿Cariño? —su voz resonó entre los rincones de la casa, sin obtener respuesta alguna.

 Cerró la puerta detrás de ella, con sumo cuidado. Deposito en un sofá de cuero su cartera negra, gravosa como el resto de las cosas que ella poseía. La silueta de la mujer avanzó entre los pasillos de la casa, la cual era similar a una mansión. Las luces se encontraban apagadas y la oscuridad reinaba junto al silencio, tomados de la mano, aliados en su contra. Sus tacones resonaron al avanzar en un continuo "tac"

 En las paredes color pardo colgaban cuadros que representaban diferentes situaciones de su vida; su casamiento, ella embarazada, en su ultima etapa, su bebé (su todo), el primer cumpleaños de su pequeña, etcétera. Todos momentos importantes, que marcaron un antes y después en su vida que poco a poco se sumió en la monotonía y la desgracia.

 Finalmente, luego de unos buenos segundos caminando, sus pasos cesaron frente a una puerta, con un cartel adherido a la madera de la misma que la oscuridad no permitió contemplar. Asesto unos pequeños golpes a la madera, con delicadeza sumisa.

—¿Cariño, te encuentras bien? —preguntó con la preocupación impregnada en su voz, descansando su cabeza en la puerta. 

Nuevamente, su única respuesta fue el silencio, que parecía burlarse de ella. Posteriormente, tomó el frió picaporte de la puerta entre sus manos y lo movió, esperando alguna reacción del interior de la habitación. Al no obtenerla, la abrió completamente, temiendo interrumpir algo importante.

—¿Nev...? —su frase fue interrumpida por un sonoro grito, llenó de dolor, de miedo. Horrorizado.

Un grito que nacía de su garganta.

Frente a ella, un cuerpo femenino de cabellos dorados dormía plácidamente en la cama, rodeada de un charco de sangre que tiño las sábanas blancas en rojas, mientras sus pestañas acariciaban sus mejillas sin inmutarse ante aquel hecho.

La mujer pegó otro gritó, mientras lágrimas se deslizaban por sus delicadas mejillas. Se hecho a correr hacia la muchacha con su corazón palpitando con fuerza en su pecho y amenazando con comenzar a correr un maratón. Cuando sostuvo su frío cuerpo entre sus manos, con un agarre tierno y suave, digno de una madre, noto que era muy tarde. Ella dormiría para siempre en el que su sueño... su pesadilla se repetiría una y otra vez; la muerte.

Oculto en páginasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora