Capitulo dos.

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Capítulo dos

Sus nudillos aporrearon la puerta color cobrizo, produciendo un ruido iracundo. Toby y Joshua aguardaron, esperando a recibir una señal de vida del interior de la casa.

El tiempo transcurrió de forma sosegada, mientras el sol acariciaba sus rostros. La casa de los Wilmer se alzaba ante sus ojos, grande, silenciosa... careciente de ese aire hogareño.
Tras un par de minutos más, Joshua, caracterizado por su casta y casi nula paciencia, volvió a golpear la puerta de tal forma que Toby no se sorprendería si esta se viniera abajo. Luego de un pequeño intervalo de espera, la puerta se abrió y una mujer se asomó por esta.

La madre de Nevaeh Wilmer, Amanda, siempre fue reconocida por su innegable belleza. Ojos pardos, siempre cargados de una dulzura maternal. Cabello cobrizo y una sonisa que siempre colgaba en sus labios, siempre sincera.

Aquella mujer no era ni por asomó la Amanda Wilmer que todos acostumbraban a ver.

Por un momento, ambos creyeron que se habían equivocado de casa pero al instante reconocieron ese cabello cobrizo, sólo que enmarañado y revuelto. Sus ojos estaban vacíos, no tenían ese brillo característico de ella. Parecía ida.

Los ojos de Joshua y de Amanda se cruzaron, ambos carecían de emoción. Parecían comunicarse a través de la mirada. Ambos pasaron por lo mismo, pensó Toby.

—Eh, ¿señora Wilmer? —fue Toby quien se atrevió a pronunciar las primeras palabras—. Soy Tobías Adams, investi... —fue inesperadamente interrumpido por la voz de Amanda, rasposa y con un leve tono amenazante. Arrastró las palabras, notablemente embriagada.

—No me interesa—fue todo lo que ella comentó antes de azotar la puerta en sus narices.

Transcurrieron otros minutos de interminable espera antes de que la puerta nuevamente se abriera, está vez el señor Wilmer les dio la bienvenida. Se veía fatal, probablemente bajó un par de kilos desde la muerte de su pequeña, aunque Toby no lo culpaba por ello, y dos bolsas moradas colgaban debajo de sus ojos, dándole un aire espeluznante. Sus trajes de marca fueron reemplazados por trapos sucios y su cabello, aquel cabello pardo que Patrick cuidaba como si fuera su bebé, caía de forma irregular y desastroza por su frente. Su barba había incrementado y ahora los vellos habitaban en el 70% de su rostro, aquel rostro con los pomulos sobresalidos y la mirada vacía. Parecía un robot que tan sólo reaccionaba ante una orden.

El hombre los guió al cuarto de Nevaeh, lugar en donde el suicidio fue ejecutado.
Cuando entraron, un fuerte olor a vainilla los recibió. Las paredes eran un color crema claro y las cosas estaban intactas, menos las sábanas manchadas con sangre que fueron retiradas, aunque aún habían diminutas manchas de sangre seca en el suelo.

En una mesita auxiliar descansaba una foto enmarcada en donde se apreciaba a ella y un chico. Ambos sonreían mirando a la cámara, algunos mechones rebeldes del cabello platinado de Nevaeh irrumpian su vista, pero sus ojos jamás abandonaron esa expresión llena de vida. El muchacho tenia una cabellera negra, enrulada. Sus mofletes estaban de un color carmesí intenso y sonreía abiertamente. Joshua no supo decir que relación llevaban exactamente.

—¿Qué pasó realmente? —preguntó Patrick en voz baja, sumisa. Sus ojos se centraron en aquella foto, mientras se deleitaba con el rostro feliz de su pequeña. Una mirada, una expresión que nunca podría volver a admirar.

—Nuestra principal teoría; suicidio —comentó Joshua, recorriendo la habitación a paso lento—. Trabajaban doce horas diarias en la empresa, no costaría tanto. La Autopsia estará lista dentro de unos pocos días, pero a simple vista pudimos divisar que fueron cortes profundos en las muñecas, de forma vertical. Astuta, si hubieran llegado a tiempo, los doctores no hubieran podido coser la herida —tomó un peluche entre sus manos, lo analizó y depósito nuevamente en su lugar—. ¿El motivo? Aún no lo sabemos. Desconozco el porqué, pero creo que él puede tener algunas respuestas -señaló al chico de la foto.

—¿Matthew? Supongo. Era el mejor amigo de Nevaeh, donde ella estaba él la seguía como perro guardián —se mofó el hombre, lanzando unas carcajadas melancólicas mientras su mirada afligida se perdía en la nada, recordando aquellos buenos tiempos que no supo valorar.

La habitación se sumo en un silencio, en el que Joshua se dedicaba a investigar cada rincón de la habitación. Los ojos de Toby acariciaban la cama una y otra vez. Sus cejas estaba cómicamente fruncidas y mordía suavemente su labio inferior, sumido en sus pensamientos y teorías. Recreando la escena en su mente, repasando una y otra vez el momento en el que Nevaeh pasaba la delgada cuchilla por su brazo. Cuando finalmente, cayó en cuenta de algo que se había escapado de sus manos como aire.

—Disculpa, Blumer, pero hay un considerable desperfecto en tu teoría —murmuró Toby, cruzándose de brazos.

Blumer imitó su acción, centrando toda su atención en su persona, con el orgullo notablemente herido.

— ¿Ah, sí?

— Sí. Si fue suicidio, ella debía tener el arma cortante cerca suyo o entre sus dedos, pero no se encontró el arma en la escena — señaló Toby, con una pequeña sonrisa—. Eso quiere decir que...—la frase quedó suspendida en el aire y la atenta mirada de Toby presionó a Blumer.

Joshua repasó la escena una y otra vez en su mente; ella abriéndose unos tajos en la muñeca y cayendo dormida. ¿Dónde podría estar el arma, si no era en la cama o el suelo?

Barrio el suelo con su mirada, sin ninguna señal de algún metal minúsculo. Además, si hubiese uno, ya lo hubiesen tenido en la mesa de investigación, como evidencia de suma importancia.

Era verdad, el arma suicida no podría desaparecer así porqué sí. Por lo que sólo podían acotar a dos teorías, que llevaban al mismo punto. Asesinato.

La primera, ella no murió allí. Dos, el asesino se llevó el arma homicida. Y una que rondaba de forma vagabunda por su mente, a base de una teoría estúpida; habían limpiado la escena, pero esta no la tomo en cuenta y descartó al instante.

Joshua supo al instante la respuesta.

— Ella no murió aquí —murmuró.

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