Capítulo tres.

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Capítulo tres

Luego de interrogar al sobrio Patrick (él cual no les proporciono ni una información útil más allá de uno que otro dato curioso, más no relevante; nunca tuvo un novio, solía volver tarde del colegio y la única persona que trajo a la casa, fue su mejor amigo, Matthew, y nadie más) y de ignorar a la ebria Amanda, la cual balbuceaba estupideces y mencionaba repetidamente el nombre "Nevaeh" como respuesta a cada pregunta, su nuevo destino, y el último del día y, rogaban ellos, de la semana; fue Matthew Zummher, la persona más cercana a Nevaeh, incluso, se animaría a decir Toby, más que de sus propios progenitores.

La casa de Matthew era considerablemente más pequeña que la de Nevaeh, humilde y bonita. Las paredes eran albinas y la puerta era de un color ocre. Cuando estuvieron frente de esta volvieron a sentir ese aire poco hogareño. Cuando Toby estuvo punto de llamar a la casa por el timbre blancuzco que colgaba aún lado de la pared, unos gritos los sobresaltaron y obligaron al rubio a bajar la mano.

Al cabo de unos momentos en donde el único ruido eran los gritos de la persona del otro lado, la puerta se abrió con brusquedad y un muchacho salió disparado de su interior, con una mochila provisoria colgando de su hombro derecho. Traía un buso con capucha que cubría gran parte de su cara, exceptuando sus gruesos labios pálidos, pero, a la hora de voltear y levantar su dedo corazón en dirección a la casa, en forma de insulto, reveló su rostro de porcelana fría y su mirada de guerrero. Era Matthew.

Él, al notar sus presencias, se dedicó lanzar unas furtivas miradas al dúo, desconfiado, esperando a que estos revelaran su propósito allí. Pero, cuando sus ojos se encontraron con la foto de Nevaeh entre los dedos de Joshua, unas lágrimas se asomaron por sus ojos negros y su postura de chico rebelde fue reemplazada por la de un niño abandonado. Toby, siendo el más sentimental entre los reunidos, sintió un fuerte apretón en el pecho.

-¿Eres Matthew? -preguntó Tobías con voz tranquilizadora, dando un paso a su dirección.

El nombrado tan sólo asintió, sin pronunciar palabra alguna, tal vez sabiendo que si lo hacía su voz se quebraría.

-Mi nombre es Tobías-se acercó otro paso, cauteloso-. Él es mi compañero, Joshua -señaló con su fino dedo al serio Joshua.

Cuando Toby quiso dar otro paso, Matt rodeó sus brazos en su delicado cuerpo y comenzó a sollozar. Toby correspondió el abrazo mientras el pelinegro lloraba lo que no lloró o no se permitió llorar al recibir la noticia del suicidio de su mejor amiga. Unos sollozos desgarradores se escapaban de su garganta.

Luego de algún buen tiempo, en el que Matthew se tranquilizó y aceptó dar el pequeño interrogatorio, llegaron a una cafetería acompañados del adolescente. Entraron y fueron recibidos por el sonido de las campanillas. El ambiente se sentía cálido y en el aire bailaba el olor a café y a pan recién orneado. En una mesa ubicada en una esquina, un grupo de adolescentes se encontraban charlando como si no hubiera un mañana. Se acomodaron en una mesa alejada de todo el barullo.

-Nevaeh era tu mejor amiga, ¿cierto? -comenzó Toby con una pregunta sencilla.

-Sí, nos conocíamos desde el jardín materno.

-¿Nevaeh y tú estaban siempre juntos en la secundaria?

-...Sí.

Joshua vio reflejado en los ojos de Matthew lo mucho que le costaba el escuchar su nombre. El arrepentimiento y la impotencia se mezclaban entre un remolino de emociones. Entonces, Joshua lo supo.

-Nevaeh sufría acoso escolar, ¿verdad? -preguntó el mayor sin rodeos.

Toby le lanzó una mirada de sorpresa y regaño, mientras que los oscuros ojos de Matt representaron su respuesta.

-Sí.

Otra vez, la sorpresa se infiltró en los ojos de Toby.

-¿La golpearon a matarla? -fue la última pregunta que Blumer lanzó, o la última que pudo.

Matthew no respondió. Su mirada oscura, amenazante, se fijo en el detective Blumer. Tomó su mochila y, sin mediar palabra alguna, se levantó, pero, ya que está estaba semi-abierta, un precioso diario donde en la portada se leía "Nevaeh" cayó con delicadeza sobre el asiento sin que él lo notará. Cuando Toby lo tomó entre sus tiernas manos y quiso devolvérselo, sólo pudo divisar su silueta alejándose a paso veloz.

-¿Qué es esto? -preguntó Toby confundido, examinándolo.

El diario estaba cerrado con un pequeño candado. El cerrojo era diminuto, por lo que debía ser una llave pequeña, difícil de hallar. Paso su dedo por la cerradura.

Joshua despojó el diario nevoso de sus brazos, fisgón, ganándose así la mirada fastidiada del menor.

-Es propiedad de Nevaeh -observó Toby, releyendo las palabras en la portada.

-Eso es evidente -murmuró Joshua, reposando el diario en la mesa.

Sintió que la inquietud lo abrazaba y sus dedos comenzaron a golpear la madera de la mesa inconscientemente, siguiendo un patrón de sonido.

De sus bolsillos extrajo un cigarrillo y un mechero, encendió este y dio la primer calada, expulsando el humo por sus labios carmín. Cuando iba a volver a absorber otro poco y acortar un segundo más de su vida, Toby le arrebató el cigarrillo y lo aplastó contra la mesa.

-No se permite fumar -señaló divertido el cartel que colgaba en la pared, con una mirada socarrona.

Joshua le dedicó una mirada que lo estremeció y pasó sus manos por su cabello, conteniendo la ansiedad.

-Bien, ¿qué tenemos hasta ahora? -preguntó Toby, al cabo de unos minutos de saborear la pregunta en sus labios.

Blumer soltó un suspiro, hastiado del tema por más que ese día habían iniciado. Odiaba fracasar y hasta ahora la información acumulada era casi nula, lo cual los estaba llevando a un resultado inconcluso.

-Claramente, hay algo que no estamos viendo -mascullo-. Pero, si de algo estoy seguro es que Nevaeh Wilmer no se suicidó -se recostó en el asiento con los brazos cruzados, seguro de su afirmación.

Las comisuras de los labios de Toby se elevaron, mientras veía a su compañero con los ojos brillantes, como dos pequeñas estrellas, al concordar con él.

- Ahora -comenzó Joshua con una sonrisa, conectando sus ojos con los del menor-, ¿qué quieres comer? Yo invitó.

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