Parte 3: Acechando durante la vigilia

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Sintió que algo no encajaba en cuanto se bajó del taxi. Pasaban veinte minutos de la medianoche. La calle estaba en silencio y no había ninguna prueba visible que sustentase aquella sensación, pero allí estaba. Aquí pasa algo... Algo va mal.

La cortina del dormitorio de Steve se agitó ligeramente ante sus ojos como si alguien acabara de apartarse de la


ventana. La luz se apagó.

Jamie se detuvo un breve instante en la puerta de su habitación con el dedo sobre el interruptor de la luz, aguzando el oído sin saber por qué. De pronto todo le parecía demasiado silencioso.

Accionó el interruptor, soltó la bolsa y emitió un sonido como si lo estuvieran estrangulando; parecía que un ciclón había arrasado el dormitorio. La televisión estaba rota, tenía una fisura en la pantalla con la forma aproximada de la suela de una bota. El monitor del ordenador presentaba una herida semejante y estaba tirado en el suelo como una cabeza cortada. La ventana


estaba rota y, a través del agujero dentado, vio sus calzoncillos colgados en la cerca del vecino. Los peces muertos estaban flotando y habían escrito las letras R. I. P. con lápices de colores en la pecera, junto con el boceto de un pene. Los pedacitos del teclado, que valía mil cuatrocientos dólares, estaban diseminados por el suelo. Había algo en la almohada que parecía un enorme montón de mierda humana, enroscada como una gruesa serpiente muerta. El cajón de la mesita de noche estaba en el suelo y su contenido esparcido por todas partes. No se veía la bolsita de terciopelo por ninguna


parte.

Pero, ¿qué significaba todo aquello? Alguien lo había hecho. En aquel vertiginoso momento eso le parecía lo más absurdo de todo, como si un terremoto hubiese sido una explicación más racional. Por amor de Dios, ¿por qué? ¿Quién haría una cosa así?

Cuando salió de la habitación esperaba que la escena se desvaneciera por completo como un espejismo si volvía a entrar en ella. Con los hombros encorvados, meneando la cabeza, subió la escalera de atrás dando tumbos hasta la cocina. Puso la tetera en el fuego y entonces lo asaltó el hedor del vómito;


el fluido de intenso color rojo había atascado el fregadero y salpicaba el suelo. Sus zapatos estaban en un charco que se estaba secando. Contempló el vómito fascinado hasta que la tetera emitió un chillido que lo despertó con un sobresalto.

Goshy. La idea se le pasó por la cabeza como si fuera un ruido de fondo. Aturdido, se sirvió agua en la taza, sacó la leche del frigorífico y advirtió que alguien había dejado un murciélago muerto en el estante del medio, junto a un recipiente de ensalada de patata. Los colmillos blancos estaban congelados en una mueca. Jamie lo contempló

EL CIRCO DE LA FAMILIA PILO [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora