II (Editado)

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Capítulo II

Las noches eran difíciles para Caroline. Tenía constantes problemas para dormir. Pero no problemas típicos de una adolescente de su edad. No. Lo suyo era un completo infierno en su cabeza. Cuando no eran pesadillas recurrentes, la siguiente incluso peor que la anterior, eran parálisis del sueño que se extendían por varios minutos enteros. En aquellos momentos, Caroline podía sentir como cientos de demonios se escurrían por los confines de su habitación, hasta que encontraban su lugar en su cuello, en su pecho, justo en frente de su cabeza. Luchaba por hablar, por moverse, pero nada lograba, era todo en vano. Y así, como creía que habían aparecido, los demonios se iban; habían sido todos productos de otro sueño.

El miedo a dormir evolucionó en insomnio, que luego le cobraba factura en las clases de sus materias menos favoritas o durante sus destinadas horas al estudio. Ya varias veces habían notificado a sus padres que Caroline "tenía una tendencia de dormirse en clase" Cuando sus papás le preguntaban el por qué, ella aligeraba el asunto alegando que se había quedado despierta toda la noche anterior viendo su programa favorito. Ellos nunca la cuestionaron, no dudaron la testarudez en su hija que apenas se levantaba de su cama. Los sus terribles hábitos nocturnos de Caroline permanecieron a salvo de ser conocidos.

Era deprimente decir que aquello era su pequeño secreto. Aquellos demonios y pesadillas, me refiero. Su mejor secreto. Su mejor guardado secreto. Los demonios, que cobraban vida como dibujos en los retratos de algún artista transformado, se volvieron personajes recurrentes de su vida. Eran sus únicos amigos y también sus únicos enemigos. La conocían como nadie, por lo que eran todo lo que Caroline veía antes de irse a dormir y lo primero que veía al abrir los ojos durante las escalofriantes madrugadas.

Su año escolar continuó siendo igual de tedioso y aburrido, aunque ya a eso estaba acostumbrada. No tenía amigos verdaderos ni el número de algún estudiante, así fuese solo para hablar de tareas. No se reunía con nadie los fines de semana. Se sentía tan sola y olvidada que a veces bien habría podido ser la última persona en el planeta. En casa, su mamá buscaba desesperadamente un hombre con quien rehacer su vida, mientras también hablaba mal del papá de Caroline como si fuera su deporte favorito, y su padre prefería pasarla con su nueva familia en vez de con ella.

Un día, en clase de "Ciencias de la vida" Caroline luchaba para mantenerse despierta. La noche anterior se había sentido tan cansada que no había podido dormir. Cuando se acomodó para intentar prestar más atención, se encontró con que, qué sorpresa, Michael Jacobs la miraba desde su asiento, con sus ojos grises y espectaculares.

- La charla de las universidades es el viernes en la noche. Deben venir acá antes de las ocho p.m. -

Dijo la profesora de ciencias de la vida fuertemente. Caroline bufó, volteó los ojos y se puso de pie antes que todos, para salir del salón de clases antes de tener que tropezarse con alguien mucho más feliz y descansado que ella.

Lo que faltaba. Pensó. Pasar más tiempo en ese pequeño purgatorio. Corrió hacia su casillero, deseando encerrarse en su cuarto y bajar las cortinas, pero se llevó una pequeña sorpresa; una hoja de papel cayó del casillero a sus pies.

La recogió y desplegó. En medio de la hoja, escrita con una caligrafía demasiado perfecta, decía "No salgas de tu hoy por la noche" Caroline cerró sus ojos y tiró con molestia la nota en la papelera junto al pasillo. Seguro las chicas que se reían a sus espaldas, alegando que Caroline era una especie de zombie, habían escrito eso. Querían hacerle saber que ella no era bienvenida en el escenario nocturno del pueblo. Con lágrimas asomándose por sus ojos, salió corriendo del lugar. No quería saber nada de nadie, no quería afrontar su realidad, no quería ver a los ojos a sus demonios (Los reales o con los que compartía colegio) y caer derrotada. A veces, el solo hecho de existir la agotaba. Se sentía pérdida, sin rumbo y entonces más que nunca, le dolía todo. Le dolía todo tanto, pero tanto...

Ojos GrisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora